CAPITULO III


De la hermandad que tiene el cielo y la tierra con los árboles


Algunos fuerzan el cielo a obedecer a la tierra plantando hazia oriente1 y septentrión las cosas que se ponen en lugares secos, y hazia mediodía las que en húmedos. Y toman también indicio de las mismas vides plantando en lugares fríos tempranas, porque venga antes que el frío su fructa; y los manzanos y vides que aborrescen el rocío contra el oriente, porque se le quite luego el sol, y los que le aman hazia el poniente o también hazia el septentrión para que gozen de él más tiempo. Casi todos los demás, siguiendo la razón de la naturaleza, porfían que se planten hazia el cierzo las vides y árboles, y aun Demócrito creyó hazerse desta manera más oloroso su fructo.





EL INTERPRETE


1(Hazia el oriente). Algunos leen hazia occidente, pareciéndoles que la sequedad del lugar se templara mal con el solano que deseca. Pero díganme los tales, si esto enmiendan ansí, ¿por qué permiten plantarlas hazia septentrión, pues aquel viento también tiene fuerza de desecar? O ¿cómo templará el viento meridiano, que es de su naturaleza húmedo, los lugares que son del mismo temple y complexión? Por lo cual yo creería haver Plinio querido que los lugares secos miren al oriente, porque la naturaleza del lugar se conforme con aquella región del cielo a que mirare y ansí obedezca el cielo, o se concorde y rinda al temple de la tierra. De manera que, como haya tierras cálidas, frías, secas y húmedas, ralas, espesas, pesadas, livianas y finalmente grasas y magras, ni las muy calientes hazen fértiles y populosas las vides o árboles por abrasarles su xugo y humedad, ni las muy frías por hazerles las raíces inmovibles, estúpidas y congeladas, ni las que tienen exceso del humor a causa de podrirlos, ni las en extremo secas por no subministrarles el devido mantenimiento y sustentación, ni las muy espesas por no embever las lluvias ni se dexar fácilmente visitar y penetrar del sol y del aire, ni las muy ralas porque, fuera de que no tienen el liquor, antes le dexan colar a lo más baxo donde no sirva ni aproveche, son demasiadamente de los soles y vientos desecados, ni las muy pesadas porque apenas se pueden éstas cómodamente labrar, ni las contrarias porque no sufren la lavor y, finalmente, ni aun las muy grasas o de excesiva magreza, porque las primeras pecan de lozanas y viciosas y las postreras de estériles y sin substancia. Ansí que muy bien dixo Hippócrates, aunque a otro propósito, ser todo lo nimio o demasiado enemigo de naturaleza, y es cosa muy conveniente evitar los extremos, si no fuese en extrema necesidad, y escoger de tal manera el medio que en las vides antes inclinemos a calor que a frialdad, a sequedad que a humidad y a ralo antes que a espeso. Y aun dize Columela, en su quinto libro De re rustica, que la tierra que es buena para vides lo será también para los árboles, y Palladlo en el {libro} segundo que es buen suelo aquel que tiene medio entre las extremas destemplanzas y se acuesta antes a raridad que a densidad.

TOMO V. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 2