CAPITULO XXIII

De las serpientes

Cuanto toca a las serpientes,1 cosa es vulgar ser muchas dellas del color de las tierras donde se ocultan y moran, hallarse de infinitas maneras, y tener la que llaman cerasta2 cuernos y, muchas vezes, cuatro, levantados en su caveza, con cuyo movimiento, escondido el resto del cuerpo, atraigan ansí las aves. La amphisbena tiene dos cabezas,3 la una donde las demás y, la otra, en la cola, como que fuera poco derramar por una sola boca ponzoñosa. Unas dellas tienen escamas, otras pincturas y, todas, ponzoña mortal.



Arrójase el jáculo4 desde los ramos de los árboles, de manera que no sólo havemos de temer las serpientes al tiempo que rastrean por la tierra porque también buelan a modo de arma que se tira.

Encónanse los cuellos de las áspides5 con irremediable mordedura si con tiempo no se cortan las partes tocadas. Tiene este tan pestífero animal un solo sentimiento o por mejor dezir afecto: andan siempre marido y muger juntos y no viven sin su compañero y, ansí, muerto el uno, es cosa increíble cuánta diligencia y cuidado pone el otro en la venganza. Persigue al que le mató y procura con cierto conocimiento ofender a él solo en cualquier muchedumbre de gente, por grande que sea; rompe todas las dificultades, pasa los espacios, por largos que sean y ninguna cosa le estorva que no se vengue, si no son los ríos o acogérsele a los pies.

No se puede averiguar si crió Naturaleza más liberalmente los animales o los remedios dellos: dio a esta fiera ojos torpes y de poca vista, no en la frente para que pudiese mirar derecho, sino en las sienes, y ansí se mata más vezes con el ruido que no con la vista.


