CAPITULO II


De la conveniencia del cielo con los árboles y hazia qué parte del cielo conviene que miren


Gustan del cierzo1 más que de otro viento alguno, y hállanse por la parte que éste corre más espesos, más alegres y de más firme madera, en lo cual se engañan muchos, porque no se han de poner las estacas en las viñas contra él, antes solamente de la parte del norte, y aun los fríos aprovechan a sus tiempos mucho a la fortaleza y seguridad de los árboles, y brotan con ellos no sin grande prosperidad y, por el contrario, por la blandura de los ábregos se abren y mucho más, y no sin grande perjuicio suyo, las flores, porque si, rezién caídas éstas, llueve, totalmente perece la fructa, tanto que de los almendros y perales, si les sobreviene tiempo del todo nublado o corre viento ábrego, no hay que esperar cosecha.

Cosa muy contraria es a las olivas y vides llover por el tiempo de las Vergilias,2 a causa de que entonces conciben. Estos son los cuatro días indicatorios de las olivas, este es el punto austrino del nublado suzio, que dezimos. Sazónanse ansimismo las mieses, por los días que corre ábrego, con más presteza, pero no bien. Aquellos fríos que vienen con norte o en mala coyuntura se tienen por dañosos y es negocio muy importante a los arboles que corran por el himbierno cierzos, y entonces tienen las plantas causa evidente de apetecer el agua, por ser cosa natural que los árboles, quedando sin virtud y substancia por la fructa que han llevado y flacos por haver perdido la hoja, tengan hambre grandísima de su mantenimiento y humor que es el agua. Y ansí se ve por experiencia ser muy sin provecho el himbierno templado, como causa de que los árboles, debilitados del parto precedente, tornen luego a concebir y brotar y se consiga tornarse a gastar produziendo nuevas flores, y aun, si se continúan y perseveran en esta disposición muchos años, mueren los mismos árboles por ser esta pena fertísima de los que con falqueza y hambre trabaxan.3 Luego el que aconsejó que se deseasen himbiernos serenos no lo dixo por los árboles.

Tampoco son las aguas provechosas por los solsticios o tiempos muy cálidos, porque dezir que se alegren las mieses con el polvo del himbierno,4 nace de fertilidad y lozanía de ingenio. Fuera desto deseo común es de las mieses y árboles que haya mucho tiempo nieves sobre la haz de la tierra, de lo cual no es sólo la causa encerrar o comprimir adentro el ánimo o virtud suya, que suele huir y desvanecerse por exhalación, y hazerla retroceder a la fortificación y amparo de sus raíces, pero irse comunicando poco a poco el humor puro y muy liviano, porque la nieve es espuma del agua del cielo. Destilando pues della poco a poco el agua y no dexándose embever de una vez ni arroyando la tierra, la mantiene muy a su gusto y necesidad, como si se mamase y chupase de qualque pecho, no inundándola o aguareándola, y ansí la tierra se enlienda y enhueca y toma tan buena sazón que, humedecida y no cansada, y dando virtud a lo sembrado cuando se serena y aclara el tiempo, se muestra en las horas templadas alegre y desta manera se hazen grasos y rezios los panes, sacando los lugares donde está siempre el aire caliente, como en Egipto, porque allí la continuación y costumbre haze lo que en otras partes la templanza y aprovecha mucho donde quiera que sea no haver cosa que dañe.

En la mayor parte del mundo acontece que, cuando se anticipan los pimpollos tempranos, combidados con la templanza y blandura del aire, siguiéndose fríos se queman, por lo cual los himbiernos tardíos son dañosos hasta a los árboles silvestres, a los cuales se les haze aún más de mal por ser afligidas de él sus partes y no prevenidas y amparadas con algún remedio, pues es ansí que no tenemos cuenta con vestir los tiernos y delicados como se acostumbra a hazer en los domésticos, abrigándolos y cubriéndolos con hojas y vástagos secos de hierbas.

