CAPITULO XXXV


Cómo y dónde se hallen las perlas


Pero ¿qué partezilla es aquesta si consideramos las púrpuras, perlas y conchilios? Poco era, por cierto, esconder en nuestras gargantas los mares si no las truxeran también las mugeres y los hombres en las manos, orejas, cabeza y en todo el cuerpo. ¿Qué tiene que ver la mar con las vestiduras, o las aguas y olas con los vellocinos? No nos recibe bien esta naturaleza de las cosas, sino desnudos. Tenga toda la hermandad que quisiéremos con el vientre, pero ¿qué tiene que ver con las pieles? Poco era comer de peligros si no nos vistiéramos también dellos; tanto nos agradan por todo el cuerpo cosas buscadas con riesgo de la vida de los hombres.


Tienen, pues, las perlas1 el principio y cumbre del precio de todas las cosas. Tráhense, por la mayor parte, del océano de la India, de entre aquellas bestias, tales y tántas como havemos contado viniendo por tántos mares, por tan larga distancia de tierras y tántos ardores del sol. Y aun los indios las procuran también de las islas y, éstas, muy pocas. La más fértil dellas es la Taprobanaa y Toide,b como diximos en el ámbito del mundo; ansimismo, Perimula,c cabo de la India. Tiénense por las más excelentes las de Arabia, en el golfo Pérsico del mar Bermexo.


El origen y nacimiento de la concha es poco diferente del de las ostias. Estas, cuando las incita el tiempo del año2 aparejado para engendrar, abriéndose con ciertas maneras de bostezo, dizen henchirse de un concepto o rocío, y parir después de preñadas y ser el parto perlas, según la cualidad del rocío recebido. Si fue puro y limpio, blancas, y si por el contrario turbio, suzias, y si el cielo amenaza al concepto, pararse amarillas, porque de él constan y tienen mayor dependencia y compañía que de la mar; y de ahí les viene el color añublado o, en la claridad de la mañana, sereno. Si con el tiempo se hartan, házese grande el parto y ciérranse si relampaguea las conchas y, según la cualidad del ayuno, se disminuyen. Y si por caso atruena, temerosas y de presto cerradas, engendran las que llaman {p}hisernas,3 de forma vazía, hinchada y sin cuerpo; éstos son mueudosd de las conchas. Tienen los partos sanos muchos cueros, de manera que se puede tener (y no impropriamente) por callo del cuerpo, y ansí las limpian los artífices. Maravillóme hallarse bien con sólo el cielo y pararse bermexas con el sol, perdiendo su blancura, como el cuerpo humano. Y de ahí nace conservarle más excelente las que están en alta mar, zambullidas tan adentro4 que no penetren a ellas los rayos del sol. Páranse roxas y arrugadas cuando viejas, y no tienen aquel vigor que se desea en ellas, si no es en la juventud. Engruésanse también en la vejez y apéganse tanto a las conchas que no pueden despegarse sino con lima. Las que tienen sola una haz, y por ella son redondas y por la otra parte llanas, se llaman a esta causa timpanias.5 Vérnoslas pegadas a las nácaras, que por esta prerrogativa sirven de guardar dentro de sí los ungüentos. En lo demás, son en el agua blandas las perlas y sacadas se endurecen luego.


Ciérrase la concha vista la mano del hombre y cubre sus riquezas, entendiendo que por ellas la procuran pescar. Y aun, si con tiempo la ve, llegada, la corta {la mano} con su agudeza, pena cierto justísima, y aun se defiende con otros castigos. Porque la mayor parte dellas se halla entre los peñascos y aun en alta mar son también acompañadas de perlas marinas, y con todo esto no se pueden defender de {ir} a parar a las orejas de las mugeres. Algunos afirman que, ni más ni menos que acontece en las abejas, cada enxambre de conchas tiene una como capitana, principal en grandeza y edad y de admirable industria para guardar su exército de los pescadores, y que a éstas procuran con muy grande cuidado los buzos asir las primeras, porque hecho esto, andando las demás sin orden, son fácilmente cazadas en las redes. Y que después, salándolas mucho en vasos de barro y consumida toda la carne, caen abaxo unos granos del cuerpo, conviene a saber, las mismas perlas.


