CAPITULO XII


De la distancia en que se han de sembrar unos árboles de otros, de las sombras y agua que dellos destila y dónde se devan plantar


A este lugar toca expliquemos los intervalos que deven tener entre sí los árboles. Algunos han mandado que se planten los granados, arraihanes y laureles más espesos, pero distantes nueve pies entre sí. Los manzanos algún tanto más espaciosos, más los perales y más los almendros e higueras, lo cual se dará a entender de la amplitud de sus ramas, de los lugares y de la sombra de cualquier árbol, porque es menester se tenga también cuenta con ella. Son pequeñas (aunque sean de grandes árboles) las de aquellos que tienen la rama dispuesta en redondo,1 según se ve en los manzanos y perales. Las mismas son muy grandes en los cerezos y laureles. Hay ansimismo diferentes propriedades en sus sombras. La de los nogales es pesada y dañosa a las cabezas de los hombres y a lo que acerca de ella se planta o siembra. Destruye también las mieses el pino, pero ambos resisten a los vientos, porque es menester saber con qué géneros de árboles se han de amparar las viñas.

Las gotas que en tiempos de aguas caen de los pinos, quexigos y enzinas son muy pesadas. Del aciprés no cae ninguna y es su sombra muy pequeña y rebuelta en sí. La de las higueras, liviana, aunque desparzida, y por eso no vedan sembrarse en las viñas. La de los olmos es liviana y mantiene y sustenta las plantas que cubre. A Attico le parece ésta también pesadísima, y no dubdo ser ansí como se dexen dilatar sus ramos, aunque si los recogen, no entiendo ser de daño alguno. Es también agradable la del plátano, de lo cual se puede dar a la grama crédito, pues no hay otra que cubra los asientos más alegremente, y no a ella sola. El chopo no haze ninguna, jugando continuamente sus hojas. Es grasa la del aliso porque apascienta y mantiene los sembrados. La vid es bastante a hazerse sombra ansimisma, templando el sol con la sombra de sus hojas movibles y que se están continuamente meneando, las cuales siendo pesadas la amparan contra el agua al tiempo que llueve. Todos los árboles que tienen los pezones largos son de liviana sombra. No nos havemos de enfadar destas cosas o tener en poco saberlas, pues es cierto ser a algunos árboles la sombra madre, y a otros triste madrastra. La de los nogales, pinos, piceas y pinavetes es sin dubda veneno a todo lo que tocan. Lo que hay que dezir de las gotas que caen de los árboles, en suma, es que todas aquellas que caen de árboles, que de tal manera son defendidos de sus hojas que no los penetra lluvia ninguna, son dañosas y malas.

Ansí que hará en esta cuestión mucho al caso saber en qué espacios sustenta la tierra que plantemos cualesquiera géneros de árboles. Los collados quieren por sí menores distancias y en los lugares ventosos es bien que se planten más espesos. Pero las olivas con grandes intervalos, las cuales es universal parecer que se siembren apartadas por lo menos espacio de 25 pies y por lo más de 30, pero esto recibe variedad, según la naturaleza del suelo. No hay árbol mayor que el de Andalucía. Y en Africa (aunque esto hállanlo con los autores que los escriven) dizen llamarse muchas {olivas} miliarias por razón del peso del azeite que llevan cada un año y, por tanto, les señaló Magón 75 pies de distancia por todas partes, aun en suelo liviano, duro y ventoso, y por lo menos 45. El Andaluzía siega grande cuantidad de mieses entre las olivas. Aquella ignorancia es necesaria sea muy vergonzosa, en que siembran los árboles tan espesos que es menester entresacar los ramos más de lo que conviene y hazerlos desta manera envegecer muy presto o (manifestando los mismos que los plantaron muchas vezes su error y poco saber) cortarlos del todo. No hay cosa más fea en el labrador {que} hazer algo de que se haya de arrepentir, de manera que es mucho mejor faltar en sembrarlos algo más ralos de lo que conviene.



EL INTERPRETE


1(Las de aquellos que tienen la rama dispuesta en redondo). Esto se ve claramente en esta figura. Lo demás, a mi parecer, que toca al texto, está en la traductión muy claro.

TOMO V. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 2