EL INTERPRETE

1(Cuanto toca a las serpientes). Muchas vezes quise no escrivir cosa sobre este capítulo, porque tengo dicho todo lo que entiendo destas cuatro especies deltas de que agora habla Plinio, conviene a saber: cerastas, áspides, amphisbenas y jáculos, sobre Nicandro, poeta griego, el cual trasladamos y comentamos, pero por no faltar a los que carecen de la lengua latina, diré delias alguna cosa, remitiendo lo demás a donde he dicho y a diversos lugares desta historia, donde se havrá, casi todo, otras vezes tocado. Y lo primero será bien saber que, aunque este nombre de serpiente se estienda a significar los animales que andan baxos y no muy levantados de la tierra, puesto caso que tengan pies como los lagartos, lagartijas y otros semejantes, pero primeramente se toma por los que carecen de pies y no andan, sino rastrean por la tierra, como son éstas de que Plinio al presente se acuerda y otras muchas que no me place contar por menudo en este lugar, cuya especie son los dragones de que a poco antes hizo Plinio en este octavo libro mención. 2(La cerasta).a Tiene la cerasta (según parecer de Nicandro) algunas vezes dos cuernos y otras cuatro y ansí dize Plinio cerastis corpore eminere cornicula saepe cuadringemina. Solicita, como dize Plinio, y atrahe ansí las aves con el movimiento dellos, ocultando el resto del cuerpo. Y ansí la llama Nicandro engañosa diziendo instructam insidiis simulata el fraude nocentem (según que yo lo tengo trasladado) porque escondida en los carriles y rastros de los carros mueve sus cornezuelos y atrahe ansí las aves que esperan de allí algún mantenimiento y ansí las mata. Añade Aeliano tener cornezuelos semejantes a los de los caracoles, aunque más tiesos, y que mata todos los animales, sacando la gente de los psyllos, los cuales no sólo no reciben dellas algún daño, pero caídos en alguna enfermedad se libran y consiguen salud por su medio; adormécenlas y pruevan con ellas la castidad de sus mugeres. Lo que toca a su forma, a los indicios de su mordedura y la cura della, vea el lector en Nicandro, Dioscórides, Aetio y Paulo y en otra caterva de autores, o a lo menos en otros lugares de nuestro autor, como también querría que se hiziese en las otras tres serpientes de que se ha de hablar en este comentario, porque seamos menos enfadosos a los lectores. 3(Tiene dos cabezas). Ansí lo dize también Galeno y Nicandro llamándola [άμφίσβαινα], otros la nombran [en blanco en el texto] que es lo mismo. El scholiasté de Nicandro dize ser la amphilobena serpiente pequeña, tarda y que tiene de ambas partes cabeza y poca vista, a causa de tener muy gruesas sus mexillas, de color de tierra y salpicada de unos pequeños puntos. No faltan algunos que tienen esto por fábula y deste parecer pienso yo haver sido Aecio, el cual dize que creyeron muchos tener dos cabezas la amphisbena por no irse su cuerpo adelgazando hazia la cola, antes proceder uniforme e igualmente, de tal manera que los que la miran no aciertan a distinguir la verdad dellos, o dónde tenga la cola o la cabeza, como me ha acontecido a mí considerando esta serpiente, y acontecerá a cualquiera, no sólo en ella, pero en otros géneros, cuales son lombrices, sanguisuelas y los gusanos que llaman erucas. 4(El jáculo).b Vese esta serpiente algunas vezes en Hespaña. Llamose ansí de la velocidad con que se arroja de los árboles contra los que quiere morder. Difiere de acontias,c la cual tomó su nombre de la forma que tiene de dardo. 5(Los cuellos de las áspides). Dize enconarse los cuellos de las áspides,d con mordedura sin remedio. Esto mismo creo haver sentido Nicandro cuando dixo [en blanco en el texto] que yo traslado qua nulla atrocior unquam visa fera est, aunque Gorreo vuelve qua non monstrum est ignavius ullum, no tanto el ánimo de Nicandro como yo tengo mostrado sobre este lugar. También Aeliano afirma no admitir la mordedura del áspide remedio alguno, ni vivir los mordidos más que cuatro horas, y Galeno haverse quitado Cleopatra, reina de Egipto, muy presto, con una dellas, la vida; Aecio, que a lo más largo tienen tres horas de vida los mordidos de la terrestre y muchos menos aquellos a quien mordió la chelidonia. Dioscórides dize que no se les dilata la muerte la tercera parte de un día. Solino quiere ser las especies de áspides diversas y desiguales en el daño que haze y después añade la dipsase matar con intolerable sed y la ipnalf con sueño, testificando con Cleopatra, y comprarse la ponzoña de ambas porque no admite cura; Aristóteles dize engendrarse en Africa y no tener su herida remedio. Hay tres géneros déstas: ptyades, hypnales y cherseas. Matan sin dolor como los más de los autores testifican. Solían (según cuenta Aeliano) traherlas pintadas en las coronas los reyes de Egipto, significando de su forma la firmeza del reino. Y dize ser algunas de color rubio, otras de negro, otras de ceniciento y que los mordidos incurren en espasmo y herida que apenas se parece. Y que uno de los que venden atriaca,g subidos sobre vancos, mordido voluntariamente de una dellas, como le fuese quitado engañosamente el remedio, fue privado de la vida; que se tiene por cierto matar con sólo el toque; que no se halla género de muerte más liviano, ora sea de hierro, ora de ponzoña de serpiente; que se enamoró, una, de cierto pastorcillo en tanta manera que, si acaso dormía, le despertava para que evitase el daño que el macho, tocado de celos, quería hazerle. Que los de Egipto la tienen por sagrada y honran en grande manera y coronan con ella a la diosa Isis. Que nacen, no para daño de los hombres, sino de los malos, y que viven 16 edades. El mismo cuenta, de autoridad de Philarcho, hazerse domésticas y no empecer a los niños, viviendo entre ellos y salir llamadas al ruido que les hazen con los dedos; que les son los egipcios muy buenos huéspedes, y luego que se levantan de la mesa les ponen su ración y llaman, hecho indicio, a comer. Vienen luego ellas saliendo de unas partes y de otras y, llegadas a la tabla, usan del manjar que en ella hallan. Y que les dan, cuando acaso se levantan de noche, cierta señal para no pisarlas y ansí ellas se recojen a sus cuevas. Plinio cuenta, de autoridad de Philarcho, que como una viviese de las expensas de cierta persona, viniendo a su mesa cada día, y uno de cuatro hijos que parió matase a otro [hijo] del huésped y acudiendo a comer entendiese la culpa, quitó [el áspid] al suyo la vida y nunca más tornó a aquella posada. Y esto nos bastará al presente haver trahído de lo mucho que de las áspides escriben los autores.

a. Crastes cornutus; se trata de unas pequeñas protuberancias sobre los ojos.

b. Dardo, en latín.

c. Saetas voladoras.

d. En otros textos: el cuello de las áspides se hincha, su morderura es mortal.

e. Víbora cuya mordedura produce sed.

f. Hypnale, víbora cuya mordedura produce sueño.

g. Por triaca, del griego θηριακή, antídoto.

TOMO IV. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 1