Es cierto gastarse usándolas y estragarse el color, si no se tiene cuidado dellas. Su excelencia consiste en la blancura, grandeza, redondez, peso y lisura, cosas que no se ven juntas fácilmente, tanto que no se hallan dos que en algo no se distingan y diferencien, de donde las llamaron unionese los regalos y delicias romanas; porque no tienen en griego nombre ni acerca de los bárbaros, sus inventores, otro que margaritas.f Hay ansimismo, en su blancura, grande diferencia, porque en el mar Bermexo se hallan más claras; las del India se parescen a las hojas del yeso de espejuelo, aunque son de notable grandeza. Lo que más se estima en lo que toca al calor es que sean resplandecientes, como alumbre. Estímanse también las prolongadas. Dízense elenchosg las de un largo apiñado, que se acaban a modo de ciertos vasos que llaman alabastros, en un redondo lleno. Tienen las mugeres por grande honra traherlas en los dedos y dos y tres colgadas en las orejas. Recrécense nombres a este desperdicio y pesadumbres exquisitas con tan superfluo gasto, porque cuando ansí las portan las llaman sonajas, como holgándose con el sentido de las margaritas y con el herirse las unas con las otras. Y aun ya las procuran también los pobres, diziendo ser, en público, lictores o escuderos de las mugeres. Y aun las ponen en los pies, y no sólo en las piezas de las chinelas mas por todos los botines. Y no se contentan ya con traherlas si también no las pisan y andan sobre ellas.


Solían hallarse en nuestro mar y más vezes acerca del Bósphoro Thráceo {perlas} roxas y pequeñas en las conchas que llaman myas,6 pero en Acarnania las engendra la que llaman pinna. De lo cual paresce no nacer en un solo género de concha, porque Juba escrive ser la concha de las arábicas semejante al insectoh que llaman pecten: vellosa, a manera de erizo, y la perla semejante a granizo en la carne, pero las tales conchas no llegan a nosotros. En Acarnania no se hallan buenas, antes de mal hechura y color de mármol. Mejores son las de Accio,i pero éstas también son pequeñas, como las de los lugares marítimos de Mauritania. Alexánder Pollyhístor y Sudines creen que se envejecen y resuelve su color.


Es cosa manifiesta ser macizas, porque aunque se caigan nunca acontece quebrarse y no se hallan siempre en medio de la carne, sino en unos y en otros lugares; porque ya las havemos visto en las orillas postreras, como que se van a salir de su concha, y en algunas, cuatro y cinco. Hasta nuestros tiempos pocas se han visto que excedan por un escrúpuloj peso de media onza.k Cierta cosa es nacer en Britania pequeñas y descoloridas, porque el divino Julio quiso se entendiese ser hecha una cota que consagró a Venus engendradora, en un templo suyo, de perlas británicas.


Yo vi a Lollia Paulina, que fue muger del príncipe Cayo Caligula, y no en cosa muy de propósito y de veras o aparato solemne de ceremonias, sino en unos desposorios de gente de mediana suerte, cubierta de esmeraldas y perlas resplandecientes, entretexidas por toda la cabeza y cabellos enrocados, orejas, cuello, manos y dedos, cuya suma montava a 400 cuentos, y estava aparejada a darlo por cuenta cierta.7 Y no le fueron estos dones dados de Cayo, príncipe pródigo, sino riquezas heredadas de sus abuelos y ganadas de los despojos de las provincias. ¡Este es el fin y paradero de los robos! Por esto M. Lollio, infamado de haver recebido dones de los reyes en todo el Oriente, y privado de la amistad de Cayo César, hijo de Augusto, bevió el veneno para que su nieta fuese vista a la candela cubierta de 400 cuentos. Numere agora alguno, de la una parte, lo que truxeron Curio o Fabricio en sus triumphos e imagine sus manjares,l y por la otra parte, a Lollia, mugercilla del Imperio, sentada a la mesa. ¿No les fuera a éstos mejor no haver triumphado,8 que no se siguiese a sus victorias venir su posteridad por sus grandes riquezas a tanta demasía? Y no son los sobredichos los mayores exemplos que podrían traherse de la demasía.


Dos fueron las mayores perlas que jamás ha havido. Ambas las poseyó Cleopatra, última reina de Egipto, las cuales huvo de los reyes de Oriente. Esta, comiendo siempre con Antonio, muy regalada y curiosamente, con fausto sobervio y desvergonzado como reina disoluta, menospreciava la delicadeza y aparato de sus vanquetes, y preguntándole Antonio qué se podía añadir a su manificencia, respondió que no era aquello nada en comparación de 100 cuentos que ella profería a gastar en una comida. Deseava Antonio el cómo poder hazerse, {pues} creía ser imposible. Hecha pues el apuesta el día siguiente en que se havía de sentenciar, ordenó el vanquete (porque no se pasase el tiempo señalado) sumptuoso, pero ordinario a Antonio, el cual burlando de él pedía ya la cuenta. Pero Cleopatra dezía ser lo que havía visto accesorio y que ella cumpliría lo que tenía dicho, comiéndose sola 100 cuentos. Y diziendo esto mandó se truxesen las segundas mesas y pusiéronle delante (según que lo tenía mandado) sólo un vaso de vinagre, cuya aspereza y fuerza suele deshazer las perlas. Trahía, pues, ella en las orejas aquella singular y verdaderamente única obra de naturaleza. Ansí que esperando Antonio lo que quería hazer, se quitó la una de la oreja y la echó en el vinagre, y deshecha allí se la bevió. Hecho esto, Lucio Planco, que havía sido señalado por juez del apuesta, echó mano de la otra perla de Cleopatr a, que ya dava orden en hazer otro tanto della, y declaró por vencido a Antonio, el cual estaba no poco sentido del caso.


