CAPITULO II


Qué autores latinos hayan escripto los usos de las hierbas y cuándo llegó a los romanos su noticia. Quiénes fueron los primeros griegos que escribieron dellas. De la invención de las hierbas de la medicina antigua; por qué se exerciten menos sus remedios y de las medicinas del cynorhodon y dracúnculo


Celebraron estas cosas los romanos menos de lo que fuera razón, con ser la nación que más se avalanzó a las cosas de provecho {y} virtud. Y el primero de todos fue {por} mucho tiempo sólo el mismo M. Catón, maestro de todas las buenas artes, con grandísima brevedad, sin dejar aun las medicinas de los bueyes. Después de éste lo intentó Cayo Valgio, varón ilustre y famoso en erudición, en un libro que quedó por acabar dedicado al divino Augusto, y declarando en una religiosa praefación que se había escripto para que se curasen siempre los males humanos por la majestad de aquel príncipe.

Habíalo hecho antes, entre nosotros, según lo hallé por verdad, Pompeyo Lenaeo, siervo libertado del grande {Pompeyo}, en cuyo tiempo entiendo haver principalmente tenido noticia desta ciencia los latinos. Porque había sido Mythrídates, supremo rey de su tiempo, al cual venció Pompeyo, el más diligente de cuantos le precedieron en aprovechar el mundo, consta (fuera de la experiencia que dello se tiene) por muy grandes méritos. Este {mismo} inventó {el} beber cada día ponzoña, tomados primeros remedios preservativos, porque con la costumbre se hiziese familiar y sin algún daño. El fue el primero que halló los linajes de antídotos, de los cuales retiene uno hasta hoy día su nombre. Invención suya se cree haver sido mezclar sangre de ánades del Ponto a los antídotos, por cebarse ellas de venenos. Duran hoy volúmenes de Asclepíades, médico excelente, dedicados a éste, cuando le envió en su lugar preceptos siendo llamado por él de la ciudad de Roma. Este solo, entre todos los nacidos, es cierto haver hablado en 22 lenguas y no se halla que, en 56 años que reinó, se ayudase de intérprete para comunicar con alguna de las naciones de su imperio. Este, pues, entre las demás grandezas de ingenio, fue particularmente curioso en lo que toca a medicina, inquiriendo de sus subjetos, que fueron grande parte de las tierras, cada cosa; dejó el escriño destos comentarios y los efectos y ejemplares en sus secretos. Y ansí Pompeyo, gozando de todos sus reales despojos {de Mythrídates}, mandó a Lenaeo, su liberto, doctísimo en el arte de gramática, que le tradujese en lengua latina, y desta manera no aprovechó menos el mundo que con aquella victoria a la república.

Fuera de éstos, escribieron otros autores griegos de medicina, de los cuales havemos hecho mención en sus proprios lugares. Fue, entre ellos, uno, Evax, rey de los árabes, el cual le escribió a Nerón de los efectos de las medicinas simples, y Cratevas, Dionisio y Metrodoro por razón muy blanda pero con que se entiende poco más que la dificultad de la cosa. Porque pintaron las formas de las hierbas y después escribieron sus efectos. Pero la pintura es engañosa y degenera mucho la varia suerte de los que las retratan por concurrir tanta variedad de colores, principalmente competiendo con la Naturaleza. Aliende desto poco es pintarlas en una de sus edades, pues mudan, en cada uno de {los} cuatro tiempos, sus formas. Por lo cual los demás las describieron de palabra y algunos aun sin dar a entender su forma, usando muchas vezes de nombres desnudos, pareciéndoles bastar que se demostrase su propriedad y virtud a los que quisiesen preguntarlo. Y no es cosa dificultosa {de} conocer; yo a lo menos vi y contemplé, sacando algunas muy pocas, todas las demás por industria y medio de Cástor, el cual tuvo en mi tiempo grande autoridad en este arte, en un huerto suyo, muy de ver, donde criava muchas, siendo ya de más de 100 años, sin haver jamás enfermado ni aun tener en esta edad falta de juizio o de vigor. Y no se hallará cosa de que más se haya admirado la antigüedad. Días ha que se inventó manera de enseñar, no sólo los días y las noches, pero también las horas de los eclipses del Sol y de la Luna. Pero dura la persuasión escripia y recevida en grande parte del vulgo de que son éstos forzados de hechicerías y hierbas y que prevalece aún agora esta ciencia entre las mujeres. Pero ¿no han henchido de fábulas, en Colchos, Medea y otras, y principalmente la Circe itálica, dedicadaa también en el número de los dioses? De donde creo haver nacido que Aeschilo, poeta vetustísimo, escribiese estar Italia llena de la potencia de las hierbas. Y muchos {escribieron} que Circei,b donde ella habitó con grande indicio, duran aún entonces entre los marsos la gente que descendía de su hijo y que consta son domadores de serpientes. Homero, primer padre de las doctrinas y {de la} antigüedad, {excediéndose} en otras partes en admirarse de Circe, atribuye a Egipto la gloria de las hierbas, como entonces existiese el que hoy se halla cubierto con cieno traído del río. A lo menos cuenta haver sido dadas muchas hierbas aegiptias por la muger del rey a su Helena y aquella famosa bebida, o nepenthes, que causaba olvido de la tristeza y perdón, el cual había de ser dado de Helena a todos los hombres.

