CAPITULO XXXVII

De los ratones de Ponto, alpinos y de los erizos

Ocúltanse también por el himbierno los ratones1 del Ponto, los cuales solos son blancos, y espántame cómo hayan entendido los autores ser éstos de gusto y paladar delicatísimo. Ocúltanse, ansimismo, los de los Alpes,2 de ojos salidos hasta la mitad del caxco, pero éstos aperciben primero sus cuevas de pastos.



Porque algunos cuentan que el macho y la hembra algunas vezes echados boca arriba, abrazado un hazezico de yerba sobre la barriga y asida con la boca la cola, se llevan el uno al otro hasta la cueva y que, a esta causa, tienen en aquel tiempo peladas las espaldas. Hay otros, en Egipto, del mismo tamaño, los cuales se asientan sobre las nalgas y andan en dos pies y usan de los delanteros en lugar de manos.

Apercíbense, ansimismo, los erizos,3 de provisión para el himbierno, y rebolcados sobre las manzanas que hallan caídas en el suelo, llevan las que se quedan hincadas en las púas y una más en la boca, a los huecos de los árboles donde hazen su morada. Ellos mismos anuncian la mudanza de aquilón en austro, recogiéndose a sus cuevas. Pero cuando sienten el cazador, encogida boca y pies y todas las demás partes baxas en que tienen un vello ralo y sin defensa, se arrebuelven y hazen un ovillo pequeño [para que] haya que asir sino espinas. Mas cuando ya se ven sin esperanza de remedio, lanzan su orina sobre sí, corrompedora de su cuerpo y espinas, entendido que por causa dellas le cazan. Y a esta causa se tiene grande cuenta y cuidado de asirlos a tiempo que hayan urinado y cuando el cuero tiene su valor, porque de otra manera se devilita y corrompe, pudriéndose y cayéndose con espinas, aunque salve la vida huyendo.



Y por eso jamás se moja con este pestífero liquor si no es en la última esperanza, aborreciendo, aun ellos, aquella su natural ponzoña, y perdonando a sí mismo y esperando hasta el término postrero, tanto que casi primero los asen que la expelan. Desembuelven después los cazadores aquel ovillo con agua caliente y, asidos de un pie de los traseros, los cuelgan y hazen desta manera morir ahorcados y de hambre, porque de otra no pueden quitarles la vida y conservar el pellejo.

Algunos osan dezir que fuera este animal superfluo a los usos humanos si careciera de espinas, sin las cuales sirviera poco havernos dado naturaleza la blandura de los vellocinos en las ovejas, porque con ellas se pulen y aderezan los paños. Halló también en esto grande ganancia el engaño, mandando que no las vendiese más de uno, y no ha havido sobre otra cosa más decretos del Senado, ni príncipe a quien no hayan acudido de sus provincias con quexas.


