CAPITULO IV


Del cuidado de los huertos. De la división de las cosas que nazen de la tierra, fuera de las mieses y matas


Pero de aquí conviene nos volvamos al cuidado de los huertos, ansí por ser él, de suyo, tan memorable, como por no haver cosa de que más se haya admirado la antigüedad, que de aquellos de las Hespéridas y de los reyes Adonis y Alcínoo; iten de los plantados levantados, ora les haya hecho Semíramis, ora Ciro, rey de Asyria, de cuyas obras hablaremos en otro volumen. Porque los mismos reyes romanos los cultivaron con sus proprias manos, pues ansí también Tarquino Superbo tornó a enviar aquel mensajero cruel y sangriento a su hijo desde su huerta. En ninguna parte de las Doce Tablas de nuestras leyes se nombra alearía, pero siempre en aquella significación hortus o huerto, y, en la de hortus, heredium o heredad, lo cual se guardó con un a manera de religión. Y aun vemos que se consagran contra el ojo de los envidiosos solamente huertos y puertas, y se remedia con estatuas de sátiros, aunque atribuya Plauto los huertos a la tutela de Venus. Y ya encierran en la misma ciudad de Roma, debaxo de nombre de huertos, las recreaciones que tienen dentro della que son campos y alearías. El primero que instituyó esto fue Epicuro, maestro de ociosidad, como hasta él no huviese estado en costumbre haver alearías dentro de los pueblos.

En Roma servía la huerta de campo al pobre. Y ésta solía ser la carnicería de los plebeyos, con cuánto menos perjuicio y menos costoso manjar. Pero mejor es, por cierto, hundirse en la profundidad de las aguas y buscar las diferencias de ostras con peligro de vidas de hombres, y traher aves de aquel cabo del río Phasis,1 seguras con el fabuloso temor, o por mejor dezir más preciosas, y otras de Numidia,2 y sepulchros de Ethiopía, o pelear con las fieras y ser comido el cazador, porque coman regaladamente otros.

Pero ¡válgame Dios!, qué poco cuestan estas cosas y cuán aparejadas son para deleite y hartura, estando siempre a la mano, si no ofreciese la misma indignación que, donde quiera, permítase que nazcan géneros exquisitos de fructas prohibidas a los pobres, o por su grandeza, o por su sabor, o por su milagro, pero qué quiere dezir, que se dexen añejar los vinos y purifiquen con mangas,3 y que no haya nadie de tan larga vida que no beba vinos engendrados antes que él, y que haya inventado la gula cierta manera de mantenimiento de las mieses que consta de sola su médula, y que viva de las obras y esculpturas de las atahonas, haviendo un pan para los principales y otro para el vulgo, con tantas diferencias dello, descindiendo los mantenimientos hasta la última plebe. ¿No se ha hallado también diferencia en las hierbas y han hecho los dineros diferencia en el manjar, hasta en el que vende por muy bajo precio? También niegan los linajes haver nazido algunas cosas para ellos, engordando en tanta manera los espárragos que no caben en las mesas de los pobres. Silvestres los havía Naturaleza producido, de suerte que quienquiera podía a cada paso cogerlos. Veis aquí y a los {que} labran en las huertas haziéndolos hortenses, y en Ravena se venden tres por una libra. ¡Ay de las monstruosidades del vientre! ¡Maravilla fuera no ser lícito al ganado comer las espinas, y no le es lícito al plebeyo!

También hay división en las aguas, y los mismos elementos de Naturaleza están, a fuerza del dinero, divisos y apartados. Estos beben nieves, aquéllos yelo, y vuelven en deleite de gula las penas de los montes. Guárdase el frío para el tiempo del calor, y hase inventado que esté frígidísima la nieve en los meses agenos; otros cuezen el agua y luego la enfrían, ansí que ninguna cosa agrada al hombre de las que aplacen a Naturaleza. ¿Hay, por ventura, hierba alguna que nazca para solos los ricos? ¿Ninguno mirará los montes Sacro y Aventino y los levanta de la airada plebe? Porque verdaderamente la muerte igualará a los que huviere diferenciado el dinero, ansí que jamás huvo mayor renta de carnecería en Roma a la de los nuestros, testificándolo el clamor de la plebe, que lo reprendía y se quejaba ante todos los príncipes, hasta que los derechos desta mercaduría se soltaron, y hallóse por verdad no haverse por otra vía alguna mayores rentas, ni más seguras, o menos puestas a las mudanzas de fortuna, como se creyese ser esta pensión de los pobres, y el fiador el suelo y la renta descubierta, y la superficie que se goza en cualquiera cielo.

