CAPITULO XXIV


De la naturaleza de la miel y aguamiel y por qué en el género de los mantenimientos se muden las costumbres. Del vino melitite y cera y contra las composiciones de los médicos


No sería el autoridad de la miel de menor estima que el lasser si no se criase dondequiera y al lasser le fabricase la misma Naturaleza, y las abejas la miel según que havemos dicho, para innumerables provechos, si se tiene consideración de cuantas vezes se mezcla.

Y lo primero la propolis de los corchos, de que ya havemos hablado, saca los aguijones y cosas hincadas en el cuerpo. Desbarata las apostemas, cueze las durezas, ablanda los dolores de los nervios y cierra las llagas que se tienen ya por perdidas, y es tal la naturaleza de la miel que no consiente que se podrezcan los cuerpos. Es de sabor agradable y no áspero, con diversa naturaleza que la de la sal. Es provechosa a la garganta, agallas, esquinancia y a todas las demás necesidades de la boca y sequedad de lengua en las fiebres, y, a los que tienen inflamado el pulmón y son aquexados de dolor de costado, su cozimiento. Iten, a las llagas y mordedura de serpientes y ponzoña de los hongos y a los paralíticos, en clarea, aunque también tiene ésta sus virtudes. Echase la miel en los oídos con azeite rosado, que mata las liendres y otros animales asquerosos de la cabeza. Siempre es mejor usar de lo despumado aunque hincha el estómago, augmenta la cholera, enfastia, y aun la tienen algunos por inútil, usada sola para los ojos. Por el contrario, aconsejan otros tocar los lagrimales llagados, con miel. Las causas y diferencias de la miel y las naciones y señales diximos contando la naturaleza de las abejas y de las flores, cuando la razón de la obra nos constriñó a dividir lo que havía de tornar de mezclar los que desean conocer la naturaleza de las cosas.

Del aguamiel se hablará cuando se tractare de la miel. Hay dos géneros della: una de la fresca y súbita, y otro de la antigua. La repentina, despumada la miel, tiene grandes provechos en los manjares livianos de los enfermos, conviene a saber, de la álica lavada en el restaurar la virtud, recrear la boca y estómago y refrigerar el calor, porque hallo acerca de los autores ser más acertado dar la fría para ablandar el vientre. Dase ésta bebida a los frioliegos, y a los de ánimo baxo y escaso, que llaman los griegos micrópsicos o pusilánimes.

Parecer fue de Platón, de inmensa subtilidad, que de los {corpúsculos} de que constan las cosas, unos son lisos, otros ásperos, unos esquinados y otros redondos, y que se allegan a la naturaleza de otros más o menos, y que a esta causa no son todas las cosas a todos gustos, amargas o dulces, o los hombres en todas disposiciones, inclinados igualmente a airarse que en el tiempo que están cansados o han sed. Dígolo porque según esto también se mitigara con el liquor más dulce de todos la aspereza del ánimo o, por mejor dezir, del ánima. Ablanda el pasaje del haliento y haze más lenes y amorosas las vías porque no le quiebren cuando entra o cuando sale. Cada uno puede provar en sí que no hay nadie cuya ira, lloro o tristeza u otro cualquiera ímpetu del alma no se ablande con el manjar y, por tanto, no sólo se deve tener cuenta con lo que toca a la medicina de los cuerpos pero con lo que haze al caso a las costumbres.

Del aguamiel escriven ser provechosa a los que tienen tose; estando cálida provoca vómito. Es saludable contra la ponzoña del alvayalde, añadido azeite, y contra el veleño, principalmente con leche de borricas, y según lo havemos dicho también contra el halicacabo. Infúndese en los oídos y fístulas de los miembros genitales; pénese en la madre con pan blando; iten, en las hinchazones súbitas y desconciertos y en todo lo que conviene ablandar. Condenaron los que sucedieron el uso de la muy añeja; y dixeron ser menos segura que el agua y más flaca que el vino, pero por la larga antigüedad se convierte en vino, según todos afirman, útilísimo al estómago y contrario a los nervios.

Es siempre la clarea que se haze de vino añejo muy provechosa y encorpórase muy fácilmente con la miel, lo que no acontece en lo dulce. La que se haze de lo stíptico no hinche el estómago ni tampoco la que de miel cozida, aunque hincha menos según que, por la mayor parte, acontece. Da gana de comer; relaxa el vientre; a muchos, bevida fría y caliente, le detiene y engorda. Muchos prolongaron la vejez no comiendo sino clarea y no otro algún manjar, con célebre exemplo de Rómulo Pollión. El divino Augusto, siendo su huésped, le preguntó, constituido ya en edad de 100 años, con qué regimiento havía conservado aquel vigor del cuerpo y del ánimo, y él respondió que usando por de dentro clarea y por de fuera azeite. Varrón escrive llamarse el morbo arquato o ictericia real, por curarse con clarea.

Tractando de los niños enseñamos de qué manera se haze el mellitite, conviene a saber, de mosto y de miel. Siglos ha, según creo, que no se apareja este linaje de vino por causar hinchazón, aunque se podía dar después de añejo por causa del vientre en las fiebres y también en los males de las juncturas y a los que padescían flaqueza de nervios, y a las mugeres que no bevían vino.

Síguese la cera a la naturaleza de la miel, y de cuyo origen, bondad y naciones diximos en sus lugares. Ablanda ésta cualquiera que sea, calienta e hincha los cuerpos; la fresca es mejor. Dase en potaje a los disentéricos y sus panares en puche de álica, tostada primero. Es contraria a la naturaleza de la leche y no la dexa cuajar en el estómago si se tomaren della diez granos de tamaño de mijo. Si se hincha la ingre lo sana la cera blanca puesta en el empeine. Y no podría la medicina referir los provechos que tiene mezclada con otras cosas, como ni de las demás cosas que mezcladas con otras aprovechan porque estos remedios nacen, según diximos, de la fertilidad de los ingenios. No hizo cerotos, malagmas, emplastos, collirios u otros antídotos aquella nuestra madre y divina maestra de las cosas; invenciones son éstas de las boticas, o más verdaderamente de la avaricia, porque por industria de Naturaleza se producen las cosas absolutas y cabales, tomadas pocas cosas de causa y de coniectura para que las secas se tiemplen con algún zumo y humidad para la comodidad de los poros o las cosas húmidas con otros cuerpos, para la firmeza y travazón de los mixtos, porque mezclarse las fuerzas a escrúpulos no es obra de coniectura humana, sino de desvergüenza.

Nosotros no tractamos las medicinas de las mercaderías índicas o arábicas o de las partes peregrinas del mundo; no me agradan en los remedios cosas que se crían tan lexos de nosotros. No se engendran allá para nosotros ni aun tampoco para ellos, porque de otra manera nos las venderían. Comprémoslas para olores y ungüentos y regalos y, si queremos, también para superstición, porque con encienso y costo sacrificamos a los dioses. Probaremos por solo esto poderse conservar sin ellas la salud para que tanto más vergüenza tengan de sí las superfluidades y deleites.

Pero ¿con qué razón dexaremos de tractar de las mieses, haviendo hablado de las medicinas que se hazen de las flores, materia de las coronas y plantas de las huertas y de las hierbas que se comen? Ciertamente también será razón que de éstas se diga alguna cosa.

TOMO V. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 2