CAPITULO V


De diversos linages de tierras


Si alguno quisiere saber si la tierra es amarga o flaca, entenderlo ha en las hierbas que crían negras y que mudan su naturaleza y especie, y la fría de las que produze, por la mayor parte, retostadas. Iten, la húmida, en las tristes, y la bermexa y arzillosa o barrizal en sola la vista, las cuales son muy trabaxosas de labrar y cargan los rastros1 y rexas de grandes y pegajosos terrones, aunque no todo lo que es causa de no labrarse bien es necesario contradiga al fructo.

Lo contrario tiene la cenizienta y de arena blanca, porque la estéril y espesa se conoce luego que con el aguijada la tocan. Refiere Catón, brevemente, según su costumbre, sus defectos diziendo: “guárdate de arar la tierra carcomida y de llegar a ella carro o ganado”. ¿Por qué razón diremos que teme tanto la tierra deste nombre que parece privarla aun de las pisadas? Traigamos a la memoria la carcoma de la madera y hallaremos las faltas que tanto abomina, que son: ser seca, hueca, escabrosa, blanquizca, carcomida y espongiosa. Mas dixo él una sola palabra que con muchas podría bien explicarse, porque hay tierras que se pueden llamar viejas para manifestación de sus fechas; ni por edad, que ésta no se dexa entender en ellas, sino por naturaleza, y {por} esta causa estériles para todas las cosas y de poca fuerza y virtud.

El mismo {Catón} tiene por bueno el campo que está en las faldas de los montes, con llanos que se extienden hazia el mediodía, cual es el sitio de toda Italia, y la tierra tierna que llaman pulla o negra. Esta, pues, será la mejor y más aparejada para labrarse y entiéndase que la llamó tierna con admirable significación y que se halla en este vocablo todo lo que se puede desear, por lo tal será de fertilidad templada, de blanda y fácil labor y no húmida ni sedienta. Esta resplandece después de arada, cual Homero, fuente de los ingenios, dixo haver sido esculpida por los dioses las armas, añadiendo el milagro de la negra, puesto que se hiziese en oro. Aquélla buscan las importunas aves recién boleada acompañando la rexa. Y los cuervos, picando las pisadas del gañán.

Cuéntase también en este lugar el parecer del desperdicio y demasía y algunas cosas al mismo propósito, porque Cicerón, otra lumbre de las doctrinas, dize ser mejores los ungüentos que saben a tierra, que no los que saben a azafrán, y quiso más dezir los que saben que no los que huelen. Ansí es cierto que aquélla será mejor que supiere a ungüento, y si ha vemos de ser advertidos de cuál sea aquel olor de la tierra que se busca, digo que se manifiesta aun sin moverla muchas vezes al poner del sol, en el lugar que el arco del cielo abaxa sus extremos o pulgares y cuando después de la continuada sequedad es mojada de aguas, porque entonces echa de sí aquel olor divino, concebido del sol, con quien no hay suavidad que pueda compararse. Este olor ha de tenerlo movida, y, hallado, no engaña a ninguno, y por él se purgara muy bien de la tierra, tal es casi el de los barbechos que se siembran cuando se corta2 cualquier antigua montaña, la cual se loa de consentimiento y parecer de todos, y aun para sembrar las mieses se tiene por más provechosa la misma tierra, cuando quedándose por labrar huelga algunos años, lo que no acaece en las viñas, y por tanto se ha de buscar con más diligencia, porque no es verdadera la opinión de aquellos que creyeron estar ya las tierras de Italia cansadas.

Depende también el tiempo de cultivar las tierras en diversos géneros del aire y no hay ninguna que se pueda arar, en haviendo llovido, de las que se hazen barro con la demasiada humidad, como por el contrario es Bizantio de Africa, aquel campo tan fértil que acude a 100 y a 50 por uno,3 no haya bueyes cuando está seco que pueda ararle, y después de haver llovido le havemos visto arado de un asnillo ruin con ayuda de un solo cordero que traía, de la otra parte del yugo, la rexa. En lo demás, procurar que se enmiende y corrija una tierra con otra (según que algunos mandan se haga), echando, sobre la flaca, grasa, o delgada sobre la que es húmida y gruesa, embevedora de agua, es desatinada diligencia, porque ¿qué puede esperar el que labrare semejante tierra?



