CAPITULO XLII


Del silguero, papagayo y otras aves que hablan


Los silgueros, aves muy pequeñas, hazen lo que les mandan, no solamente con la voz, pero con los pies y con el pico en lugar de manos. Hay otra ave que imita el bramido de los bueyes, llamada toro, en el campo de Arlés, aunque es pequeña, y otra llamada anthos, que remeda los relinchos de los cavallos cuando, llegando ellos, es excluida del pasto de la hierba, vengándose desta manera.


Imitan sobre todo las vozes humanas los papagayos, aun hablando. Tráhenlos de la India, donde se llaman syttace, verdes en todo el cuerpo, y solamente diferenciados por un collar colorado que tienen en el cuello. Saludan los emperadores, y pronuncian las palabras que una vez tomaron en la memoria, y son, principalmente cuando beven vino, retozones. Tienen la cabeza de la misma dureza que el pico.. Este les hieren, cuando los muestran a hablar, con una vara de hierro, porque de otra manera no sienten el castigo. Cuando vuelan recíbense en los picos, y estrivan ellos haziendo desta manera menos graveza a la debilidad de sus pies.



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Tiénense en menos, por no traherlas de regiones muy distantes, cierto género de picazas, aunque parlan más claro. Aman las palabras que aprendieron, y no sólo las decoran, pero requiébranse con ellas, y rumiándolas entre sí con cuidado y pensamiento dan claras muestras de su atención. Sábese morir no pocas vezes por no poder pronunciar alguna palabra dificultosa, y si no oyen muchas vezes lo que les enseñan les falta la memoria y se gozan estrañamente desque tornan a oírlo. No son de vista de menospreciar, aunque ni muy hermosas. Harta hermosura les es el lenguaje humano: el cual no dizen deprender sino las que son de la casta de las que comen vellotas, y entre éstas más fácilmente las que tienen cinco dedos en los pies, y en solos los dos primeros años de su vida. Tienen éstas más ancha la lengua, y todas, cada una en su género, las que contrahazen el hablar humano, aunque esto acontece casi en todas.


Agrippa, muger de Cayo César, tenía, al tiempo que yo escrivía esto, un zorzal (lo cual nunca antes havía acontecido) que hablava. Tenían, ansimismo, los Césares mozos, un tordo y ruiseñores que hablaban en griego y en latín, y exercitándose cada día hablavan muchas vezes cosas nuevas, y con más larga travazón. Enséñanlas en secreto y donde no se oye otra voz que la que les muestran, continuando a estar con ellas alguno que les diga muchas vezes lo que se pretende que aprendan, y las regale dándoles algunos mantenimientos que coman.





EL INTERPRETE


Las más cosas de las que Plinio refiere en este lugar no sólo son sabidas, pero vulgarmente de muchos experimentadas. Digo las más, porque no se ha visto, que yo sepa, en nuestro tiempo, hablar zorzal alguno o ruiseñor. Lo que toca a los papagayos, hailos en grande abundancia en las Indias Occidentales, y aún otros notablemente mayores y menores que los ordinarios, según que los vemos trahídos de allá en muchas partes de Hespaña, y de colores varios y diversos.

TOMO V. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 2