CAPITULO IV

De la clemencia de los elephantes; cómo entienden sus peligros, y de la ferocidad de los tigres

De admirar es que sepan los animales por qué los cazan, mas, sobre todo, es cosa maravillosa que entiendan de qué se han de guardar. En topando el elephante con algún hombre, acaso vagando con sencilleza por los desiertos, dizen mostrarle piadosa y agradablemente el camino. Mas cuando ve humanas pisadas, primero que al hombre, tiembla de miedo de acechanzas, y olidas [las huellas] se detiene, mira a la redonda y resopla muy recio, concibiendo grande ira. No las pisa; antes, arrancándolas, las da al más cercano y, aquél, al siguiente, con semejante mensaje, hasta el postrero. Anda entonces todo el rebaño a la redonda, buélvese y pónense en escuadrón; tanto dura en el olfato de todos aquella ponzoña, aun siendo por la mayor parte la huella de pies calzados. Ansí también el tigre, cruelísimo a los otros animales y que estima en poco al elephante, se dize que viendo rastro de hombre pasa al momento sus hijos a otra parte. ¿De qué manera le conoce? O ¿dónde havía antes visto aquel que teme?, pues es cierto no ser aquellas selvas frecuentadas de gente. Y pongamos caso que se admiren de ver rastro tan raro, ¿de dónde saven que se han de temer los hombres ? O ¿por qué, ya que le vean, le temen, haziéndole tan grande exceso en fuerzas, grandeza y ligereza? Por cierto ésta es la naturaleza de las cosas; tal es su poder que las fieras más crueles y mayores, con jamás haver visto lo que devan de temer, luego entienden por qué razón hayan de temerlo.


EL INTERPRETE

Como no sea mi intento todas vezes traher pareceres conformes a lo que cuenta nuestro autor, o estender o dilatar esta historia, sino lo que quedare obscuro en el texto por no poderle allanar la ley de buena interpretación (la cual se deve tener por una manera de comentario, pues en ella damos luz a muchos lugares dificultosos y ablandamos otra infinidad de escabrosos) declararlo, y este capítulo quede del texto muy entendido, no quiero detenerme más en él, antes pasarme desde luego al que se sigue.

TOMO IV. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 1