CAPITULO VI


Cuál de los centuriones haya sido solo con ella coronado


Gozó, fuera de aquéstos, la gloria de semejante corona Marco Calpurnio Flamma, tribuno de los soldados en Sicilia, y un solo centurión hasta este tiempo, Gneo Pétreo Atinate, en la guerra cymbrica, porque tomando éste la pica primero debaxo de Catullo, y animando a su legión cercada1 del enemigo, mató su tribuno que no osava romper por el exército contrario, y ansí la sacó libre. Halló el mismo, aliende de la sobredicha honra, estando presentes Mario y Catullo, cónsules, vestido de praetexta,2 haver sacrificado puesto el fuego a par del ministril. Escrive ansimismo Sylla, dictador, haver sido él mismo honrado desta manera en Ñola, siendo en la guerra mársica embaxador. Y esto hizo él que se historiase en su alearía thusculana, que fue después de Cicerón. Lo cual, si es verdad, yo le tengo por más abominable, pues él mismo se quitó esta corona de su cabeza, guardados cuando la recibió tanto más pocos ciudadanos que fueron después muertos por su encartamiento y proscripción. Añada también3 a esta gloria el renombre sobervio de “dichoso” aunque él, cercados por todo el mundo los encartados, dio en esta corona a Sertorio la ventaja.

Varrón cuenta haver sido dada en Africa a Scipión Emiliano corona obsidional, librando en el consulado de Manlio tres compañías y llevando para guarecerlas otras tres, lo cual hizo el divino Augusto escrivir en la estatua que estava en su foro, y aun al mismo Augusto con Marco Cicerón, el hijo, dio {en} el Senado en los idus de setiembre la obsidional, en tanta manera no le pareció que bastase la ciudadana. Y, fuera déstos, no hallamos haver sido concedida a otro.

De manera que no huvo hierbas algunas ciertas consagradas a esta honra; antes todas las que se hallavan en el lugar del peligro, aunque baxas y no conocidas, hazían honra y nobleza. Por lo cual me maravillo menos esconderse entre nosotros, viendo que también se menosprecian las que sirven de conservar la salud, quitar los dolores del cuerpo y librar de la muerte. Pero ¿quién no culpará, con razón, nuestras costumbres, principalmente haviendo hecho mayor el precio y estima de la vida las delicias y superfluidades? Jamás fue el deseo de vivir mayor, o menor el cuidado de conservarle. Fiamos la vida del cuidado ajeno y aun no provehemos que lo hagan otros por nuestro mandado, dexándolo todo a los médicos. Gozamos de deleites afrentosos y (lo que es de mayor vergüenza que lo demás) vivimos en agena confianza, y aun damos escriviendo esto a otros ocasión de escarnio y burla, y somos argüidos de frívolos y vanos en nuestra obra y trabajo, aunque es grande consuelo ser menospreciado junto con la naturaleza de las cosas, la cual enseñaremos no havernos faltado, antes haver colocado, aun en las plantas muy aborrecidas, remedios, como haya enxerido medicinas aun en las espinosas, porque éstas nos quedan agora por dezir de las que en el libro pasado nombramos, en las cuales nadie se puede bastantemente admirar o comprehender la providencia de Naturaleza havía dado las que diximos, blandas y agradables, en los manjares. Havía pintado remedios en las mismas flores y havía combidado los ánimos con la vista, mezclando remedios con los deleites. Después inventó algunas de espinoso aspecto y toque tan cruel que no sólo nos parezca oír la voz de quien las cría, pero también escuchar sus disculpas y razones, diziendo haverlas fortalescido con estas puntas y rodeado de aquestas armas porque no las pazcan los animales cobdiciosos, ni las roben las manos desmandadas, o asentándose en ellas las aves las quiebren, antes se guarden y conserven seguras para los remedios, y ansí aunque aquello que en ellas aborrecemos se inventó e hizo por bien y causa del hombre.



EL INTERPRETE


1(Cercada). Porque leo inclusam ab hoste. 2(Vestido de praetexta). Vestido era de los mozos de 14 a 17 años. Por ventura encarece haver sacrificado de tierna edad delante de los cónsules. 3(Añada también). Habla aquí Plinio con mofa e ironía.

TOMO V. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 2