De los huertos alaba Catón las coles. De aquí se juzgaron primeramente los labradores antiguos y desta manera hazían juizio diziendo ser mala madre de familia en su casa (porque este cargo {pertenecía} a las mugeres) la que tenía mal procurado su huerto, por quedar obligados a proveerse de la carnicería. Y no aprobavan mucho las coles, como en los tiempos de agora, condenado el manjar que tiene necesidad de otro. Esto dezían a causa de que no se gastase en los guisados el azeite, porque también reprobavan la curiosidad de las salsas que se hazían de la sal y de los pesces. Y agradávanles en extremo las hortalizas por no tener esta necesidad de que para guisarlas se encendiese fuego, y desta manera excusarse el gasto de la leña, y por ser manjar que en cualquiera sazón estava a la mano y aparejado, de donde se llamavan acetarios, o ensaladas, fáciles de digerir, y que no agravan el sentido con la pesadumbre de su mantenimiento y menos encienden el apetito del pan.4 La parte de las verduras que pertenece a los guisados y adobos muestran no hazerse en las casas donde usavan della cosas que se trahen del otro cabo del mar, y la plebe tenía en sus ventanas semejanza de huertos hasta que en las alearías la innumerable muchedumbre contribuyó con sus latrocinios a que se ocultasen, por lo cual concédaseles a éstos algún honor, y no quite el poco valor el autoridad a las cosas, principalmente viendo nacer de ahí renombres de personas principales y no haverse corrido algunos de la familia Valeria de llamarse Lactucinos, y téngase en algo nuestro trabaxo y diligencia, pues confiesa también Virgilio ser cosa muy dificultosa dar a tan bajas cosas honra de palabras.

No hay dubda alguna que se devan hazer huertas juncto a las alearías, y que han de tener, si es posible, agua de pie, ora sea de ríos cercanos, ora se saque de pozos, con pértigas, bombas o cigüeñales. Hase de romper la tierra desde que comienza a soplar el favonio y después de 14 días hase de pasar hasta el otoño y binarse antes del himbierno. Y es cosa moderada que se labre con ocho juntas de bueyes, y que se mezcle el estiércol con la tierra tres pies en hondo, que se divida en eras, y que éstas, bien llanas y mullidas, se cerquen con surcos que hagan caminos por do pueda el hortelano llegarse a ellas, y se dé con él al agua que tiene de regarlas.

De las cosas que nazen en los huertos, unas se alavan por la raíz que tienen de cebolla y otras por su cabeza, y otras por su simiente, otras por su corteza, otras por su cuero o ternilla, otras por su carne, y otras por sus telas carnosas.

De unas están dentro de la tierra el fructo y algunas están echadas y crezen, como las calabazas y cogombros, y las mismas cuelgan también, aunque son mucho más pesadas que las que nazen en los mismos árboles. Pero el cogombro consta de ternilla; la corteza de sólo éste se vuelve, cuando se madura, en madero. Escóndense debaxo de la tierra los rábanos, rabas y nabos y, de otra manera, la ala,a chirivía y zanahorias. Unas llamaremos feruláceas o de naturaleza de cañahejas, como las malvas y eneldo, porque enseñan los autores volverse las malvas en árboles el séptimo mes y dar luego el uso de sus báculos. Y aun es árbol la malva en Mauritania, en un estero del pueblo Lixo,b donde dizen haver sido los huertos de las Hespéridas, 200 pasos del Océano, a par del templo de Hércules (más antiguo, según dizen, que el de Cádiz) de altura de 20 pies y fue eso que nadie puede abarcarle. En el mismo género se constituirá el cáñamo y algunas {que} llamaremos carnosas, como los hongos que nazen en la humidad de los prados. Porque del callo de los que se crían en los árboles hablamos tractando de su naturaleza y de la madera y, poco antes, de otro linaje de turmas.



a. Inula.

b. Larache, El Araïch, en Marruecos.



EL INTERPRETE


1(De aquel cabo del río Phasis). Entiende, los phaisanes. Otras dos aves havemos hallado en esta Nueva Hespaña, a quien los nuestros han puesto por la semejanza el mismo nombre, pero de éstas se hablará entre las aves de aquella región. 2(Otras de Numidia). Entiende las gallinas africanas que llaman los griegos meleagrides, y hoy dezimos gallinas de Guinea, de las cuales hay grande copia en la isla de Sancto Domingo donde las vi y comí su carne. Es como de perdiz de Castilla, algo más seca, y su forma cual entre las aves describiremos. Otras son las de Indias, de que en Hespaña hay ya grande copia y noticia. 3(Y purifiquen con mangas). Deste lugar se entiende otro del fin del 14, donde dize saco frangimus vires. Entiendo, por saco, mangas, de las que hoy día en el reino de Toledo comúnmente usan los espárragos. Hailos en estas Indias muy hermosos, pero no de tanto gusto como los de Hespaña, de donde son advenedizos. Todos son hortenses y ninguno se ha visto nazer espontáneamente en el campo. A par de Toledo se cogen de estraña groseza, y llámanlos soteños, del lugar donde nazen. 4(Menos encienden el apetito del pan). Mírese si se leería mejor de Venus.





TOMO V. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 2