CAPITULO XIV


Del plantar y enxerir de los árboles y cómo se halló el modo tierno de la emplastración o enxerto de escudete


Enseñó ansimismo el enxerto de simiente1 la Naturaleza, como se tragasen las aves con la hambre o de otra cualquiera manera entera la simiente y la expeliesen después, mojada con la humidad de su vientre y con la medicina fértil de su estiércol, en las blandas concavidades de los árboles o siendo transferidas de los vientos a algunas resquebrajaduras de sus cortezas. De donde viene verse cada día cerezos nacidos en sauzes, plátanos en laureles y laureles en cerezos y en un mismo árbol bayas de diversos colores. Escrívese también que las grajas, escondiendo las simientes atesoradas en las cavernas de los árboles, han sido desto mismo causa. De aquí nació la que llaman los latinos inoculación, en que quitada la corteza se abre la yema en el árbol con alezna semejante a la de los zapateros y se encierra allí la simiente o yema quitada con la misma de otro. Esta fue la inoculación antigua en las higueras y manzanos.

La vergiliana, que llamamos hoy enxerto de cañuto, busca concavidad en el ñudo de la yema en la corteza que se quitó, y encierra en ella la yema de otro. Hasta aquí enseñó la misma Naturaleza.

Pero el otro caso2 de enxerto maestro es más ordinario. Desta manera el labrador diligente, cercando su cabaña de seto, puso (porque no se le pudriesen las estacas) debaxo un umbral de hierba. Pero ellas, asidas con muy tenaz mordedura, hizieron su vida de la agena y pareció servirles de tierra el tronco. Quítase pues con una sierra3 igualmente la sobrehaz y alísase con una podadera el tronco. Después, hay dos maneras de acabar la obra, porque la una enxere entre la corteza y el madero. Recatávanse los antiguos de hender el tronco y después osaron barrenarle por medio, e hincaron una púa en la médula o corazón enxeriendo una sola por no caver más en él. Pero después halló la consideración más subtil de los hombres enxerir hasta seis, persuadida de que se devía tener cuenta con que no prendían contino todas, por lo cual era bien que, si algunas faltasen, quedasen otras en su lugar.

Hendían pues el tronco por medio, blandamente, y teníanle abierto con una cuña delgada hasta que la púa descendiese por la hendedura. Hase en esto de tener en cuenta con muchas cosas, y lo principal de todo se deve mirar qué árboles admitan semejante casamiento y compañía y de cuál deva tomarse la púa. También diversamente guardan su liquor y no en unas mismas partes. Las vides e higueras tienen lo de enmedio más seco y el concepto o preñez de la parte más superficial y de fuera, y por tanto se deven tomar ahí las púas. Las olivas tienen el humor en el medio del cuerpo y de ahí se deven ni más ni menos tomar las púas que se han de enxerir. Las ramas más altas son más secas. Prenden fácilmente las que son de corteza semejante al tronco y los que, floresciendo también en un mismo tiempo, brotan a una misma hora y tienen hermandad y parentesco en los zumos pero es cosa muy tardía cuando a los húmidos repugnan los secos y, a los blandos de corteza, los duros. Lo demás que se ha de mirar es que no se haga la hendedura en ñudo, porque haze aquella dureza mala vezindad y hospedage a la púa, que se haga en la parte más verde, que no sea muy más larga que de tres dedos, ni tuerta o se trasluzga.

Higinio4 veda enxerir de las ramas más altas de los árboles y es cierto haverse de cortar las púas de los brazos que miran al oriente estival, de árboles fértiles y renuevos, si no se han de enxerir de árboles viejos, porque entonces han de ser más robustos. Conviene también que estén preñadas, quiero dezir fértiles de yemas, y de quien se tuviese esperanza que havían aquel año de brotar. Que sean de dos años y no más delgadas que el dedo de enmedio. Enxérese buelta lo de alto abaxo cuando quieren que hagan ancho el enxerto, lo que havía de hazer en altura, y ante todas cosas, conviene que estén frescas y de buena vista con sus yemas, que no sean en parte alguna heridas o tengan algo reseco.

Tiénese buena esperanza que prenderá la púa cuando se junta su tuétano o corazón no sólo con la corteza, mas también con la madre del madero, y esto es mejor que no igualarla por de fuera con la corteza. No se deve adelgazar tánto la púa que se descubra su médula o corazón, pero agúzese con instrumento delicado, de manera que lo agudo descienda con su lisa cuña, no mayor que de tres dedos, lo cual se hará con facilidad rayéndola mojada. No se aguze el viento, ni se aparte la corteza, en la púa o en el tronco, de su lugar. Métase ésta hasta la corteza, porque no se desconcierte abaxándose, o la corteza se arrugue, y esta causa no conviene enxerir las púas al tiempo que lloran, menos que cuando ya están algo secas, porque de aquella manera bambalea la corteza con la demasiada humidad y de aquésta por defecto de vida no se humedece ni encorpora.

Guárdase también con cierta religión que se haga a la cresciente de la luna y que la púa se abaxe con ambas manos y fuera deso en esta obra las dos manos juntas hazen menor violencia, con necesario contemporamento y templanza, porque metidas las púas más fuertemente llevan más tarde y duran más. Lo contrario acontece a las que se meten menos. No deve estar tan abierta y floxa la hendedura que reciba la púa floxamente, ni tan brozna y cerrada que la escupa fuera o, apretada la mata, se ahogue. Hase de tener grandísimo cuidado, en el tronco del árbol que la recibe fuertemente, quede colocada en medio de la hendedura; algunos, señalando primero con la hoz la parte por donde han de hender el tronco, le atan antes que hagan la obra a la redonda con una mimbre y después interponen cuñas refrenando al atadura la libertad del poderse hender. Algunos árboles enxeridos en el plantel se trasponen el mismo día. Si es grueso el tronco que se enxere es mejor que se haga entre el madero y la corteza, alargándola con cuña de hueso porque no se rompa.

