CAPITULO XVI

De los leones

Tiénense aquellos leones por más generosos, cuyos cuellos y espaldas se visten de vedijas que llaman iubas.a Esto acontece por edad a los hijos del león, porque los engendrados de pardos1 siempre carecen desta insignia, y de la misma manera las hembras, las cuales son muy luxuriosas, airándose no poco dello los machos. Vese esto principalmente en Africa, donde por la falta que en ella hay de agua se juntan muchas fieras a par de los ríos, que son pocos, y por tanto nacen los hijos de diversas hechuras, mezclándose las hembras, ya por fuerza, ya por deleite, con machos de diverso linage, de donde tuvo origen aquel refrán griego que dize “llevar siempre Africa cosas nuevas”. Siente el león, de sólo el olor, en la adúltera, el maleficio que le haze con el pardo, y procura con todas sus fuerzas tomar de la venganza. Y, por tanto, la leona, o lava la culpa en el río, o acompaña desde lexos a su marido.2



Cree el vulgo que pare la leona una vez solamente porque tiene por cierto que los hijos rasgan,3 al tiempo que nacen, con las uñas, el miembro donde se concibieron, mas Aristóteles lo siente de otra manera, varón a quien hago saver que tengo de seguir por la mayor parte en estas cosas.

Porque, inflamado el grande Alexandro, con deseo de conocer la naturaleza de los animales y dado el cargo a Aristóteles, sumo en todas las ciencias, que la escriviese, mandó le obedeciesen algunos millares de hombres por todas las partes de Asia y Grecia, ansí de los que vivían de pesca y caza de animales y aves como de los que tenían cuidado de criar animales terrestres, ganados y colmenas; iten, de estanques de pesces y jaulas de aves, de manera que en ningún cabo huviese cosa de que él no tuviese noticia y aviso y, preguntando a éstos, escrivió aquellos casi 50 libros excelentísimos de animales, los cuales haver sido abreviados por mí, con otras cosas que él se dexó, ruego a los lectores echen a buena parte, peregrinando brevemente por todas las obras de naturaleza con mi cuidado y con la guía del más excelente de todos los reyes.

Pues este autor escrive que la leona, en el primer parto, pare cinco cachorros, y cada año de los siguientes uno menos, hasta parir uno solo, y entonces no concibe más. Cuando nacen, son cierta carne sin forma, muy pequeña, porque no exceden el tamaño de una comadreja, y que aun de seis meses apenas pueden andar, ni se mueven hasta que han dos, y que en Europa los hay solamente en el río Acheloo4 y Mesto,5 pero mucho más fuertes que los de Africa o Syria.

Hay dos géneros dellos: unos más atropados y cortos y de más crespas vedijas, más covardes que los que las tienen más largas y llanas, porque éstos no temen las heridas. Los machos mean levantada la pierna, como los perros. Son de olor y aliento pesado, beven a tercero día, y como queden bien satisfechos se pasan a vezes tres días sin mantenimiento alguno y, cuando comen, tráganse entero lo que pueden porque, si aconteciere agravárseles el estómago de comer demasiado, puedan meter las uñas y sacarlo, por si les fuere por algún caso necesario huir, no les sea estorvo en la carrera. Enseña el mismo Aristóteles, aliende de todas estas cosas, que viven mucho, persuadiéndolo porque se hallan muchos desdentados. Polybio, compañero de Scipión Emiliano, dize que en la vejez acometen los hombres de que se mantengan, por sentirse sin fuerzas para perseguir las fieras, y que entonces se acercan a las ciudades de Africa y, ansí, dize que por esta razón él y Scipión vieron algunos dellos ahorcados, porque escarmentasen los demás con miedo de semejante castigo.



Sólo el león entre todas las fieras es misericordioso para quien se le humilla y no haze mal a los postrados, y, cuando se enoja, acomete primero los varones que las hembras; a los niños no allega si no es con muy grande hambre. Creen los de Africa tener sentimiento de los ruegos, y ansí dizen que una esclava de Getulia se escapó, aplacando con buenas razones una grande muchedumbre dellos, porque osó contarles que era muger fugitiva, flaca, rendida y presa indigna de la gloria del león, señor del resto de los animales y el más generoso de todos ellos. Diversos pareceres hay acerca destos animales y cada uno juzga según le inclina su ingenio o él enseña el caso, en lo que se dize que las buenas razones aplaquen las fieras, porque aún no está averiguado que las serpientes se saquen por encantamentos,7 y reciban de los hombres fuerza y tormento.

