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Libro Vigésimo


DE LAS COSAS QUE SE SIEMBRAN EN LOS HUERTOS


PROHEMIO


Comenzaremos agora la mayor obra de Naturaleza y daremos cuenta al hombre de sus pro prios manjares, y forzarle hemos a confesar que no conoce de qué vive y se sustenta. Ninguno tenga esto en poco, engañado de la bajeza de los nombres, porque se entenderá en ello la paz o disensión de Naturaleza que los griegos llamaron sympathía y antipathía y los odios y amistades de las cosas sordas y que carecen del sentido de que todo consta, y lo que es más de maravillar, hecho por causa del hombre, porque el agua apaga el fuego, el sol consume las aguas y la luna las engendra, unas estrellas obscurecen siendo ocultadas de otras, y por no tractar aquí de las cosas superiores, la piedra imán atrae el hierro y otras la ahuyentan de sí, y aun la sangre del cabrón1 rompe el diamante, piedra de valor sumo y con quien ninguna fuerza es parte, y otras cosas de admiración o igual o mayor, de que en sus proprios lugares hablaremos. Sólo quiero que me perdonen porque comienzo por las menores, aunque saludables, y primero por las que se crían en las huertas.





EL INTERPRETE


Haviendo Plinio en los tres libros precedentes trac tado la lavor del campo, comienza en éste a des crivir la materia de las medicinas y provechos que de las plantas a la salud de los hombres se consigue, en que se considera la conformidad y contrariedad que las cosas naturalmente tienen entre sí, ora nazcan de causas manifiestas, ora de propiedades ocultas y en que pudiéramos ampliamente extendernos, si no fuera el intento más principal dar noticia a nuestra nación de la narración de la Naturaleza que Plinio dexó escripta, que no, tomada de ella ocasión, investigar y referir sus causas.

1(La sangre del cabrón). Esto {está} experimentado ser falso, como también lo que dize más aba xo, que con él ninguna fuerza es parte, porque vemos que el hierro le quiebra con gran facilidad y no ansí el plomo. Lo que toca a su valor tiene verdad en tiempo de Plinio; de otra manera pasa en el nuestro porque la tienen más subido los rubíes y aun también lo tuvieron las esmeraldas, antes que el Occidente nos comunicase tanta copia dellas, pero estas cosas varíanse con las ocasiones y tiempos según que sobre el libro treinta y siete más largamente hablaremos.

TOMO V. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 2