CAPITULO III

De la [h]abilidad que tienen para ser enseñados

Cierto es haver hallado uno dellos de más rudo ingenio que los otros [elephantes] para aprender lo que le enseñan, [y] como le hiriesen y castigasen muchas vezes con azotes, [le encontraron] de noche, meditándolo y estudiándolo. Maravillosa cosa es subir por las maromas arriba, pero más es que descienden por ellas, pues lo hazen boca abaxo.

Mutiano, el que fue tres vezes cónsul, afirma haver uno aprendido a formar las letras griegas1 y que solía escrivir en la misma lengua estas palabras: yo escriví esto y consagré los despojos célticos. Dize más: que en Puzol, estando él presente, ciertos elephantes que trahían, forzándolos que saliesen a tierra, medrosos y atemorizados de la largura de la puente que procedía desde el navío a la ribera, por engañarse en la opinión de la distancia, salieron buelta la cara hazia la nao, reculando para atrás.

Conocen [los elephantes] ser el despojo que dellos se pretende sus armas,a que Juba llama cuernos, y la costumbre, más propiamente, dientes2 y, por tanto, cuando por algún caso o por vejez se les caen, los sotierran.3

Estos son, tan solamente entre los demás huesos, el marfil, aunque por la parte que están arraigados, junto con los demás [dientes] son como huesos y de poco valor. Y con todo esto se comenzaron, poco ha, estos huesos también a cortar en láminas, a falta de marfil, por ser ya tan raro este sumptuoso y honorífico atavío, fuera de lo que viene de la India, que de lo destas partes ninguno se ha escapado de nuestros vicios y demasías.

Conócese ser mozos los elephantes en la blancura de los colmillos. Tienen grande cuidado dellos estas bestias, porque del uno no usan por conservarle agudo para las peleas, y del otro se sirven en su trabajo y necesidades ordinarias sacando con él las raízes, e impeliendo las cosas pesadas. En fin, cercados de los cazadores, ponen en la delantera a los que tienen menores los dientes, porque no se espere tan gran despojo, y después de cansados los quiebran a golpes en los árboles, y con dexar la presa que se pretende en esta caza escapan y libran las proprias vidas.

a. Por defensas.


EL INTERPRETE

1(Las letras [griegas]), que eran éstas [en blanco en el texto]. Gillio, intérprete de Aeliano, dize que vido escrivir a uno, pero que le trahía por debaxo su rector la mano para instruirle en semejante delincación. 2( Dientes). Pausanias siente lo contrario. Lo primero, por las diversas partes de do vemos salir a los animales los cuernos, y ansí, el alce los tiene en las cejas y el toro ethiópico en las narizes, y al elephante le pueden (aunque sean cuernos) salir de la boca. Lo segundo, porque les mudan muchas vezes y los dientes no suelen mudarse más de una; lo tercero, porque no son de materia indómita como los dientes, antes toman con el fuego la forma que quisieren darles. Lo cuarto, que a los cavallos fluvialesb y puercos nacen los colmillos de las quixadas baxas, y vemos salir los cuernos de las mexillas, y a los elephantes nacen de las sienes, y ansí se doblan para fuera. En confirmación desto dize que vido en Campania, en una ermita de Diana, cierta calavera de uno en que contempló salir los cuernos de las sienes, y no es maravilla, pues este animal difiere de los otros en muchas cosas. Varrón siente lo mismo en el libro tercero de La lengua latina, aunque Philóstrato reprehende el parecer de Juba que conforma con el de Pausanias, según podrá ver el que mirarse el texto griego, porque el latino desvaría a causa de su intérprete algunas vezes. 3(Los sotierran). Ansí haze el ciervo su cuerno derecho tan provechoso para muchas enfermedades, y el lince su urina, y otros animales otras partes que saben con ciertos instintos sernos muy cómodas y aun necesarias y, lo que más es de maravillar, que si no las esconden, las corrompen por la vía que se les concede, como haze el erizo sus púas. Qué diremos ser desto la causa, si no le pareció a Naturaleza darnos con este prodigio, a entenderse justo que paguemos el agravio que de nosotros reciben los animales con negarnos, escondernos y aun estragamos sus riquezas, o que se use (como con pena del talión) contra nosotros naturalmente la invidia, que con la razón que se nos otorga fuera tan justo que evitáramos, si no lo hazen por quitar el indicio a los cazadores.

b. Hipopótamos.

TOMO IV. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 1