Es la cola muestra del ánimo de los leones, como del de los cavallos las orejas; porque éstas y otras semejantes señales dio naturaleza a los más generosos dellos. Y ansí, cuando la menea el león, es significación de estar placentero, piadoso y como halagüeño, aunque esto aconteze pocas vezes por estar como está las más con ira, la cual comenzando, hieren la tierra con la cola. Y desque cresce las espaldas como que se conmueven e incitan con ella, tiene la mayor parte de fuerza en el pecho. De cualquiera llaga que hagan, o con las uñas, o con los dientes, corre una sangre negra. No son, cuando están hartos, perjudiciales. Su mayor valor se conoce en los peligros; no sólo porque menospreciadas las armas se defiende mucho tiempo con sólo el espanto que ponen, y parece que protestan que por fuerza son constreñidos a dañar y, en fin, acometen no como necesitados del peligro, mas como airados contra la locura de quien los provoca, pero aquélla es la más noble significación de su generoso ánimo, que cuando los aquexa una grande fuerza de cazadores y perros se van deteniendo como que los menosprecian, y salidos del campo raso, donde pueden ser vistos y metidos por las selvas, entre las matas, corren lo más ligeramente que les es posible como escondiendo la fealdad de su flaqueza con el lugar. Cuando siguen algún animal van saltando, lo que no hazen al huir. Heridos, tienen admirable conocimiento de quién les hizo el daño,8 y entre cualquiera muchedumbre procuran tomar de él particularmente venganza, y arrebatan y buelcan sin le hazer otra alguna ofensa al que les arrojó alguna arma, sin herirles. Escriven que, cuando la leona parida pelea por sus hijos, hinca los ojos en la tierra, para desta manera perder el miedo a las heridas. En lo demás no son engañosos o sospechosos, ni miran a nadie, ni quieren ser mirados a traición.

Créese que estando cercanos a la muerte muerden la tierra9 y, en fin, mueren llorando. A este tal y tan cruel animal espantan las ruedas que van rozando y los carros vazíos y las crestas de los gallos,10 y principalmente su canto, pero más que todo el fuego.11 Enferman de hastío solamente, del cual son curados con el afrenta que se les haze cuando los mueve en ira el retozo de las monas12 que se les allegan, porque sanan despedazándolas y gustando su sangre.

Q. Scévola, hijo de [Publius] en tiempo de su edilidad curul, fue el primero que hizo pelear muchos leones juntos en Roma, y L. Sylla, que después fue dictador, fue el primero que dio hasta 1oo vedijudos el año de su pretura. Después de él dio Pompeyo el Magno para el circo 600, entre los cuales havía 315 vedijudos, y César, dictador, 400.

Era, antiguamente, asirlos cosa de muy grande trabajo, haziendo hoyos en la tierra, mas en el principado de Claudio descubrió el caso, camino más fácil aunque vergonzoso contra tan generosa fiera, y fue que un pastor, arrojando su capote a un león que arremetió contra él, refrenó su ímpetu y furia y este acaecimiento fue luego en el circo representado, entorpeciéndose aquella tan grande fiereza increíblemente cubierta la cabeza con cualquiera cosa que le arrojasen por liviana que fuese, tanto que podrían matarle sin repugnancia alguna, porque toda la fuerza tiene en los ojos. Y por tanto es menos de maravillar haver muerto Lysímacho un león con que le encerraron por mandado de Alexandro.

Marco Antonio fue el primero que los subjetó en Roma al yugo, y un[ci]ó en carro y esto fue al tiempo de las guerras civiles, cuando se peleó en los campos de Pharsalia, no sin significación de aquellas grandes desventuras, mostrando que muchos ánimos generosos havían de ser subjetos al yugo porque ser él ansí llevado con Cythéride, representante,13 fue la mayor monstruosidad de todas aquellas calamidades. Dízese que Hannón,14 varón ilustre entre los carthaginenses, fue el primero que osó halagarlos y tractarlos con las manos, y mostrarlos domésticos, y que condemnado por esto sólo, pareciéndoles que hombre de tan grande ingenio bastava a persuadir todo cuanto quisiese, y que era mal encomendada la livertad de la república a hombre a quien tan grande fiereza obedecía.