No quede sin fama la otra perla su compañera, porque se partió por medio, después que fue captiva la reina vencedora desra tan grande quistión, para que estuviese la mitad del vanquete puesta en ambas orejas de Venus en el Panthe ón de Roma.


Pero aun en esta gloria no llevaron la ventaja, porque primero lo havía hecho de perlas de grande precio, en Roma, Clodio, hijo de Esopo, representante,m haviendo heredado grandes riquezas, porque no se ensoberviese Antonio con su triunvirato, comparado casi a un rep resentante. Y aun éste no fue induzido con apuesta o porfía algu na (por lo cual fue cosa más real) sino por prova r en la gloria del paladar qué sabor tuviesen las perlas, y porque, según le agradaron, no lo supiese él solo, repartió a cada combidado la suya.


Fenestella dize que las perlas vinieron en Roma a ser muy comunes, después de subjecrada al pueblo romano Alexandría, y que primero havían, en los tiempos de Sylla, comenzado menudas y viles con manifiesto error, {ya} que Elio Stillón dize que en la guerra de Jugurta se puso a las perlas grandes el nombre de un iones.


Y esta cosa {las perlas} es casi de eterna posesión, sigue al heredero y apr ópriase como heredad al posesor. Conchas y púrpuras cualquiera región las gasta,n a las cuales la madre demasía dio casi iguales precios {que a) las perlas.





a. Ceilán.

b. Otros, Sroides.

c. Malakka, al NO de Ceilán.

d. Abortos.

e. Unicus, único, singular.

f. μαϱγαϱίττς, perla.

g. έλεγχος.

h. Recortado, inciso.

i. En Acamania, costa jónica de Grecia.

j. Equivalente a 12 decigramos.

k. Quiere decir que se conocían algunas perlas de una onza y un escrúpulo de peso, equivalentes a unos 30 g.

l. En otros textos, fercula, que eran carretillas en que portaban los trofeos y también en que llevaban las viandas.

m. Actor trágico.

n. Que existía en todo lugar y, también, que se deteriora con el tiempo.


EL INTERPRETE


1(Perlas). Nacen éstas en muchos géneros de conchas, pero principalmente en la que llamamos nácar de perlas, do se crían más excelentes, y esta concha describe Atheneo debaxo de nombre de berberi. 2(El tiempo del año). Entiende la primavera. 3(Que llaman phisemas), de physas, verbo griego que significa hinchar, de do viene physemata que es la hinchazón o perla que por de dentro está vana, y leo specie modo minui, no speciem. 4(Tan adentro). Destas palabras hazen algunos coniectura que no se engendran del rocío sino del proprio cuerpo, puesto que podrían salir de lo hondo a tiempo a recebir el rocío genital. 5(Timpanias). Son comúnmente los atabales, por la una parte redondos y por la otra llanos, de quien esta manera de perlas tomó a causa de su figura.


6(El nombre que llaman myes). Estos se llaman en latín mytulos y músculos. Hay dos species dellos: unos muy pequeños, llamados en algunos cabos moscas de mar, que se ven pegados al governalle y otros {a} maderos de los navios, donde yo los he visto, y otros mayores que se hallan, no sólo en el mar, pero también en los estaños marinos y en los ríos, dichos mexillones, en uno de los cuales se hallaron dos perlas muy principales, en Toledo, a la sazón que esto escrivíamos, si a alguno no le agradase haver más menuda y escrupulosa distincción destos nombres. 7(Y darlo por cuenta cierta). Ansí traslado: mancupationem tabulis probare. Budeo lee ancupationem. 8(Quitados del carro). Algunos leen: non tilos currus detractos quam huius cecetis malit. Otros entienden, de la letra que se estava, quien no quiere más que venzan aquellos sin carros triumphales que no en éste tan desperdiciado y pródigo, conviene a saber, en el asiento desta Lollia, y otros (y esto parece más conforme al texto) quien no tendrá por mejor no haver ganado algunos despojos que haverse ganado para este fin tan feo y luxurioso.


Otros nombres de ciudades se hallan en este capítulo que havemos tractado y declarado en la Geographía y otros de pescados de algunos de los cuales havemos ya hablado en lo pasado deste libro y de otros, en sus lugares más oportunos, havemos con Plinio más adelante de tractar.



TOMO V. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 2