CAPITULO XXVI


De los remedios de las enfermedades de los árboles


Declaradas las enfermedades de los árboles, será bien dezir sus remedios. De éstos, unos son a todos ellos comunes y otros proprios de algunos. Comunes son el escavar y mullir; aventarse o cubrirse las raízes; dándoles o quitándoles, en los lugares regadíos, el agua; restaurándolos con el estiércol y aliviándolos con el podijo de la pesadumbre de sus ramas; iten, una manera de sangría, vaciado su xugo y liquor; raerles la corteza, adelgazar las vides, y domarles los sarmientos; limpiarles y polirles por el verano las yemas que estavan llenas de flueco por el frío del himbierno y retostadas y yertas. Gózanse con estos regalos y medicinas unas cosas más y otras menos, como el aciprés, el cual menosprecia el agua y aborrece el estiércol, y el cavarse a la redonda y escamondarse, y todos los demás remedios, con los cuales muchas vezes perece. Susténtame en lugares regadíos las vides, principalmente los granados. Gózanse en los mismos las higueras, mas su fructo se marchita. Pierden la flor los almendros si los labran de azadón. Ni conviene cavar a la redonda sus enxertos, primero que ya rezios comenzaren a llevar fructo. Muchos aconsejan que les quiten las ramas superfluas que les dan enfado y pesadumbre sin provecho, como a nosotros las uñas y los cabellos. Córtanse los viejos totalmente y tórnanse a levantar de algún pimpollo que al pie haya nacido, mas no todos, si no solos aquellos cuya naturaleza diximos sufrirlo.

Los regadíos son provechosos a los vapores del estío y dañosos por el himbierno. Por el otoño son diversos, y según la naturaleza de la tierra, porque en Hespaña vendimian aunque esté lleno de agua el suelo. En lo demás, en la mayor parte del mundo conviene sangrar las lluvias del otoño. Por los Caniculares aprovechan mucho las tierras aquosas y ni entonces las que lo son en demasía, porque dañan las raízes aguazándolas. La edad tiempla el modo {de regar}, porque los nuevos han menester menos agua, pero desean regarse mucho los que lo tienen de costumbre y, por el contrario, los que se han criado en lugares secos no quieren humor más que el necesario.

Los vinos ásperos quieren regarse, en el campo Sulmomense de Italia y en el campo Fabiano, donde aún los campos se riegan. Y es cosa de admirar que mata aquella agua las hierbas y mantiene los panes y sembrados, y aun les es en lugar de sacho. En la misma tierra los riegan también, y más, si yeló o hay nieves, porque el frío no abrase las vides, y llaman allí al regar entiviar, con naturaleza notable deste río sólo. Aunque es, el mismo, de frialdad intolerable en el tiempo del año de más rezio calor.

TOMO V. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 2