Ofrécenseme exemplos de misericordia casual de leones. Como topase Mentor, syracusano, con uno, en Syria, que le andava dando bueltas delante [con] humildad, [pero como él lleno de] temor estuviese [quiso huir, pero do quiera él iba] se le ponía delante [el león] y [le] lamía los pies como lisonjeándole, hasta que le vido en la mano una hinchazón y herida, y sacada la espina le libró de aquella pena, y ansí está pintado en Çaragoça de Sicilia. De la misma manera fue lo que acaeció a Elpis, samio de nación, el cual, desembarcado en la ribera de Africa, vido un león abierta la boca que parecía amenazarle, de cuyo temor se subió en un árbol, invocando a Bacho; porque, entonces, principalmente hazemos muchas promesas cuando del todo tenemos perdida la esperanza del remedio: ni le estorvó la fiera15 aunque pudiera muy bien. Antes, tendida cabe el árbol, pedía misericordia con aquella abertura de boca con que primero le havía atemorizado. Y era el caso que comiendo con hambre y buena gana se le havía metido un hueso entre los dientes y, como no le dexava tragar, aquexávale la hambre y mientras no podía, Mentor, desde el árbol, herir fuertemente la fiera, que estava entonces a sus pies mirándole, y como importunándole con señas, tardó de abaxar a socorrerle más de admirado que de temeroso. Y, ansí, descendido del árbol, le sacó la espina mostrándole el león y acomodándole la boca según que lo pedía la cura. Y aún se dize que todo el tiempo que estuvo su navío en la ribera le gratificó la buena obra trayéndole siempre abundantemente de comer de todo lo que cazaba. Por lo cual consagró Elpis un templo a Bacho, en Samo, que llamaron los griegos [κεχηνότως Διόνυσος] o de Bacho boquiabierto Maravillémonos después que las fieras conozcan las pisadas de los hombres, esperando dellos solos el socorro y remedio de sus males, ¿por qué no se van a otros? O ¿de dónde saven tener virtud de curar las manos de los hombres?, si por ventura la fuerza de la pasión no constriñen las fieras a que no dexen cosa por tentar.

a. Crines del cuello.


EL INTERPRETE

1(Pardos). Estos son los machos de las onzas o pantheras, según se dirá en el capítulo XVII deste mismo libro. 2(Acompañan a su marido desde lexos). Esto hazen porque el marido no entienda por el olor el maleficio y traición, aunque otros declaran que, o se lava la culpa en el río, o se va tras el pardo, y a este sentido favorece lo que cuenta Philostrato en el segundo libro de la vida de Apollonio, donde dize que las leonas atrahen a su amor a los pardos y desque se sienten preñadas dellos siguen por los montes su compañía. 3(Rasgan). Favorecen este parecer Herodoto, Aulo Gellio y Aeliano, afirmando también que las leonas paren uno solo y una sola vez. Aristóteles lo siente al contrario, afirmando haver conocido por experiencia, en Syria, ser esto fábula y, Homero, donde dize: usque leo in sylvis stabat sua pignora circum. En Florencia se tiene entendido, por experiencia de muchos años, parir por la mayor parte dos, a los más seis y, algunas vezes, uno. Aeliano dize afirmar los peritos que pare tres vezes en la vida: la primera tres, la segunda dos, y la tercera uno solo, y haverse visto leona preñada de ocho. La causa de parir tan pocos y tan raras vezes dice el grande Basilio ser la providencia de Dios, el cual fue servido que los animales que se cazan fácilmente multiplicasen mucho, y los que se sustentan con daño de otros animales pariesen raras vezes y pocos hijos. 4(Acheloo).b Río es de los acarnanes, en Epico. 5(Mesto).c Otro río es de Thracia, aunque Aristóteles y Gellio le llaman Nesso, con fácil mudanza de la t en s.

Lo que se sigue, conviene a saber, que hay dos géneros de leones, que comen a tercero día y que desean en la vejez hombres, es sacado de Aristóteles. Cuán misericordiosos y placables sean a los postrados y humillados contaron algunos poetas, como Ovidio y Claudiano. Sobre lo mismo cuentan Aeliano, Solino, Aulo Gelio, y el nunca asaz loado en todo género de doctrinas, lenguas y santidad, Jherónimo, muchas cosas en que podrán espaciar los que para ello tuvieren gana y desocupación.