El primero de los que nos acordamos haver escripto de hierbas alguna cosa con curiosidad fue Orpheo; ya havemos dicho cuánto se maravillaron, después él, Museo y Hesíodo del polio. Orpheo y Hesíodo recomendaron los sahumerios, y Homero celebró otras {hierbas}, nombrándolas por sus nombres, de que hablaremos en sus proprios lugares. Después de éste, Pithágoras, esclarecido en sabiduría, fue el primero que escribió un volumen {sobre} sus efectos, refiriendo su invención y origen a Apollo y a Aesculapio y, generalmente, a todos los dioses inmortales. Escribió, también, Demócrito, ambos haviendo visitado todos los sabios de Persia, Arabia, Aethiopía y Egipto.

Y estuvo, aliende desto, tan atónita la antigüedad que afirmó cosas increíbles: Xanto, historiador, escribe en la primera de sus historias que un cachorro de dragón ya muerto fue tornado a la vida {por} su padre con una hierba llamada balis, y que con la misma fue restituida su propria salud {a} Thilon, al cual el dragón havía muerto. Juba cuenta en Arabia haver sido un hombre con una hierba restituido a la vida. Dize Demócrito que creyó Theophrastro haver hierba con cuyo toque, siendo traída de la ave que diximos,c saltan las cuñas metidas de los pastores en los árboles. Las cuales cosas, aunque son increíbles, pero causan grande admiración y nos fuerzan confesar haver muchas que son verdaderas. Y de ahí veo creer no pocos que no hay cosa que no pueda hazerse por virtud de las hierbas, pero ser la de muchas dellas ocultas y no conocidas. En el número de los cuales fue Heróphilo, esclarecido en la facultad de medicina, el cual es fama haver dicho que por ventura muchas de las que traemos debaxo de los pies son provechosas. A lo menos sábese por experiencia inflamarse las llagas y las enfermedades sobreviniendo hombres que han caminado a pie.

Esta era la antigua medicina, la cual toda se pasaba a las lenguas de Grecia. Pero la causa de no conocerse más es que las experimentan hombres rústicos inexpertos de letras, como aquellos que solos viven entre ellas. Y, fuera desto, la negligencia de buscarlos haviendo tanta muchedumbre de médicos. También faltan nombres a muchas {hierbas} halladas, como a aquella que referimos tractando de las mieses y cultivos, que enterrada en sus esquinas aprovecha para que ninguna ave viva entre en ellos. Torpísima causa de raridad es que también los que lo saben no quieren enseñarlo, como que huviesen ellos de perder lo que enseñasen a los otros. Allégase a esto la razón dubdosa de la invención, porque aun en las cosas halladas unas inventa el acaso y otras, por dezirlo ansí, Dios. Incurable havía sido hasta estos años la mordedura de los perros rabiosos, traído consigo temor del agua y odio de toda bebida, hasta que poco ha le pareció a la madre de un soldado del pretorio entre sueños que enviava a su hijo, para que la bebiese, la raíz de la rosa silvestre que llaman cynorrhodon, habiéndole agradado su vista un día antes en su huerta. Estava en Lacetania, parte cercana de Hespaña, el ejército romano y acaeció que, comenzando este soldado mordido de un perro rabioso a temer el agua, le sobrevino la carta en que se le encargaba que obedeciese la religión, y sanó del mal estando ya sin esperanza de salud, y ansí lo hizieron después todos los demás que usaron de aqueste remedio.

Fuera desto havía cerca de los autores una medicina del cynorrhodon o escaramujo, que era la esponjuela que nace en medio de sus espinas, cuya ceniza, con miel, haze nacer cabellos a los que se pelan. En la misma provincia, conocí en la heredad de mi huésped el vástago hallado allí poco ha, llamado dracúnculo, del grueso del pulgar y manchas de víboras de diversos colores, el cual dezían ser remedio contra todas las mordeduras. Diverso es éste de los que en el libro pasado referimos del mismo nombre y tiene otra forma y otro milagro, porque se levanta de la tierra cuando las serpientes comienzan a remozarse, en altura casi dos pies, y después se esconden las mismas debaxo de la tierra y ocultado él no se ve alguna serpiente, con don de Naturaleza harto provechoso, aunque no haga mal de amonestar y avisar del tiempo del peligro y temor.



a. Por reconocida.

b. Hoy S. Felipe Circeo.

c. El pájaro llamado pico.

TOMO V. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 2