CAPITULO XV


De los árboles del Atlas. Mesas de cedro y qué se loa y vitupera en ellas


Cuéntase haver en el monte Atlas una selva muy particular de que ya havemos hablado. Confinan con ella los mauritanos, que abundan en citrosa {que proporcionan tableros de mesa buscados con locura por los varones, lo cual les echan en cara las} mujeres, {que prefieren} las perlas, de cuyo demasiado uso suelen ellos culparlas.

Dura hasta hoy1 una mesa de Cicerón, que por diezb sestercios, pese a su povreza, fue comprada. Y, lo que es más de maravillar, en aquel siglo. Con ésta se cuenta la de Gallo Asinio, comprada por onze.c Vendiéronse dos que fueron del rey Juba, de las cuales la una costó 15 sestercios, y poco menos la otra. Quemóse poco ha otra que havía sido de los cethegos, comprada por onze. ¿Cuánta sería la estima2 de una principal heredad, si con todo huviese alguno que holgase de comprar posesión tan cara? La mayor que se sabe fue una, juntada de dos medios círculos, que huvo Ptholemeo, rey de Mauritania, de cuatro pies y medio de diámetro,3 y la cuarta parte de un pie o cuatro dedos de grueso, en la cual hay una junctura4 tan encubierta que parece haver en esta obra excedido el milagro del arte al de Naturaleza, aunque ésta la huviera criado de un pedazo. Iten, la de otra {mesa} maciza que quedó de Nomio, esclavo libertado de Tiberio, caésar, de tres siálicos5 menos que cuatro pies, y de medio pie de grueso, menos otros tantos.

No se deve en este propósito callar haver tenido el príncipe Tiberio una de cuatro pies, y un sextante6 con un sicílico, y de grueso sescuncial,7 cubierta de hojas de madera, por haver tenido Nomio su esclavo otra tan grande, cuya madera fue una hinchazón de la raíz de su árbol. En la cual lo que más se estimava era haverse toda criado debaxo de tierra, y ser más porosa y rala8 que no las que encima se criavan y aun que aquellas que nacían en los ramos, y que lo que tan caro se comprava era propriamente enfermedad de su árbol. La grandeza destos árboles y de sus raízes se puede entender destas hinchazones, que se criavan en ellos. Son, pues, semejantes al cedro, al aciprés hembra y silvestre, en la hoja, color y tronco. Solíanse criar en el monte Anchorario, desta parte de Mauritania, los más excelentes de todos, pero ya está atalado.

Lo que más se busca en las mesas es que sean crespas en la vista, o de diversos remolinos. Lo primero se haze por un discurso prolongado, y lo segundo por el torcido: y por tanto se llaman las primeras tigrinas, y las segundas pantherinas. Hay otras ondeadas y crespas, y tiénense en más si se parecen a los ojos de las colas de los pavones. Son, después déstas, muy preciadas las crespas, que tienen una espesa muchedumbre de granos, y se llaman, de la semejanza de las abejas, apiadas. Lo sumo de todo es el color, el cual quieren que sean principalmente de clarea, resplandeciente en sus venas. Estímase después desto su amplitud, aunque sea de todo el pie del árbol; agradan también9 en una mesa muchas manchas del madero. Llámase ansí {madera} una madera sordad y una confusa simplicidad o dividida y harpada a modo de hojas de plátano. Iten, una semejanza de las vetas de la ílex o del color. O unas hendeduras o pelos que parecen a ellas, causandas del calor o de los vientos. Después unas como murenas,10 con negro discurso, y un color del todo más cercano a negro, comprehendido a modo de dormideras con varios11 puntos de las cortezas, o unas manchas de diversos colores.

Sotiérranlas los bárbaros y uníanlas con cera cuando verdes, pero los artífices las meten en montones de trigo por siete días, interpuniendo otros siete, y es cosa maravillosa cuánto les quitan, de aquesta suerte, del peso. Hase entendido poco ha, en los naufragios, espesarse también esta madera desecada en el mar con dureza incorruptible, más que de ningún otro modo. Hínchase y resplandecen fregándolas con la mano enxuta,12 mayormente después del baño. No se dañan con el vino, como engendradas con él.

Cuéntase este árbol entre los raros ornamentos de la vida regalada, por lo cual parece que devíamos insistir en él un poco.



a. Thuja sp.

b. Según otros, un millón.

c. Un millón cien mil, según otros.

d. Sin brillo.



EL INTERPRETE


1(Dura hasta hoy). Budeo lee ex tantho die Ai. Ciceronis in illa paupertate, et quod magis mirum estillo aeuo emptae sestertiis undecim. Memorantum et gallia sinii sestertiis undecim venundatae. Sunt et duae a Juba rege pendentis, quarum alteri precium fuit sestercia xii alteri Paulo Minor interiit nu per incendio cethagis descendens sestertiis xiv per mutatae, latifundii tasatione, etc. El lector podrá escoger la letra que más le agradare. 2(Cuánta sería la estima). Interpreto la letra de mi códice; los antiguos tienen permutati latifundü taxationes, y querría dezir con aprecio de la heredad que por ella se dio, {por} lo cual otra vez invoco el juizio y elección délos lectores. 3(De diámetro). Ansí traslado per medium ambitum, porque no puede entenderse otra cosa. Y aún, por ventura, Plinio no dexó escripto más que per medium, y el ambitum fue añadido de alguno. 4(En la cual hay una junctura). Leo quam potuisset esse naturae, solidae, etc. 5(Sicílico). Cuarta parte es de uncía, y ésta es la duodécima parte de un pie; conviene a saber, un dedo y la tercera parte del mismo.

6(Sextante). Es sexta parte de un pie, y contiene dos onzas y dos dedos, y dos tercios más de dedo. Qué sea sestercio, havemos dicho en otras partes. 7(Sescuncial). De onza y media. 8(Más porosa y rala). Trasladé ansí rarum, por lo que dize abaxo: mirum ponderi quantum ita detrahant. 9(Agraden también). Leo juvant quoque plura in una. Mensa vitia ligni, ita vocatur, etc. 10(Murenas). Pescados son prolongados y redondos, que llamamos morenas hoy en Hespaña.

11(Varios). Llámalas ansí de las pantheras u onzas, dichas también varios, cuyos remolinos u ojos imitan. 12(Con la mano enxuta). Otros leen manu sicca fricatae a balienis maxime, nec a vinis laeduntur ut his genitae.

TOMO V. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 2