CAPITULO XIX


De las medicinas que se toman de las rosas, azucenas, narciso, violetas, bacharis, combreto y asaro


Ya havemos dicho entre los géneros del vino cómo se haga el rosado. Su zumo, gargarizado, aprovecha a los oídos, llagas de boca, encías y agallas. Iten al estómago, madre, asiento y dolores de cabeza. En las calenturas, por sí, o con vinagre para el sueño y arrebolvimiento de estómago. Sus hojas se queman para hermosura de las pestañas, y las secas se despolvorean sobre los muslos, las cuales ablandan también las inflamaciones de los ojos. Haze su flor sueño, refrena los fluxos de las mugeres, principalmente los blancos, bevida en agua y vinagre, y los esputos de sangre. También los dolores del estómago, cuanto cabe en tres cyathos de vino. La simiente mejor de la rosa es la de color de azafrán y no más antigua que de un año, y sécase a la sombra; la negra es inútil. Aplícase contra el dolor de los dientes, provoca urina, pénese en el estómago, iten en el fuego de Santantón no antiguo. Puesto en las narizes purga la cabeza. Bebidas las cabezas, detienen la sangre y el vientre. Son las uñas de la rosa saludables a las inflamaciones de los ojos, porque las llagas de los ojos se ensuzian con la rosa, sino en los principios de la inflamación y de manera que se ponga seca con pan. Son las hojas muy útiles, aunque no sean sino unctadas a los males del estómago, roziones y males del vientre y de las tripas y a las entrañas. También se adoban para manjar a manera de las romazas. Hase de guardar en éstas el moho que les cae fácilmente, y no carecen de provecho las secas y exprimidas. Hazen de éstas pastillas para refrenar los sudores, de suerte que después del baño se sequen en el cuerpo, y después se laven con agua fría; porque la silvestre con uncto de oso enmienda admirablemente pelazgas.

Las raízes del azucena han ennoblecido sus flores de muchas maneras, contra las heridas de las serpientes bevidas en vino y contra la ponzoña de los hongos. Cuézense en vino para los clavos de los pies y no se desatan entre días; cozidas con enxundia o con azeite, buelven los pelos a los lugares que se quemaron. Bevidas en aguamiel purgan la sangre inútil y también el vientre y aprovechan al bazo, y a los quebrados y espasmados y a la regla de las mugeres. Cozidas en vino, y aplicadas con miel, curan los nervios cortados, enmiendan los empeines, lepras y salvados de la cara y desarrugan el cuerpo. Las hojas cozidas en vinagre se ponen en las llagas y en los testículos inflamados, en miel con veleño y harina de trigo. Su simiente se aplica al fuego de Santantón, y la flor y las hojas a las llagas antiguas. El zumo que se exprimió de la flor, llamado de unos miel y de otros syrio, es bueno para ablandar la madre, provocar sudor y madurar los apostemas.

Reciben los médicos en su uso dos géneros de narcisos, uno de flor morada y otro herboso. Este es inútil al estómago, y por tanto vomitorio y que desbarata el vientre, enemigo de los nervios y que agrava la cabeza y llamado, de narce, narciso,1 no del mozo que cuentan las fábulas. La raíz de ambos es de sabor de clarea; aprovecha contra las quemaduras con un poco de miel y ansí también a las llagas y desconciertos; a las secas con miel y harina de avellana, y ansí saca las cosas que en el cuerpo se hincaron; molido con polenta y azeite cura las contusiones y los heridos con piedra. Limpia, mezclado con la harina, las llagas y las manchas negras. Házese desta flor el azeite narcisino para ablandar las durezas y calentar las partes que padecieren males de frío. Es de gran provecho a los oídos aunque haze dolor de cabeza.

Hay violetas silvestres y domésticas. Refrigeran las moradas; aplícanse contra las inflamaciones al estómago enfermo de calor; pónense para la cabeza en la frente, y particularmente en las inflamaciones de los ojos y cuando se sale la tripa o la madre se abaxa, y contra los apostemas que se maduran. Desbaratan la beudez y el romadizo de la cabeza, puesta su corona o con olerías. Iten las esquinancias, bebidas con agua. Lo que dellas es morado cura la gota coral y principalmente en los mochadlos, bevido en agua. Es contraria la simiente de las violetas a los escorpiones. Por el contrario, la flor de la blanca abre los apostemas que tienen materia y ella los resuelve. La blanca y amarilla adelgazan la sangre menstrual y provocan urina. De menos virtud son las más frescas, y por tanto se deve usar de las frescas cuando ya son de un año. La amarilla, cantidad de medio cyatho en tres de agua, provoca regla; sus raízes, aplicadas con vinagre, ablandan el bazo y la gota de los pies, y las inflamaciones de los ojos con mirrha y azafrán. Las hojas con miel limpian las llagas de la cabeza y las grietas del asiento con cerato, y las demás que estuvieren en lugares húmidos. Y sanan, con vinagre, allegamientos de humores.

Usase también la bacharis en medicina. Algunos latinos la llaman perpressa. Ayuda contra las serpientes, hervores y dolores de cabeza. Iten contra las inflamaciones de los ojos. Pénese en las tetas hinchadas después del parto y aegílopas que comienzan y fuego de Santantón. Su olor provoca sueño y es cosa muy saludable bever su raíz a los espásticos, eversosa y convulsos, y que no se hartan de aliento. Y cuézese hasta quedar en una tercia parte, tres o cuatro raízes, en la tose antigua. Y esta quantidad limpia las mugeres después de haber abortado; quita las punzadas de los lados y las piedras de la vexiga. Adóbase con diapasmas2 y mézclase con las vestiduras para darles buen olor. El combreto, que diximos serle semejante, molido con enxundia sana las llagas admirablemente.

Escrívese ser saludable el asaro a los males del hígado, tomado en quantidad de una onza en una hémina de clarea mezclada. Purga el vientre a manera de heléboro; aprovecha a los hidrópicos, entrañas, madre e ictericia. Si se mezcla con el mosto haze el vino diurético. Arráncase cuando echa las hojas; sécase a la sombra y enmohécese muy presto.



a. Por contusiones.



EL INTERPRETE


1(De narce, narciso). Narce quiere dezir estupor por aprivación de sentido. 2(Diapasmas). Que son compuestos de olores secos.

TOMO V. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 2