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Libro Undécimo


DE LOS PEQUEÑOS ANIMALES Y QUE RASTREAN


A LA SACRA CATHOLICA Y REAL MAGESTAD DEL REY DON PHILIPPO, NUESTRO SEÑOR


Este libro onzeno, Sacra Magestad, da conclusión a los cinco en que comprendió este autor que interpretamos la materia de todos los géneros de animales. En el cual, aunque se tráete de menudos y baxos insectos, se esmeró tanto como la misma Naturaleza en su fábrica y artificio, porque parece haver en ellos afectado su hechura para manifestar su fuerza y poder y desembolsado toda su alaja y caudal, enxiriendo tantos sentidos y órganos, por modo tan estraño y perfección tan inexplicable, en animales tan pequeños y casi ningunos. Verá Vuestra Cathólica Magestad, en las abejas, representado un dechado de una muy felice y bien gobernada República, y en la maesaa la imagen de un muy perfecto y acabado rey. Y en las hormigas debuxada y designada la solicitud que deve tener cada cual, padre de familia y próvido y no indiligente ecónomo, en la administración y govierno de su particular casa. Y, finalmente, contemplará las partes y compostura De los Animales y, en especial, del hombre, coripheo y superior a todos ellos.

Ha sido menester para trasladar esta parte última, y hazer algún juizio de lo que en ella Plinio nos enseña, todo el exercicio que en cortar por mano agena hombresb tuve en Guadalupe, donde dexamos puesta, por la bondad de Dios, el anatomía en su punto, como hasta allí no se huviesen cortado todo sino los miembros interiores solos, haziéndolo con mucha destreza el Dr. Micón, que a la sazón practicava conmigo medicina, y después acá diversos animales y principalmente aquellos que son en sus partes más semejantes al hombre. A la qual nos dimos con mayor cuidado y voluntad por entender cuánta necesidad tuviese della el consumado y verdadero médico y el bien instruido cirujano, porque como ni el uno ni el otro no pueda curar los males si no entiende el miembro que los padece cuál sea, ni aplicar cómoda medicina en su conveniente lugar si no entiende la diferencia y postura de las partes —entiéndese, claro, que sin anatomía, la cual no se deprende sin puro exercicio—, no puede constar un cabal y excelente médico.

También, como la medicina sea una sciencia que enseña a conservar y reparar esta manera de domicilio y casa que el alma informa y habita, no sabiendo de qué partes consta o qué proporción y orden tienen entre sí, ni se podrá conservar cuando está sana ni preservar o estantalar cuando se quiere caer ni restaurarse después de maltractada. Adviértelo Galeno en muchos lugares, en los libros do enseña a cortar hombres y en los que muestra a conocer el miembro a do ha hecho ímpetu y asiento el mal, y en otras muchas partes, y ansí él, faltándole cuerpos humanos (por no permitirse en aquel tiempo en las partes que residió), lo procuró en otros animales y en cuartos de hombres justiciados o muertos por algún caso.

Con todo eso parece, a los que carecen desta parte, superflua y no necesaria, como también la astrología, cuya necesidad ellos mismos confiesan en algunas pocas cosas que della practican, ansí en las sangrías que han de hazer como en las purgas que tienen de administrar, estando los cuerpos y sus indispusiciones y causas de los males tan dependientes del cielo y raíz general, ansí para engendrarse o corromperse y conservarse, como todos los más excelentes médicos avisan, y experimentan los de cuerpos más pasibles, sin atinar de dónde les pueda proceder.

Qué diré de las plantas, animales y minerales sin cuya noticia ni se puede conservar la vida de los hombres, pues de ellos se preparan los manjares, ni curar, pues en ellos consisten todos los remedios y materia medicinal.

La necesidad de las lenguas, que también abominan, ven a cada paso los que se exercitan en leer authores trasladados de unas en otras, porque, aunque estén bien trasladados, en sus propios idiomas y phrases están fáciles y en los agenos difíciles y escuros, y si lo están mal es menester averiguar el sentido por las lenguas primeras en que se escrivieron.

Callo la philosophía, de quien nuestra medicina toma sus axiomas o dignidades, de quien comienza y tiene su principio y con cuyas velas navega su saludable varea, y otras cosas que muchos médicos escriven ser necesarias, al parecer más remotas que aquéstas, pero que maravilla es tenga la medicina necesidad de tantas artes y sciencias siendo su subiecto tan noble y delicado, y el error tan pernicioso y sin remedio y la ocasión tan breve y despepitada, en tanta travazón y eslavonamiento de las disciplinas, pues la architectura que obra en leños, piedras y otras materias más duras, y de menor importancia, presupone tantas cosas como verá el que leyere el primero capítulo del libro primero de Vitruvio.

De aquí es que Galeno, como aquel que havía de ser el padre de aquesta divina arte, no sólo aprendió y supo excelentemente todo lo sobredicho y mucho más, pero dejó libros scriptos dello como monumentos y memorias de lo que para conseguirla enteramente y sin ijada alguna trabaxó. Y ansí, el que quitare de sus obras tanta infinidad de libros anatómicos, tantos de medicinas simples y compuestas, en general y en particular, tantos de mantenimientos, ambas philosophías y dialéctica, dexará una muy pequeñita parte de los que enseñan la más vulgar medicina, que es sangrar y purgar. No digo esto, muy poderoso señor, por notar a alguno de los de nuestros tiempos, que los hay muy buenos y muy excelentes, o los de esta corte, en muchos de los cuales todas estas partes concurren, o los de vuestra real cámara, que pueden competir con todos los del mundo, sino porque no sean notados los que procuran no usurpar falsamente el nombre de médicos verdaderos, acompañando estas cosas con juizio, larga experiencia, curiosa y solícita, y profundo conocimiento de todas las demás partes de medicina y porque todos se animen a conseguir la cumbre de aquesta divina y sabrosísima arte en estos felices reinos do parece haver hallado las ciencias su cumbre.

TOMO V. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 2