Luego la primera razón del agua es por el imbierno; después, al tiempo de brotar, y la tercera cuando ya crían su fructa y no luego, sino cuando está rezia y firme para poderla sufrir. A los árboles que la detienen más tiempo y desean más humidad son también las aguas tardías provechosas, como a las vides, olivas y granados. Estas terceras aguas son deseadas de cada linage de árbol de su manera, según el tiempo en que maduran su fructo, y ansí vemos unas mismas aguas aprovechar a unos y dañar y destruir a otros, aun en un mismo género, como acaece en los perales, de los cuales los hibernizos las quieren en un tiempo y los tempranos en otro, puesto caso que todos las desean.

Precede el himbierno al brotar de los árboles y en éste es más a propósito el cierzo que el ábrego. Por la misma razón se prefieren los lugares mediterráneos a los cercanos de la mar, a causa de ser aquéllos por la mayor parte más fríos; los montuosos, a los llanos, y las aguas de la noche a las del día, por gozar los panes más tiempo de ellas sin ser de presto consumidas de los rayos y fuerza del sol. La misma razón corre en el sitio de las viñas y arboledas. En lo que toca a hacia cuál parte del cielo devan mirar, Virgilio veda plantarlas hazia el poniente; otros creyeron ser mejor este sitio que el oriental. Muchos aprueban el de mediodía, mas yo no creo poderse dar regla general en estas cosas, porque se ha de tener cuenta con la naturaleza de la tierra, condición del lugar y propriedades de la región. En Africa, mirar las vides al mediodía es a ellas dañoso y al labrador no saludable,5 por inclinar a la parte austral y, por tanto, el que allí plantare hazia poniente o norte templará discretamente el suelo con el cielo, como Virgilio reprueve el poniente, y no parece quedar dubda del norte. Pero en Lombradía es cosa sabida no haver otras más fértiles que las que se plantan desta manera.

Mucho importan los vientos: en la provincia Narbonense, Ginovesato y parte de la Toscana, sembrar contra el cierzo no se tiene por acertado y tomarle al través creen ser muy grande aviso y discreción, porque éste modera allí el hervor de los estíos, aunque algunas vezes corre con tanta violencia y fuerza que se lleva tras sí las cosas.



EL INTERPRETE


1(Gustan del cierzo). Cuánta cuenta se deva tener con los vientos y cielo, y con la región, muestra Virgilio en su Geórgica cuando dize: Ventos et varium coeli praedicere morem cura sit, ac patrios cultusque habitusque locorum, et quid quaeque ferat regio, et quid quaeque recuset. 2(Por el tiempo de las Vergilias). En otras partes destos comentarios havemos dicho cuándo salen y se ponen estas estrellas cósmicamente con el Sol. Higino, en el libro segundo De los signos o imágenes celestes, dize significarse el estío cuando nacen, y cuando se ponen el himbierno. Llámanlas los latinos Vergilias, según el sobredicho autor, por razón del verano; los griegos, Pléyadas, y nosotros, Siete Cabrillas, aunque no se ven hoy más de seis por algunas causas que él allí trae, las cuales con otras muchas dexamos como ficticias y fabulosas. Unos los ponen en la cola del Toro y otros en su cabeza. 3(De los que con falqueza y hambre trabaxan). Alude al aphorismo de Hippócrates en que dize que los que tienen hambre no han de trabaxar. 4(Con el polvo del himbierno). Dize esto por lo que cantó Virgilio: Hiberno laetissima pulvere farra, del cual parescer veo apartarse, no sólo en lo que pertenece a los árboles, mas también en lo que toca a las mieses, y de lo que escrive: Humida solsticia, atque hyemes optate serenas, / Agricolae, hiberno laetissima pulvere farra. 5(Y al labrador no saludable). Leo viti inutile, et colono insalubre, etc.

TOMO V. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 2