CAPITULO III


Quén fue el primero que dio corona de hojas de oro y de plata. De la honra de Scepión, de las coronas compuestas y del hecho de la reina Cleopatra


Craso, el rico, fue el primero que dio en sus juegos coronas imitando las hojas de las plantas con plata y oro. Allegáronse los lemniscos1 o cintas con que se atavan, los cuales añadirse era la honra de ellas por causa de las etruscas, en las cuales no se ponían sino de oro. Mucho tiempo fueron éstas puras. El primero que inventó que se esculpiesen fue Publio Claudio Púlcher y dio hojas de metal a la que llamavan philyra.2

Pero siempre tuvieron autoridad hasta las que se ganavan en los juegos y burlas, porque no sólo ellos entravan en las contiendas que se hazían por fiesta en el circo pero embiava cada uno también sus criados. De ahí vino aquella ley de las Doze Tablas que contiene que: “el que gana corona por sí o por su dinero se juzga ser, por su virtud, digno de honor”. La que ganan los siervos o los cavallos ninguno dubda dezirse, por ley, ser ganada con su dinero. ¿Qué es luego la honra? Que a él, después de muerto, y a sus padres se le pudiese poner sin fraude esta corona o en casa o llevándolos a la sepultura. Y fuera desto, ni aun de las coronas de los juegos se podía comúnmente usar.

De aquí nació una severidad grande. Lucio Fulvio, argentarlo, en la segunda guerra africana, acusado que desde su terrado havía mirado la plaza con corona de rosas, fue llevado a la cárcel por mandamiento del Senado y no le soltaron hasta que fue concluida aquella guerra.

Publio Mutiano, como pusiese sobre su cabeza la corona de flores que se havía quitado a Marsias y por esta causa mandasen los triunviros que le pusiesen en prisión, apeló a los tribunos del pueblo y no permitieron que se pudiese traer sino en Athenas, donde los mancebos, comiendo antes de mediodía, frecuentavan los lugares donde se ayuntavan los philósophos. Entre nosotros no hay otro exemplo desta licencia sino el de la hija del divino Augusto, por cuya luxuria se lamentan las letras de aquel dios haver sido Marsias coronado a las noches.

Atribuyó solamente el pueblo romano la honra de las flores a Scipión; tenía por sobrenombre Serapión por la semejanza de un suario,a mercader, y por tanto era en el tribunado muy agradable a la plebe y digno de la familia de los Africanos. Y no era tan rico que se pudiese enterrar con sus dineros, y ansí contribuyó el pueblo para hazerle las exequias y por doquiera que le llevavan ivan derramando flores. Y ya entonces eran honra de los dioses las coronas, y de los lares públicos y particulares, y de los sepulchros y muertos. Y tenía la corona compuesta de diversas hojas sumiría autoridad.

Hallamos haver sido sutiles o cosidas en los sacrificios de los sacerdotes salios3 y en las cenas de summa autoridad. Vinieron después a los rosales, y pasó tan adelante la demasía que no se estimava sino la pura hoja, buscadas luego las que se texían de la India o de más adelante, porque se tiene por cosa muy preciada darse de hojas de nardo o bañadas con ungüento o de diversos colores con vestidura sérica. Este fin tiene al cabo la demasía de las mugeres.

Escrivieron entre los griegos, particularmente de las coronas, Mnestheo y Callímacho, médicos, cuáles fuesen dañosas a la cabeza, porque en esto consiste también alguna parte de la salud, obrando sin que se sienta la fuerza del olor, mayormente entre el vino y el alegría, como aconteció por la malvada industria de Cleopatra. Porque en el aparato de la guerra actiaca, teniendo Antonio la gratificación de la misma reina y no osando comer sin salva, se dize haver ella jugado con su miedo unctando las puntas de las flores de la corona con ponzoña y poniéndosela en la cabeza porque, procediendo adelante el alegría del vino, combidó a Antonio para que bebiesen las coronas. ¿Quién temiera desta manera las asechanzas? Luego, desmenuzadas en el vaso y estorvando con la mano a él, que ya comenzava a bebería, dixo: “Veis aquí, ¡oh!, amado Antonio, yo soy aquella de quien vos os recatáis con nueva diligencia de salva, tanto me falta la ocasión o razón si pudiese vivir sin vos.” Y luego lo hizo bever a un preso el cual, repentinamente, murió.

Escrivió de flores, aliende de los sobredichos, entre los griegos, Teophrasto y de los latinos intitularon algunos sus libros Anthologicon o tractado de flores. Pero ninguno, que yo sepa, prosiguió las flores ni compornemos agora nosotros guirnaldas, por ser cosa frívola y de poca utilidad. Pero contaremos solas aquellas que nos parecieren de importancia. Los nuestros conocieron pocos géneros de aquellos que sirven a las coronas, entre los hortenses, y casi solamente las violetas y las rosas.



a. Criador de cerdos.



EL INTERPRETE


Usaron los antiguos de las coronas no sólo para deleite mas también para salud y ansí mando Catón plantar en los huertos su materia o plantas coronarias. Estas eran las que olían bien por razón de su flor o de su hoja o de todo y las que tenían rama apta para atarse o texerse. Usaron los antiguos de las tenues que llamaron strophia o strophiola, y solamente en los sacrificios o en la guerra, y éstas no de flores, pero de hojas y ramos de árboles hasta que por industria de Pausias, pintor cicyonio, se hizieron de flores de colores diversos. El primer inventor de las coronas se dize haver sido Dyonisio o Bacho, el cual truxo la de pámpanos del mar Erithreo. Después se inventó atarla con venda contra el dolor causado del vino, y se usó la de yedra, cuya materia estava más a la mano. Y finalmente comenzaron entrándose poco a poco, según que en todas las cosas suele la demasía, a usarlas de varias y diversas flores. Aesquilo dize haver sido inventadas al principio las coronas en honor de las ataduras de Prometheo, porque dizen que, bolviendo en gracia con Júpiter, a causa de descubrirle la suerte de los hados, le libró de las prisiones pero con condición que truxese un anillo de hierro y peñasco, y ansí no pareciese haverse del todo librado dellas. Y escriven, también, haver adornado su cabeza de corona para mostrar haver quedado con victoria. De ahí comenzaron a usarse en las alegrías, como era en los convites y juegos, y después no sólo las usaron los vencedores en las contiendas gymnicas, pero vino la cosa a tanto exceso que aun los mismos que les ponían las coronas y publicavan a vozes el triunpho, les era ansimismo lícito traherlas y usarlas; adornavan también los representantes de coronas. Sucedieron las de plata y los lemniscos o vendas, que inventó esculpir Claudio Púlcher.

1(Lemniscos). Son faisas que colgavan de las coronas, como dize Festo, las cuales enseñó Marco Craso a esculpir. 2(A la que llaman philyra). Ansí se llama el árbol que los latinos dizen tilia, y nosotros teja. De la tela déste que está entre la corteza y el madero, y de las mismas hojas, se solían hazer las coronas. Y ansí dixo Horatio: Displicent nexae philyra coronae, y Ovidio: ebrius in cunctis philyra conviva capillis. 3(De los sacerdotes sabios). Estos eran del dios Marte que honra va la ciega antigüedad.

TOMO V. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 2