EL INTERPRETE

1(Los ratones). Puesto caso que sea este animal baxo y al parecer indigno que de él se haga alguna mención, no por eso dexaré de proponer un discurso general de sus diferencias, dilatadas sus propiedades y medicinas para sus lugares más proprios y admitirle a esta natural plática, pues (aliende que Plinio no le excluye della y aun él, domada su ferocidad con que al mismo hierro no perdona, se nos haze algunas veces familiar y doméstico) es tanto su ingenio y astucia que, caído alguno dellos en lugar hondo y do haya agua, los demás, asidos de las colas con sus bocas, le sacan como con una soga. Y aun me contó un hombre de crédito que, entrado cierto ratón en una ratonera de las que tienen muy dificultosa y casi imposible la salida a causa de unas puntas de hierro que ocupan la boca, se dio tan buena maña que, metida la mano por ella y hecho después un angosto agujero, escapó la vida sin daño, y no sin grandísima admiración de los que lo vieron y consideraron. Como haya, pues, diversas especies dellos, tomadas ya de los lugares donde habitan y, ansí, se dividan: en domésticos y en agrestes; moradores de lugares cultivados, y en silvestres, cuyas especies son sorges, lirones y otros que más propria y particularmente se llaman silvestres, ya de su naturaleza, como el musgaño, ratón del campo, y criceto, ya del elemento que havitan como son los acuáticos. Y finalmente de las regiones y provincias, ora sean diferentes en las propriedades ora también en tamaño y figura, como son los nóricos, orientales, alpinos, egipcios, cyrenaicos, africanos, arábicos, armenios, capadoces, caspios, índicos y pónticos y otros desta manera. Aquí solamente se haze mención de los alpinos y pónticos y, primero, de los pónticos llamados ansí por traherse de Ponto, para ornato y atavío de las bestiduras. Volaterrano creyó ser éstos los que hoy llamamos en Hespaña armiños y del mismo parecer es Gorgio Agrícola. Hermolao Bárbaro habla con más distinción, afirmando haver dos especies destos ratones pónticos, unos de un solo color blanco y otros de diversos colores, los cuales llaman los italianos veros. Los primeros dize ser nuestros armiños, y el vero distingue del véneto. A Gesnerio le pareció de otra manera, la cual yo en esta parte me allegaría, diziendo que los veros son ratones pónticos y no difieren de los vénetos. Pero que los blancos, que llamamos armiños, antes son mustellas o comadrexas blancas, porque aun en su tierra dize tornarse las comadrejas blancas por el himbierno, y puesto caso que confiese esconderse los armiños, no por eso admite que sean ratones, por haver animalexos y diferentes especies que lo hagan amparándose ansí contra los grandes fríos, mayormente en regiones frías. 2(Ocúltanse, ansimismo, los de los Alpes). Llámanse éstos alpinos, aunque se crían otros ratones también en este lugar, por vivir en lo más alto dellos, como afirman varones que curiosamente los han buscado. Haze mención de éstos, entre los antiguos, sólo nuestro autor. Algunos han creído ser nuestros vulgares armiños un género de mustellas o comadrejas; otros, que el texón sea casi especie de ratón alpino, engañados de lo que se lee en algunos textos: qua magnitudo melium est, porque difieren éstos mucho de los ratones alpinos, ansí en su tamaño como en su vivienda y propriedad, como la descripción tomada, según gran parte lo manifestara, y a esta causa leen otros quibus magnitude media est, la cual letra tampoco puede sufrirse por no haver procedido dos animales entre los cuales sea medio, sino uno solo y ansí yo leo quibus magnitudo media extat occulorum. Porque, a la verdad, tienen la mitad de sus ojos prominente y salida fuera, si no entendiésemos por molles, no los que vulgarmente llaman texones, sino otros muy menores, cuyos forros también gastan los pellejosos que llaman inellones. Son, pues, estos ratones pónticos poco menores que liebres, o entre liebres y conejos, más corpulentos que gatos, aunque de piernas cortas, forma de ratón, o de forma y tamaño de un grande conexo baxo, y de espalda ancha, de pelos más duros, color por la mayor parte bermexo, en unos más claro y en otros más oscuros y hosco; los ojos grandes, y prominentes, o salida afuera la mitad dellos; las orejas tan cortas que apenas le salen de la cabeza, pelo de texón y uñas muy agudas. Tiene dos dientes abaxo y otros dos arriba, como la harda, luengos y agudos, no desemejantes a los del fibro, que en alguna manera roxean; tiene, a par de la nariz y labio superior, unas cerdas negras y ásperas, hiertas como el gato, la cola de medio cobdo en largo, las piernas cortas y llenas por cima de pelos, como también lo baxo del vientre, aunque ahí son más espesos y largos. Los dedos de los pies son como de oro; las uñas luengas, negras, con que cavan en hondo la tierra, andan sobre los pies traseros como osos, tienen la espalda muy gruesa, como no lo sean las demás partes del cuerpo, aunque éstas por el verano ni se puedan dezir gordura ni carne, antes sea una manera de substancia media, como en las vacas la carne de las ubres, y crecen más en ancho que en largo. Lo que toca a llevar en la barriga cargada la yerba del modo que Plinio cuenta, no consta con experiencia, antes se tiene por cuento de algún componedor de mentiras. 3(Los erizos). Animales son conocidos, cuya especie es (según le pareció a Plinio) el puerco espín. Hay, dellos, acuáticos llamados de los griegos echinos, y de los latinos también, con nombre prestado. Los terrestres dizen en latín erináceos, de los cuales hay caninos, de hocico de perro, y suarios, de hocico de puerco y, de todos, agrestes, domésticos y silváticos. Lo que destos animales se puede más dezir se guarda para sus lugares.

TOMO IV. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 1