Hiéndense los cerezos quitada la corteza. Estos solos se enxeren también después del furor del himbierno. Quitada la corteza se les halla una manera de vello, el cual, si comprehende el enxerto, le pudre. La púa que se mete con cuña lisa y rezia se une y aprieta con grande provecho. El mejor enxerir es el más cercano a la tierra si lo consiente la manera de los ñudos y del tronco. Han de estar levantadas las púas en largura de seis dedos y no más. Catón manda que se mezcle estiércol de bueyes y arena con greda y arzilla y que ansí se amase hasta que se pare pegajoso, y que éste se ponga entremedias y a la redonda de la junctura.

De las cosas que dexo escripias parece claramente que en aquel tiempo solían enxerir entre el madero y la corteza y no de otra suerte. O meter las púas más que por ancho de dos dedos. Manda el mismo enxerir los perales y manzanos por el verano y solsticio, espacio de 50 días, y por las vendimias, pero las higueras y olivas solamente por el verano, y en la coniunctión de la luna. Aliende desto, después de mediodía, y no corriendo ábrego. Y es de admirar que no amparar el enxerto, según que havemos dicho, y cubrirle contra las aguas y fríos con césped y con haces blandos de vimbres hendidas, manda siempre que se abriguen y fortalezca con borrajas y que se ate esta hierba cubierta con paxas al enxerto. Con todo esto piensan agora que basta cubrir la corteza con barro amasado con pajas, dos dedos en alto sobre el enxerto.

Ofenden el tiempo a los que enxeren por el verano, provocándose las yemas; sacada la oliva, cuyos ojos están mucho tiempo de parte y tienen debaxo de la corteza muy poca humidad, la cual, si es demasiada, daña los enxertos. Pero al granado e higueras, puesto caso que son fuera de éste árboles secos, no es provechoso dilatarlo. El peral se puede enxerir aunque esté con flores y dilatar esta obra hasta el mes de mayo y, si se llevaren lexos las púas de los manzanos, se cree conservar su humidad y zumo metidas en nabos o sin esto puestas entre dos tejas a par de algún arroyo o estanque soterradas del todo en la tierra.



EL INTERPRETE


1(Enseñó ansimismo el enxerto de simiente). Deste texto se entiende haver tenido entendidas los antiguos muchas maneras de enxertos, de que hoy también usamos. El primero de que Plinio tracta es la inoculación o ophtbal, mismo en que, rompida la corteza, hazían con una alezna de zapatero (porque leo subula y no fistula) un agujero en el mismo ojo o yema y en éste metían la yema o simiente —porque todo lo importa esta palabra acerca de los agricultores— quitada con el mismo instrumento de otro árbol, aunque, como luego dize, buscó Vergilio la concavidad en el ñudo de la yema de cada corteza que se quitó, y allí enxerio la que se havía quitado de otro ramo. Es esta manera muy semejante al enxerto que hoy llamamos en Hespaña de cañuto, el cual se obra desta manera: cortan con un cuchillico bien agudo una vara verde, lustrosa y sana, preñada de yemas por todas partes y de humor de aquel árbol de quien se desea la fructa. La cual vara es igual en tamaño y grueso {a} aquella en que se ha de exercitar el enxerto. Raen el cabo como también el de la otra, la cual ha de ser en todo semejante y mirar a la misma parte del cielo. Entonces hazen tres o cuatro dedos de la yema un círculo, cortada a la redonda la corteza, y poco a poco y blandamente la despegan con su yema. Lo mismo hazen en la vara que esta en su árbol, dexando sano el bultillo pegado a la madera debaxo de la yema, como su estribo y fundamento, arrojan a mal este segundo cañuto, substituyendo muy ajustado el primero, y atanle de suerte que hagan a su madero amor y se apegue con él, tiniendo gran cuenta con que no se apriete o maltrate la yema. 2(Pero el caso). Leo esta letra ansí: et tractenus natura ipsa docuit insitionem. At casus magister alius, etc. 3(Quitase pues con una sierra). Ya tracta de otras dos maneras de enxertos, también en nuestros tiempos muy usadas y sabidas. La primera se haze, en los árboles pequeños, entre la corteza y matriz o corazón y, en los ya crescidos, entre la corteza y madera. Llámanla los griegos encentrismo y los españoles enxerto de coronilla. Preparadas, pues, las púas y cortado algo alto el árbol, si no es muy nuevo, al tiempo que comienza a brotar y alisada muy bien la herida, meten livianamente entre la corteza y madera una cuña de hueso, mirando que no se rompa, hondo de tres dedos, y adelgazan las púas por la una parte tan largo cuanto se metió la cuña, de suerte que ni hieran el corazón ni la corteza del un cabo y ansí las meten y conservan según los preceptos ordinarios de los agricultores. La segunda se hazía antiguamente en sola la médula, no enxiriendo sino una sola púa, mas después se hizo en el tronco y con mayor número, entendida, según dize Plinio, la necesidad de que, si perecíese una o más, quedasen otras, porque no suelen prender todas. Llaman los griegos esta manera emphylismo y los latinos enxerto de mesa y exercítase casi de la manera que la pasada, fuera de que se hazen hendido por medio el tronco, según se puede ver en el texto. 4(Higinio). Ansí leo y no Vergilio, por no hazer él de lo que aquí Plinio dize mención, sino Higinio, al cual Vergilio imita, y allegarle nuestro autor entre los autores de que en este volumen se piensa aprovechar.





TOMO V. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 2