CAPITULO XXXVI

De los osos y de sus crías

Tómanse estos osos en el principio del himbierno,1 y no como los demás animales cuadrúpedos, pero echados ambos y abrazados.



Pártense luego cada uno para su cueva, en la cual paren las hembras a los 30 días2 y, a lo más, cinco [crías]. Nacen los hijos como un pedazo de carne blanca3 y sin forma, poco mayores que ratones, sin ojos y sin pelo, solamente se les parecen las uñas. Figuran esta carne las madres lamiéndola poco a poco, y no hay cosa que se vea más raras vezes4 que parir la osa.

Están los machos escondidos5 por el himbierno 40 días y las hembras cuatro meses;6 si no tienen cuevas, edifícanlas amontonando ramos y matas de manera que no puedan las lluvias penetrarlas y hazen en ellas, de blandas hojas, sus camas. Son en los primeros 14 días oprimidos de un sueño tan pesado que no los podrán despertar aun con darles heridas. Engordan entonces con este lethargo a maravilla y es en medicina la gordura que crían muy provechosa, principalmente para detener, a los que se pelan, los cabellos. Estanse, cuando han pasado estos días, asentados y susténtanse de chuparse los pies. Calientan sus cachorros, que son muy frioliegos, apretándolos a sus pechos, no de otra manera que echándose sobre sus huevos las aves. Maravillosa cosa es lo que Theophrasto cree, conviene a saber: que en este tiempo crecen también las carnes de los osos, cozidas y guardadas. Y que, entonces, no tienen en el cuerpo indicio o rastro alguno de manjar, o se les halla en el vientre sino una humidad muy pequeña, o cerca del corazón sino unas pocas gotas de sangre, no haviendo en el resto del cuerpo cosa alguna.



Salen al verano y, en especial los machos, muy gruesos. La causa desto no está muy clara, pues no podemos dezir que el sueño los engorda más que por 14 días según está dicho. Salidos, pacen la yerba llamada arón,7 con que afloxan las tripas que sacan pegadas, y doman la boca acerca de las varas de las espinas.a 8Entorpécenseles los ojos muchas vezes y a esta causa, principalmente, procuran panaresb de miel que coman, para que la boca, llagada de las avejas con la sangre que corre, descargue aquella pesadumbre. Tienen muy flaca la cabeza, como, por el contrario, los leones fortísima y de aquí es que, cuando constriñidos del peligro se han de arrojar de algún risco abaxo, se la cubren con las manos, y muchas vezes mueren de sólo un bofetón que les den los que en el coso romano pelean con ellos. Tienen en Hespaña por cierto no carecer su cerebro de hechizo y, por tanto, queman los de aquellos que matan en los juegos, teniendo por cierto que dados a bever causan la rabia que llaman ursina.9 Andan algunas vezes en dos pies. Decienden de los árboles cabeza abaxo, y fatigan con su pesadumbre los toros,10 colgados con todos sus pies de los cuernos y boca, y no hay animal que en hazer mal use de más diestra y sagaz astucia.11

Hállase en los Anales que siendo M. Pisón y Mésala cónsules, a 18 días de septiembre, Domicio Aeneobarbo, edil curul, dio para el circo seis osos numídicos y otros tantos cazadores ethíopes, y maravíllome añadir que fuesen numídicos, pues es cosa cierta no criarse osos en Africa.12

a. Para calmar la irritación de la boca mastican brotes de espino.

b. Por colmenas.


