CAPITULO XXV


Del echeneis {y de su admirable naturaleza}


Hay un pescezillo muy pequeño que vive cabo las piedras y llaman echeneis.1 Créese detardar los navios cuando se apega a ellos, y de ahí tomó el nombre. Por esta razón es infame en cosa de hechicerías que provocan amor y en detener las sentencias y pleitos. Aunque todas estas faltas se recompensan con un solo loor y es que restaña el fluxo de sangre a las preñadas y conserva la criatura hasta el tiempo del parto; no se admite entre los manjares. Aristóteles2 cree tener pies, por las alas, que lo parescen. Mutiano escrive ser un múrice, más ancho que la púrpura, de boca ni áspera ni redonda, hocico no esquinado pero sencillo, y concha por ambos lados recogida. Los cuales, como se apegasen a la nao en que ivan los que llevavan el mandato de Periandro para que fuesen castrados los mozos nobles, se estuvo queda sin poderse mover, aunque llevada de copia suficientísima de vientos. Y dize que las conchas que esto hizieron son veneradas junto con la Venus de Gnido. Trebio Níger dize ser de largo de un pie y grueso de cinco dedos; detener los navios y ser de tal propriedad que, guardado en sal, saca apegado a sí el oro que se huviere caído en los pozos, aunque sean muy hondos, allegándole a ello.



EL INTERPRETE


1(Echeneis). No se sabe qué sea este pesce tan memorado de los antiguos por las diversas descripciones que de él nos dexaron, y porque unos descrivieron un pesce y otros otros. Vese esto bien en el presente capítulo y opiniones que Plinio refiere. Y aun en el libro treinta y dos, capítulo I, dize ser semejante a un grande caracol, con testimonio de los que vieron el que detuvo la galera del príncipe Cayo. Pues Opiano ya diximos tenerlo por la que vulgarmente llamamos lamprea y deste mismo parecer se juzga por Æliano. 2(Aristóteles). No dize Aristóteles tener pies, antes reprende a los de esta opinión, por lo cual lee Massario y con razón: “piensan tener pies, de Aristóteles”. De la fuerza que tiene este pescado, ansí en detener los navios como en otras cosas, habla Plinio en muchos lugares, concibiendo dello grande admiración, donde discurriendo por nuestra fatiga, plaziendo a Nuestro Señor, lo veremos. Llamóse echeneisa {por} detener los navios, lo cual haze apegado a los governalles, de donde con mayor facilidad se menea la nao. Confúndenle algunos con el chino, que es erizo o cosa erizada y áspera. Pero no vamos tan despacio que nos vague anotar de propósito errores agenos. La historia de la nao que envió Periandro se lee en Herodoto, en el libro tercero.



a. Rémora.

TOMO V. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 2