CAPITULO LIII


Del alma y haliento de los animales; qué cosas maten gustadas, del mantenimiento del hombre, y por qué causas no se cueza


Es el haliento del león de olor pesado, y el del oso pestilencial. No allegan las fieras a lo que es tocado de su resuello, y púdrese más aína que las otras cosas. Sólo el {aliento} del hombre quiso naturaleza que fuese inficionado de muchas maneras, con la corrupción de los manjares y de los dientes, pero principalmente con la vejez.

No podía el ánima sentir dolor,1 carecía de toque y de todo sentimiento, como sin ella ninguna cosa se sienta. La misma iva a cada cuerpo fresca, para salir al cabo, y quedar ella sola de todo y, finalmente, ésta se trahía del cielo. Pero no le faltó su castigo, porque ni aun aquello con que se vive agradase en la vida. Tienen este hedor principalmente los parthos, desde la mocedad, por los manjares de que indiscretamente usan, pues les hiede la boca por el demasiado vino. Pero cúranse los principales dellos con los granos que tienen entre lo azedo de las cidras. Cuyo olor es suavísimo mezclándolo en los manjares. Sacan con el haliento los elephantes las serpientes, y los ciervos las abrasan. Ya diximos de un género de hombres que saca su veneno de los cuerpos, chupándolo, y aún ellos son pasto a los puercos y a otros animales veneno.

Todos los que llamamos insectos mueren luego si los rocían con azeite. Los bueitres mueren con el ungüento,2 y los escarabajos con la rosa. Mata el escorpión ciertas serpientes. Tiñen los de Scythia las saetas con la sangre de las víboras, y con la humana. Y esta maldad es sin remedio, matando luego por poco que toque.

Ya diximos qué animales se mantienen de ponzoña, otros, como fuera desto sean sin daño, usando a comerla, se hazen ponzoñosos.3 En Pamphilia y otros lugares montuosos de Cilicia, mueren los que comen puercos monteses que hovieren tragado alguna salamandra. Y no se puede conocer del olor, ni del saber, y es venenosa y mortal el agua o el vino donde se huviere alguna dellas ahogado, o si se beve donde beven, y ansimismo los sapos; tantas asechanzas hay en la vida. A las avispas son las serpientes muy sabrosas, y sustentadas deste manjar pican de muerte; y, por tanto, hay grande diferencia en los mantenimientos. Y, ansí, cuenta Theophrasto que, en la tierra de los que viven de pescados, se mantienen también dellos los bueyes, pero estando vivos, y no de otra manera.

El manjar más excelente para el hombre es el senzillo, y el amontonar sabores es cosa pestilencial, y los guisados aún son más dañosos. Cuézense, entre los manjares, con dificultad todas las cosas acres,4 demasiadas, y comidas con cobdicia, y con muy mayor en estío que en himbierno, y en la vejez que no en la mocedad. Los vómitos, inventados para remedio desto, hazen los cuerpos más fríos, y son muy contrarios a los ojos y a los dientes. Dormir sobre el manjar es cosa más conveniente para engordar que no para estar el hombre fuerte, y por eso tienen por mejor que hagan los luchadores la digestión paseándose, porque se vencen los manjares principalmente con la vela.



EL INTERPRETE


1(No podía el ánima sentir dolor). Búrlase de la opinión de Platón, el cual dezía que las ánimas, siendo criadas ab aeterno, se infundían en los cuerpos de los hombres, cuando estavan aptamente organizados, en el vientre, y parece sentir ser aliento, cuando dize “pero no le falta su castigo, porque ni aun aquello con que se vive fuese a la vida agradable”. 2(Los bueitres mueren con el ungüento). Porque leo vultures unguento quidem fugant, scarabei rosa, de Theophrasto, en el libro sexto De causis plantarum, capítulo IV. 3(Se hazen ponzoñosos). De aquí ha nacido grande competencia entre los médicos, que disputan si con usar mucho tiempo el veneno en los mantenimientos puede un hombre venir a término que no sea el dañado, antes sea a los otros hombres ponzoñoso, y concluyen que sí, como también del uso ordinario de la triaca podría un hombre hazerse antídoto y medicina contra las ponzoñas. 4(Todas las cosas acres). Esto acontece por su excesivo calor, junto con humidad. Porque es cierto, según doctrina de Galeno en el libro cuarto De las facultades de las medicinas simples, ser este sabor indicio de mayor calor que el que muestran todos los otros sabores, tras éste el amargo, y luego el salso, porque el dulce o pingüe, aunque muestran algún calor, es en muy pequeño exceso. Ni más ni menos el que muestra mayor frialdad de todos es el acerbo, luego el austero y, el que menos de todos, el azedo, que está ya cerca del templado, según en el libro allegado lo siente Galeno, donde podrá el curioso lector ver acerca destos sabores consideraciones muy provechosas y delicadas.

De todo lo demás que Plinio afirma en este capítulo se pudiera dar razón natural, pero, porque esto es llano acerca de los philósophos, y se hallará a cada paso en los libros de los médicos, me pareció pasarlo en silencio.

TOMO V. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 2