EL INTERPRETE

1(En el principio del himbierno). Aristóteles dize mense el aphiboliene [sic], que Gelio interpreta del hebreo. 2(A los 30 días de su ocultación). Volaterrano, interpretando a Aeliano, dize parir después de tres meses la osa, pero mal, pues no suele estar tantos días preñada como parece de los autores, haviendo de dezir que pasado este tiempo suele salir de la ocultación adonde parió. 3(Como un pedazo de carne blanca). Y, ansí, solían los antiguos pintar una osa parida cuando querían significar un hombre que en sus principios era feo y después se hazía hermoso, o al que haviendo sido en su mocedad desenfrenado y vicioso, andando el tiempo se hazía virtuoso y moderado. Y aun San Ambrosio usa de este exemplo para adhortarnos que doctrinemos y formemos con buenas costumbres nuestros hijos, de tal manera que, si no en el cuerpo, en el alma sean cada día más hermosos. 4(Que se vea más raras vezes). Aristóteles dize en el libro XVII de la Historia de los animales que pocas vezes o ninguna se caza preñada y que no hay cosa que se vea más raras vezes que parir la osa, aunque es verdad afirmar en el lugar allegado que pare en el tiempo de su ocultación. 5(Están los machos escondidos). Dize Aeliano que cuando se esconden no van derechos con el movimiento de sus cuerpos, antes boca arriba y de espaldas, para que los cazadores no los saquen por el rastro. Escóndense, pues, por el himbierno, según Aristóteles en el XVII capítulo, y en los cuatro que le preceden del libro allegado, no sólo los osos y puerco espín, en el linage de los de cuatro pies, pero muchas aves, insectos, reptiles y acuátiles y, de éstos, algunos en sólo el himbierno y otros solamente en el estío y otros en ambos tiempos. Porque no me curo aquí de lo que es común a todos los animales, combiene a saber, buscar el abrigo en tiempo de frío y la frescura y templanza en tiempo de calor. Escóndense, pues, ya en sus conchas o costras, ya entre las piedras, ya en agujeros, ya en valles, ya en el arena y ya en el lodo o cieno. Qué sea la causa desto, en todos los animales que havemos dicho, no declara Aristóteles: en los osos dize no una vez ser incierta y con muy grande razón, pues ninguna hay que no pueda fácilmente cavilarse. Alberto Magno lo refiere al poco y débil calor que tienen, junto con su voracidad y comer demasiado y muchedumbre de humores crudos, de donde nace que, viéndose torpes y somnolientos, se ocultan, y convirtiéndolos en sangre, se sustentan sin otro algún mantenimiento, como se escrive haver acontecido a algunos hombres y mugeres, según que en otra parte tenemos muy a la larga mostrado. Y que paren al tiempo de su ocultación, entrado ya el verano, madurado el parto con el abrigo, aunque ellas le anticipan muchas vezes hiriéndose voluntariamente el vientre a causa de luxuria, porque no se toman estando preñadas, como ninguno de los demás animales, sacada la liebre, lince y la muger, dilatadas con la templanza, las vidas. Pues si los osos se esconden por su poco calor, ¿por qué no lo hazen otros muchos animales de no menor frialdad que ellos? ¿Cómo viven sin manjar? Y si lo causa la crudeza de sus humores, ¿qué diremos de las abejas, en cuyos cuerpos aquel tiempo no se hallan algunos, según lo afirma Aristóteles y lo muestra la experiencia? Y si lo haze el poco calor, a lo menos deviera bastar vivir sin que también en este su escondimiento engordasen. Y si les bastan para ello los humores, ¿por qué causa sus carnes cozidas entonces crecen? Por lo cual creo haver otras causas más escondidas y ocultas, mayormente que si se esconden éstos por razón de su poco calor [en] el himbierno, no se puede dezir por qué se escondan otros en el estío, pues al poco calor suele ir mejor con el aire cálido y al grande con el frío, fortificándose el grande con el frío y dibilitándose con el mismo y, a vezes, apagándose el pequeño. Y si se esconden en el estío porque su poco calor no se exhale y resuelva, ¿por qué los que a causa de su pequeño calor se esconden en el himbierno no se esconden generalmente también en el estío? Y si se esconden en el estío por tener demasiado calor ¿qué es la causa que otros más cálidos que ellos no lo hazen? o cual será de tanto calor entre los pescados, los cuales por vivir en elemento frío y húmido suelen inclinar fría y húmida templanza, ¿por qué no se contenten con baxarse a lo hondo del mar y de los ríos donde hallarían con mayor temperamento el agua o con trocar los lugares donde habitan, pero los más templados, según que para otros fines suelen hazerlo? Y si por ventura es la causa su rara contextura y pasibilidad con que están más subjetos a los daños del calor, ¿por qué ésta misma no los haze más subjectos a los daños del frío y, ansí, se ocultan también en el himbierno? No dubdó, pues, Aristóteles, sin grande razón, pues no se puede dar causa del todo suficiente; por lo cual me parece devemos referirlo a la naturaleza particular de los animales, la cual no se dexa a cada paso entender, reservando para sí muchos y muy espantosos misterios.

