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Libro Decimonoveno


DEL LINO Y SUS MARAVILLAS


PROHEMIO


Ya havemos enseñado, aun a los hombres sin letras, por modo fácil y cierto, el nacer y ponerse de las estrellas y los pronósticos de las tempestades. Y, cierto, a los que verdaderamente entienden, no menos aprovechan las alearías para el conocimiento de las cosas del cielo que la ciencia de las estrellas para la grangería del campo. Muchos han hecho cercano a éste el cuidado y la voz de los huertos; a nosotros aún no nos parece tiempo de pasar estas cosas. Antes me espantó, haviendo algunos, {por} causa de saber, buscado de aquí la gloria de sus letras y erudición, dexar por escrivir tantas plantas sin hazer mención de las que o se nacen de suyo o se regalan en las huertas mayormente, como algunas dellas se entienda ser de mayor autoridad en estima y uso de la vida que las mieses y panes. Y por comenzar de provechos averiguados acerca de todos y que han henchido no sólo las tierras mas también los mares.

Siémbrase, y no se puede contar entre las mieses ni tampoco entre las plantas de las huertas, el lino. Mas ¿en qué parte de la vida no le topamos? O ¿qué maravilla hay mayor que haya hierba que júnete a Egipto con Italia, en tanta manera que Galerio manejase desde el foso de Mesina a Alexandría en siete días, y Babilio en seis, ambos a dos adelantados? Y en el estío pasado, Valerio Mariano, senador praetorio, desde Púzol, en nueve, con muy próspero y sosegado viaje. ¡Que haya hierba que lleve a Cádiz, que está cabo las columnas de Hércules, en siete días a Hostia, y en cuatro a la Hespaña Citerior, a la provincia Narbonense en tres, y en dos a Africa! Lo cual también aconteció con buen tiempo y sosegado a Cayo Flavio, embajador de Vibio Crispo, procónsul, {de} vida osada y llena de maldades.

Se siembran cosas para recivir los vientos y tempestades y no nos contentamos con ser solamente llevados de las olas. Y ya no basta ser las velas mayores que los navios. Y como apenas1 pueda un árbol sufrir la grandeza de las antenas, añadimos sobre ellas otras velas de velas. Y fuera desto extendemos otras en las proas y otras en las popas, y provocamos por tantas maneras la muerte. Y, en fin, es de maravillar que de tan pequeña semilla nazca lo que lleva de unas partes a otras el mundo, y que esto conste de tan delgada caña y se levante tan poco de la tierra, no viniendo {el lino} a perfección por sus proprias fuerzas, antes después de haver padezido, majándose y trayéndose a blandura de lana con injuria de Naturaleza y suma osadía y temeridad. Y donde no puede llegar maldición alguna que se eche a su inventor, el cual tenemos en su lugar nombrado, pues no se contentó con que acabase el hombre su vida en la tierra pero quiso que muriese también sin sepultura en el agua.

Mas nosotros amonestávamos en el libro pasado que se evitasen las lluvias y tempestades. Por causa del mantenimiento y mieses, veis aquí se siembra por la mano del hombre y se siega por industria del mismo lo que deseen los vientos en el mar.

Aliende desto, para que sepamos havemos favorecido las cosas que son para nuestro daño, ninguna hay que con más facilidad se críe y engendre {que el lino}. Y para que sintamos que se haze no queriéndolo Naturaleza, quema el campo y haze de peor condición la tierra.



EL INTERPRETE


1(Y como apenas). Leo: Sed cum vix sufficiant amplitudini antennarum singulae arbores. Otros leen: Sed quamvis amplitudini arborum singulae antenne sufficiant, con sentido sufridero, el cual no tiene en la letra vulgar do se lee et quamvis amplitudini antennarum singula arbores sufficiant.

Lo demás es claro.

TOMO V. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 2