CAPITULO XXII


Bombyces, bombylio y necydalo, y quién fue el primero que halló la vestidura bombyciana


Hay entre estos animales otro cuarto género de los que llaman bombyces,1 que se crían en Asiría, y mayores que los sobredichos. Hazen sus nidos de lodo, pegados a las piedras a forma de sal, tan tiesos y fuertes que apenas podrán horadarlos con una lanza, y en éstos sus ceras más largamente que las abejas y después un gusanico mayor.

Hay otro origen de aquéstos, de un gusano más grande, el cual tiene dos cornezuelos de su género, de aquí se hazen las erucas, que es cierto género de gusanos. Después lo que llaman bombylio, déste el necydalo y de aquéste, en seis meses, el bombyx. Texen telas al modo de las arañas, para vestiduras de mujeres de demasiado gasto y desorden que llaman bombycianas.

La primera que dio orden para que se tornasen a urdir y texer fue, en Coo, una mujer llamada Pámphyla, hija de Platis, digna de fama de que no sea defraudada, porque inventó vestidura que desnudase las mujeres.



EL INTERPRETE

1(Bombyces). Muchos han pensado ser éstos los gusanos de la seda, pero entenderá no ser ansí el que considerare su naturaleza y la cotejare con la que Plinio refiere de los bombyces. Toman pues la simiente por San Marcos y abívanla en los pechos o en otro lugar de calor semejante (de donde nació el refrán: “Por San Marcos abiva tus gusanos’’). Luego aplícanle las hojas más ternecicas del moral o morera, guardándose que no sean estos arboles regadíos, y ansí van acrescentándoles el manjar y crivas donde los tienen. Como ellas van haziéndose mayores llegan a grandeza igual en los dedos humanos o casi. Duermen tres vezes y, en fin, poniéndoles ciertas hierbas de buen olor, suben a ellas, hilan y sacan sus capullos. Tiénese cuenta con que no oigan atronar, tañéndoles panderos o sonando otras cosas que los estorben, porque de otra manera mueren de espanto. Tiénese, ansimismo, en cuenta con el lugar que sea abrigado y no aparejado para la rapiña de los ratones y de otros animalejos, y con otras cosas de que no hay necesidad se haga particular mención. De los capullos, unos llaman en Hespaña ocales y son los que texen dos gusanos juntos. Estos son sin provecho porque no se pueden hilar o desarrevolver; otros guardan para simiente porque colgados sobre un paño blanco, puestos en la pared, a su tiempo rompen los capullos unas mariposas blancas, grosezuelas y atropadas, y, salidas, se juntan el macho con la hembra y derraman la simiente sobre el paño, donde se apega, y de ahí la cogen y guardan para la casta del año venidero. Estos capullos son sin provecho, porque, como los otros que diximos no se pueden hilar por estar arrevueltas las hebras de dos gusanos, tampoco éstos por estar quebradas las hebras o hilos por la parte que salieron las mariposas. Los demás {son} echados en agua caliente que tienen al fuego en bacías. Después doblan estas hebras y las tuercen según conviene, y se texe tanta manera de sedas como ha inventado el regalo humano.

Considere ahora el lector cuándo pudieron éstos hazer los nidos que Plinio dize que edifican los bombyces, o formar las ceras o cómo les converná a éstos ser cuarto género De los Animales que havía hablado en el capítulo precedente, que son avispas y tabarros.

Pues el otro género de más grande gusano y que tiene dos cuernos estendidos difiere del nuestro en que no los tiene y en que se haze bombylio, después necydalo y, finalmente, en seis meses bombyz. Las cuales transmutaciones no vemos en nuestros gusanos, y esas que hay, según que todos saben, en mucho menos tiempo. Y adviértase que leo de Aristóteles e grandiore vermiculo gemina pretendente cornua sui generis hinc eruce fiunt, etc.

Pues como nuestros gusanos no sean los bombyces ni los de Coo que se siguen, según verá el que lo quisiere advertir, ni se pueda reducir la seda a aquella lana de los árboles de los seres, quédanos especular si hayan hecho los antiguos dello mención o sea cosa nueva y dellos no sabida para cuando estemos más despacio. Y, entre tanto, persuadámosnos que la vida inventa cada día y halla cosas nuevas, las cuales a veces son de tal suerte que en ello no recibe agravio, antes gloria, la antigüedad.

TOMO V. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 2