6(Las hembras, cuatro meses). Y por causa desta naturaleza suelen representar con su figura las doncellas a quien toca estar escondidas y ocultadas. Es cosa de notar que en este género son las hembras más animosas y fuertes que los machos, como también en el de las onzas (si creemos más a Aristóteles que no a Plutarcho, el cual en lugar de las osas pone las leonas), siendo ansí que en el resto de los animales pertenece más a los machos el ánimo y la fortaleza. 7(El arón). Dize Aristóteles ser la fuerza desta planta ventosa, y por tanto apartar y dilatar la tripa y hazerla hábil de recebir y que, cuando se sienten embarazados, se purgan lamiendo hormigas. Aunque hallo en Cardano y Gesnerio hecha mención de un oso que por tener con solas ellas su pendencia dizen llamarle formicario. Plutarcho dize lo mismo, pero afirma hazerlo el auro con su crimonía. 8(De las espinas). No sé si se entenderá de todas las sentesc o espinas que otros latinos llaman rubum y los griegos batond o de alguna particular. Sé dezir que en algunas partes llaman la oxiacantha o majuela,e distincta de berveris y de uva crispa, pan de oso; otros autores escriven deleitarse los osos con aquella especie de zarza que lleva las moras olorosas y bermejas y que Galeno en el séptimo libro de la Composición de las medicinas, según los lugares particulares en el capítulo IV, se acuerda de la uva que él llama ursina, la cual algunos creen ser ribes, aunque otros lo niegan por no tener hojas de memecillo o madroño, como Galeno dize, sino de álamo, según que en los huertos de Su Magestad puede el que quisiere verlo y hazer experiencia. 9(La rabia, que llaman ursina). Y, ansí, dizen algunos ser la más furiosa de todas. Y quieren que ursus se diga de ur, palabra hebraica que significa ira e indignación, puesto caso que otros los llaman ursus, casi orsos o comenzados, porque no nacen formadas distinctamente sus partes, como arriba diximos. 10(Fatigan con su pesadumbre los toros). Dizen otros autores que cuando viene a ellos se echan en tierra boca arriba y yendo a hazer el golpe les asen de los cuernos, y ansí los vencen y matan. Estraña cosa es lo que cuenta Aristóteles entre las cosas admirables, y es que hay en Misia un género de osos blancos, los cuales viéndose aquexados de los cazadores lanzan de sí un tal haliento y vapor que causa pudredumbre en las carnes de los perros y las haze ineptas para que otro algún animal a ellas toque, y si alguno, acaso, se les acerca, echan phlegma en grande abundancia con que de tal manera resoplan en las bocas de los perros, y también de los hombres, que o los ahogan o los ciegan. Porque haver osos blancos testifican Pausanias en sus Arcádicos y Aristóteles en el libro De los colores, en que dize haverse visto perdiz blanca y cuervo, páxaro y osa.

11(Astucia). Porque no leo stultitia, sino astutia. 12(Pues es cosa cierta no criarse osos en Africa). Herodoto en el libro cuarto de sólo el oso y javalí dize no hallarse en Africa. Aristóteles, en el capítulo XXVIII del octavo, ciervo, javalí y ciprés. No hay autor que lo diga del oso si no es Plinio, haviendo antes de dezir no hallarse en Creta, según que poco más antes lo havía hecho, diziendo: “cosa de maravillar es que no hay ciervos en Candia, sino solamente en la región de los cydionatas. Item javalíes, francolines, erizos”, no acordándose, en el presente lugar, que Creta no cría osos, haviendo dicho en otra parte no haver en Olimpo, monte de Macedonia, lobos, ni en la isla de Candia, donde ni tampoco raposas ni osos. Aristóteles, en el libro que escrivió De las cosas admirables, dize no nacer en Candia lobos, osos, víboras, ni otros semejantes, por haver nacido en ella Júpiter. Y que haya osos en Africa afirman, aliende de los Anales, Solino, Herodoto, Marcial y otros muchos poetas. De la manera de cazarlas puedes ver muchos modos muy deleitosos recogidos por Conrado Gesnerio.

c. En latín, cualquier arbusto espinoso.

d. Griego, βάτος, zarza, mata espinosa.

e. Crataegus oxyacantha L.

TOMO IV. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 1