6(Si huvieren de huir). Traslado desta manera, porque leo ne in sacietate habeant, como si dixese porque no estén torpes y pesados con la hartura y henchimiento del estómago para correr al tiempo que les sucediere de valerse por la huida. 7(Encantamentos). En el capítulo XIV del libro dieciséis de Rhodiginio podrás ver algo a propósito de la fuerza que tienen las palabras pronunciadas para hazer mudanza y efecto en las cosas. 8(De quién les hizo el daño). Léase sobre este lugar el capítulo IV del libro segundo de la Historia de Aeliano, y, sobre todo lo que Plinio en este capítulo refiere, Aristóteles y otros muchos autores de los que tractaron de animales. 9(Muerden la tierra). Esto mismo dixeron Virgilio y Homero de algunos valientes hombres que celebró la Antigüedad. 10(De los gallos). Aunque sea ésta una de las cosas que tienen ocultas sus causas, no será inconveniente referir sobre ella el parecer de algunos famosos autores. Teme el león al gallo y principalmente si es blanco (según afirma Sant Ambrosio), no por otra cosa (dizen algunos) sino porque el gallo representa cierta manera de divinidad (según que Pierio Valeriano enseña en su Ieroglíphica) y todo lo terreno teme lo divino, y los leones en nombre dello, como dedicados a la tierra madre (que ansí hablava la gentilidad) de los dioses. Proclo, en el libro que de magia escrivió, da por causa ser el gallo y el león animales solares, e infundirse más la fuerza o presencia de la virtud solar al gallo, lo cual consta por muchas conjecturas que al presente quiero desimular. Lucrecio, conforme a los preceptos y documentos de su secta, dize estar escondidas en el cuerpo de los gallos ciertas simientes que embiadas a los ojos de los leones les barrenan las niñas y causan intolerable dolor, de manera que los leones no sean parte para durar mirándolos; lo que no se haze en las de los hombres, o porque no pueden penetrarlas o porque ya que las penetren tienen libre la salida por do puedan tornarse sin que hagan algún daño.

11(Pero, más que todo, el fuego). Porque su fuerza principal consiste en los ojos, y los animales que los tienen más cálidos y secos, como el león, temen más el fuego de quien reciben grandísimo perjuizio. A este lugar pertenece lo que dizen de la hoja de la enzina, conviene a saber, que puesta do la pise el león le causa grande torpeza, y lo mismo cuenta Zoroastres, el más moderno, de la hoja de la scylla o cebolla albarrana. 12(De las monas). Este lugar se entenderá de Aeliano, en el capítulo III del libro segundo, el cual dize que sintiéndose el león agravado de haver comido demasiadamente, o se cura con sueño y dieta o purgándose con comer alguna mona de las que en su menosprecio y afrenta andan a par de él, jugando. Y de lo que cuenta en el VIII capítulo del mismo libro, diziendo convenir el león con el delfín, aliende de otras cosas, en que cuando enferman les es remedio al león las simias de la tierra, y al delfín las marinas. De manera que estando el león enfermo de crudeza o ahito, acontece jugar y retozar las monas delante de él en ofensa y perjuizio suyo, porque les es ordinario irritar esta tan gran fiereza, saltando, desde algún árbol, sobre el león, y aplicándose a su calor y ancas, escarnecen de su rey de cuantas maneras pueden. Y no es maravilla, pues suelen los mosquitos hazerlos morir, o cegándoles los ojos, o forzándolos a ahogarse en los ríos, según afirma Amiano Marcelino haverlo visto por experiencia, mas el león, enojado, las despedaza, y comidas sus carnes se le afloxa el vientre, y ansí se libra de la pasión que nombrada tenemos. 13(Con Cythéride, mima). Dize haver sido llevado Marco Antonio con esta ramera contrahazedora, llamada Cythéride, de la isla Citheris, enfrente de Candia. Haze mención desta ramera Plutarcho en la vida de Antonio, y Cicerón en la segunda philípica. Fue liberta de P. Volumnio, y amola también Cornelio Gallo, aunque le dexó y se fue con Antonio a Francia. Llámala Virgilio Lucoris en la égloga que dize pauca meo gallo 53 que legat ipsa Lycoris, carmina, etc. 14(Hannón). Aeliano añade que se servía dellos para carga, y que Berenice tenía uno tan manso que la lamía y allanava las arrugas. Destos leones se tomó aquel refrán que dize leo risit de que usamos cuando algún hombre de su naturaleza severo y grave está manso y apacible. Y leo nem irritare por aquellos que tientan cosas imposibles y peligrosas. Admeto unció el león con el javalí dando a entender la virtud de cuerpo y ánimo juntas. Con su cabeza pintada significavan los egipcios la vigilancia, guarda y terror. Era, ansimismo, el león, jeroglífico del señorío, ingenio, furor indómito, clemencia y de otras muchas cosas que no digo y serlo ya también con su parte vedijuda (según algunos modernos lo han considerado) y, más excelente, con el resto del cuerpo desnudo, de la Divinidad de Christo, nuestro Redemptor y Señor, juntada con su sacratísima humanidad, por cuya unión, muerte benditísima y resurrección admirable fue todo el linage humano, con inmenso amor y clemencia, redimido. 15(Herir la fiera). Porque leo tum pene in ipsis eius talis suspectantem dum forti ictu ferire non est contra feram multo diutius miraculo quam metu cessatus est.

b. Hoy, Aspropótamo.

c. Nesto, hoy.

TOMO IV. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 1