CAPITULO XXIX


Del calamar, xibia, pulpo y nautilo


Buela ansimismo el calamar1 levantándose fuera de las aguas, lo cual hazen también a manera de saeta los pectúnculos. Son, en el linage de las xibias,2 los machos de varios colores, más negros y de mayor constancia, porque ayudan a la hembra cuando la ven herida con el harpón,3 como ellas viendo herido al macho huyan y le desamparen. Ambos a dos, cuando sienten que los van a asir, derraman cierta tinta que les dio naturaleza en lugar de sangre y, ofuscada el agua con ella, se esconden.


Hay muchos géneros de pulpos:4 los terrenos son menores que los marinos. Todos usan de sus brazos o colas en lugar de pies y manos, y de la cola que tienen hendida y aguda en el coito. Tienen una canal en el espalda por do lanzar el agua, la cual pasan unas vezes al lado derecho y otras al izquierdo. Nadan ladeados hazia la cabeza, la cual tienen, mientras viven, dura,5 por razón del resuello. En lo demás, como tengan los brazos sembrados de ciertos vasillos, apéganse chupando, y retienen estando boca arriba con tanta fuerza que no pueden arrancarlos. No asen los baxos o suelo, y son los grandes de menor tenacidad. Solos entre todos los blandos salen a la tierra y solamente a la que es áspera, evitada la lisa. Apaciéntame de la carne de las conchas, las cuales quiebran apretadas con sus colas, y ansí se conoscen sus estancias y camas de las que a par dellas tienen. Y como sea fuera desto tenido por animal bruto, y se venga a las manos del hombre, no es del todo tonto en lo que toca a su gobierno familiar, porque las lleva a su cueva y, roída la carne, las echa fuera y caza los pescezillos que a ella vienen. Muda su color a semejanza del lugar do se halla y, principalmente, cuando ha miedo. Engáñanse los que creen roerse sus brazos, porque esto le viene de los congrios, pero tornarles a nacer, como a los lagartos y salamanquesas la cola, es cosa certísima.


Es el nautilo una de las cosas más admirables que hay en el mundo, al cual otros llaman pompilo. Súbese, buelto boca arriba, a lo más alto de la mar, enhiestándose poco a poco de manera que, echada toda el agua por la boca, navega fácilmente como descargado con una bomba. Retorciendo después los primeros dos brazos, estiende una tela que tiene entre ellos de admirable delgadeza, que le sirve de recebir el aire, remando con los demás brazos. Se rige con la cola que está enmedio como con governalle, y ansí va por la mar jugando como una galera, y si acontece temerse de alguna cosa, se zambulle luego, sorbida el agua.



EL INTERPRETE


1(El calamar). Ansí llamamos en Hespaña el pescado que llaman en latín loligo, por la semejanza que tiene con las escrivanías; hay dos especies: una mayor y otra menor. Tiénese hoy por bueno y delicado mantenimiento. 2(Xibia). Ansí llamamos hoy las sepias de latinos y griegos, no menos vulgares que los calamares, cuyo mantenimiento, aunque diga Diphilo ser tierno, agradable al gusto y de fácil cozimiento y expulsión, y que su camo {sic} adelgaza la sangre y mueve evacuación por almorranas, pero según Galeno, al cual deve dar mas crédito en esta parte, la carne de la xibia y de todos los demás pesces blandos es dura, de difícil cozimiento y poca substancia y ésa salada, aunque si se digiere es de mucho nutrimento. 3(Con el tridente). Horca es de tres puntas, cual suelen pintar el de Neptuno. 4(Pulpos). Ansí llaman los españoles los πολύποδης de los griegos, y pólypos de los latinos, por síncopa. Tomaron este nombre de la muchedumbre de sus pies. Hay dellos, según se colige de Aristóteles, algunos géneros: el primero es de los vulgares y mayores de todos, de que hay dos especies, tomadas del lugar, porque unos son pelágicos o habitadores de altamar y otros de las riberas, que llama en el presente capítulo, nuestro autor, terrenos, muy mayores que los pelágicos. Tienen éstos el pulmón tan grande que casi les hincha todo el cuerpo, y ansí buscan con grande diligencia el aire, y aun nace de aquí (según Theophrasto afirma) vivir de él, y mudar el color no todas vezes por astucia, según paresce de Plinio —perdonen los que le contradizen— y de ahí viene el refrán con que avisavan los griegos mudar la condición y rostro según la ocasión y coyuntura, diziendo que tomen el ánimo del pulpo. Niega Plinio roer el pulpo sus brazos, aunque Oppiano manifiestamente lo afirme. Asado, es más duro que cozido en agua con su misma tinta y azeite y vinagre o agraz. El segundo género se puede fácilmente conoscer por el sobredicho, considerado ser de diversos colores y pequeño, según afirma el mismo Aristóteles, por lo cual quieren algunos ser la sepiaria vulgar semejante a la xibia cuando nace, y de grueso de un dedo sólo, pero no deve referirse a género ninguno de pulpos. Este pescadillo consta de sus dos probóscides o trompas, agenas de todos ellos. El tercero llama eledona Aristóteles, y el cuarto ozoli, que es la ozena de Plinio, dicha ansí de su olor, aunque Rondolethio piensa ser estos dos un solo pescado, contra el parescer de Aristóteles, y le da debuxado, vean los curiosos con cuánta razón. Difiere éste de los otros en ser de más redondo cuerpo y brazos mayores, con hileras senzillas de vasos y olor de almizque, el cual conserva también muerto, por lo cual despierta, más que todos los demás, a luxuria. Los dos que quedan tienen conchas duras, el primero de los cuales llama nautilo o náutico, y polypiovum, de do quieren se lea, acerca de Plinio, en este capítulo, no pompilium (y no me paresce mal) sino polypiovum, como pompilo sea otro diverso pescado según que lo diximos hablando de los atunes. 5(Tienen dura). Esto mismo dize hablando de los pulpos Aristóteles, desta manera: nada torcido, estendiendo los pies hazia aquella parte que llamamos cabeza, y ansí acontece que cuando nada mira al contrario, porque tiene los ojos encima, y al contrario la cabeza. Esta, pues, tienen los pulpos dura mientras viven, y como hinchada; hasta aquí Aristóteles. De lo cual está claro este lugar y cuánto yerren los que entienden tener la cabeza dura los pescados que viven de haliento.


De los pectúnculos hablaremos cuando se tractare de los pectines, y de los colotos se tracto ya en el libro octavo.



TOMO V. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 2