EL INTERPRETE


Aunque la tierra pura sea un elemento gravísimo, frío y seco, privado de segundas cualidades e inhábil para criar ni bien ni mal las plantas, pero de la elementada hay muchas diversidades, porque a causa de las diferencias que se cuentan de parte de las regiones y cielo, y las que del sitio como es de ser llanos, valles o montes y de éstos laderas o collados, que también llaman cumbres, unas exceden en unas calidades simples o compuestas, y otras son en ellas templadas y sin exceso alguno. Unas estériles y otras fructíferas, unas gruesas y otras flacas, unas glutinosas y otras areniscas y secas, unas duras y otras a manera de ceniza, y otras de otras muchas formas, que por las recitadas pueden con facilidad entenderse, a las cuales en diversas partes desta Agricultura daremos sus proprios nombres. Es la mejor de todas la pegajosa, blanda y gruesa, no arenisca, como no sea arzilla o barro, porque ésta, por su extrema dureza, es inhávil para las plantas. Conócense también las que son buenas en ser abundantes de grama: yezgos, juncos, zarzas, trébol, visnagas, endrinos monteses, cegutas, cañahejas, cardos, malvas, quexsigos y retamas, con que sean todas ellas grandes, verdes, alegres, y xugosas; iten en embever presto el agua y conservar mucho tiempo el humor y en nacer en ellas aguas dulces, gruesas, pesadas, corruptibles y cenagosas y en que se adulte, lo cual se conoce desliéndola en agua y gustándola, aunque esto pertenece más a las que han de criar viñas. Es ansimismo buena la tierra la que en lloviendo se ablanda, ya para muelle, fofa y no dura. Los xarales, coscojares y rebollares muestran ser la tierra mediana. Los enzinales suelen muchas vezes nacer en tierras areniscas. Nace por la mayor parte en tierras muy livianas el romero y berezo. Las tierras malas del todo son arenales floxos, tierras desnudas y peladas de hierba y que, si alguna tienen, es mala, resequida, arrugada, como roñosa, sin xugo y sin substancia alguna; iten, atochales, las que con el agua se endurecen y entiesan y las muy secas y salobres o saladas y amargas. Pero que se deva tener cuidado de conocer la calidad de las tierras y sus diferencias advierte la mayor parte de los agricultores, en especial Vergilio, en los versos que comienzan: nunc locus arvorum. Palladlo en su primero libro dize no hazer mucho al caso el color, pero ser la dulce lumbre y grasura de la tierra muy importante, la cual se conoce mojando un terrón pequeño en agua dulce y amasándole, porque si se apega a los dedos es cierto ser gruesa, y si no, no.

1(Rastros). Instrumento era de que usa van los antiguos y usan los de nuestro tiempo en muchas partes para mover y allanar la tierra, dándole el mismo nombre. 2(Cuando se corta). Otros leen “cuando se quema”, por lo que enseña Theophrasto en el libro seis de Las causas de las plantas y capítulo XXV, diziendo ser sequedad la que puede hazer olor en todas las cosas o en algunas, lo cual se dexa también entender en la tierra, cuando, quemado el suelo por el tiempo del estío, se ofrece caer aguas, porque el humor, mezclado con el polvo {que levanta el} rocío, engendra olor, según que acontece también en las demás cosas, porque lo que dizen del arco celeste, que haze olorosos los árboles y lugares sobre que está, es que los haze no en todas maneras olorosos, pero solamente cuando se halla cerca alguna materia quemada, y aun por ventura no haze esto de por sí, pero en cierta manera acaso lloviendo en los lugares sobre que se ponen, porque mezclado con la materia que se quema el liquor levanta cierto vapor oloroso, no cayendo mucha agua antes, por la mayor parte algunas gotas, de manera que no falte algún calor y sequedad. Favorécense también de lo que afirma Aristóteles en la duodézima partícula de Los problemas, confirmando el sobredicho parecer en Theophrasto, y dizen que aquellas palabras, quae con sensu laudatur, se han de leer de otra manera, conviene a saber cum sensim impluatur; a mí no me pareció mudar la letra de mi códice, porque, si bien se mira, ya Plinio havía dicho que el olor de la buena tierra ha de ser cual el de aquella sobre que se pone el arco, cuando el sol va en occidente, y agora dize otra cosa diferente y nueva y es tal el de los novales o barbechos que se siembran en alguna selva rompida de nuevo y arada. 3(A 100 y a 50 por uno). Aquí es menester traer a la memoria que Plinio, en el capítulo IV del libro quinto, escrive 100 solamente, de donde se ve que hay error o en el un lugar o en el otro.



TOMO V. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 2