CAPITULO XVII

De las onzas

Otra cosa no menos memorable cuenta de las onzasa Demetrio, hombre dado a ciencias naturales, y es que, haziendo cierto viage el padre de Philino, philósopho, vido repentinamente una que estava echada enmedio del camino, con deseo de ver venir por él algún hombre y, vista, comenzó, de temor, a bolver atrás. Mas la fiera dava bueltas a la redonda, con tan claras muestras de halago y dolor que se dexava entender, aun en aquella fiera, y era el caso que estava parida y se le havían caído los hijos en un hoyo, lexos de allí. Lo primero que en esto espanta1 es no haverla temido, y lo segundo tractar de remediarla, y siguiéndola por donde le llevava, travado de la vestidura, livianamente, con las uñas, y entendida la causa de su dolor, que havía de ser el galardón de su vida, le sacó sus hijos del hoyo, y acompañado de la onza, con ellos alegre y regocijada, de manera que se podía bien entender que le agradecía la buena obra, sin zaherirle, la compañía que le hazía, lo cual aun en los hombres se halla pocas vezes, le llevó hasta sacarle fuera de aquellos desiertos.

Esto haze que creamos a Demócrito, el cual cuenta haver sido librado Thoante, en un arcadia,b de un dragón que él mismo havía criado en su niñez y amado en extremo, y su padre,2 temiendo su naturaleza y tamaño, embiado a los desiertos, en los cuales, como acaso le espiasen y salteasen ladrones, le socorrió y libró dellos, reconociéndole en la voz.

Porque lo que se dize de niños criados con leche de fieras siendo echados en las montañas, como está escripto que fueron nuestros fundadores de la loba, más juntamente se deve atribuir a la grandeza de los hados que a la naturaleza de las cosas.

La onza y tigre, casi solos, se deven entre todas ellas con variedad de manchas, teniendo las demás un solo color proprio [de] su especie.



El de los leones, en Syria solamente, es negro; las onzas tienen en lo blanco unos pequeños ojos de manchas. Dizen enamorarse los otros animales de su olor3 pero espantarse de la ferocidad de su cabeza, por lo cual, teniéndola escondida, los cazan atrahídos y combidados de la otra dulcedumbre. Escriven algunos tener en la espalda una mancha4 de manera de luna, la cual ni más ni menos que ella crece y mengua.

Llaman agora variasc y pardos, en todo aqueste género, a los machos, del cual abunda Africa y Syria. Unos distinguen déstos las onzas en sola la blancura y no he, hasta agora, hallado otra alguna diferencia.

Antigua determinación fue del Senado que ninguno truxese las africanas a Italia, mas Cn. Aufidio, tribuno del pueblo, hizo ley en que permitió se truxesen a causa de los juegos circenses. Marco Scauro fue el primero que echó en el circo juntas, en su edilidad, 150 varias y, después, el Magno Pompeyo 420; el Divino Augusto, 420. El mismo, en el año que fueron cónsules Quinto Tuberón y Fabio Máximo, a dos días de mayo, en la dedicación del theatro de Marcello, fue el primero que mostró tigre manso en la ciudad de Roma, metido en jaula, y el Divino Claudio, cuatro, juntamente.

a. Panthera, cn el texto latino. La onza (Felix onca) y la pantera o leopardo (Felix pardus), difieren poco, como más adelante Hernández hará notar.

b. En otros textos, Thoante, de Arcadia.

c. Del adjetivo varius, manchado.


EL INTERPRETE

1(Lo primero que espanta). Porque leo pr[imu]m [er]go admirationis fuit y no miserationis. 2 (Su padre). Leo parens, no pavens, que de otra manera sobraría el metuens que se sigue en el texto. 3(De su olor). Trasladé ansí y no color allegándome al parecer de los egipcios, con Aristóteles y Plutarcho, y de otros graves autores que cuentan la misma historia, y aun Aeliano dize que son muy amigas del buen olor y van adonde le sienten con mucha cobdicia. Verdad es que en saver que carecen deste olor y del color blanco, mancha como luna y fiereza de la cabeza tan grande como dizen, me ha hecho dubdar si nuestra onza vulgar es la panthera antigua, o si es nuestra onza la varia de los antiguos, cuyo macho sea el pardo y ansí se haya de leer nuncita varias et pardosque mares sunt appelant. 4(Tener en la espalda una mancha). Yo lo he hecho mirar con curiosidad y no me dizen haverlas visto esta mancha. Lo que toca a su nombre, llámase panthera, por no perdonar a fiera alguna aunque teme a la hiena, naturalmente; llámase el macho pardo y la hembra pardalis, de do tomó nombre el acónito pardalianche que havemos visto en Hespaña, del cual y del remedio que contra él hallavan las onzas en el estiércol humano, tan grande que suelen en su demanda perder la vida, tenemos escripto en nuestros comentarios sobre el libro que contra las mordeduras de las serpientes escrivió Nicandro. Son tan amigas del vino que las cazan embeudándolas en las fuentes adonde acuden a bever, aunque el cazador, por no verter el vino sin provecho, aguarda primero escondido en algún hoyo que acuda la onza, y venida, lo echa por una caña horadada, que desde donde él está va a parar, por debaxo de tierra, a la fuente.

TOMO IV. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 1