Libro Octavo




DE LOS ANIMALES TERRESTRES


CAPITULO I

De los animales terrestres. Loores de los elephantes y de su sentido

Pasemos a los demás1 animales y, primero, a los que viven en la tierra. Déstos, el mayor es el elephante y más allegado a los sentidos humanos, porque entienden el lenguaje de su tierra,2 tienen obediencia al superior y memoria de los oficios que aprenden; deléitanse en el amor y honra y, lo que en pocos hombres se halla, son capazes de bondad, prudencia y justicia. Reconocen por deidades3 las estrellas y veneran al Sol y a la Luna.

Algunos autores escriven que descienden rebaños dellos a los bosques de Mauritania,4 al tiempo de la Luna nueva, a un río llamado Amilo, y que allí, purificados, se rocían con solemnidad, y haviendo ansí reverenciado este planeta, se tornan a las montañas, llevando delante de sí los más pequeños, que entienden ir cansados.

Dízese que por conoscimiento que tienen de la religión agena, haviendo de pasar el mar, no se puede acabar con ellos que se embarquen siprimero no les jura su rector5 de tornarlos a bolver, y hanse visto estando enfermos (porque también son subjetas estas tan grandes bestias a enfermedades) tendídose en el suelo boca arriba, arrojar al cielo hierbas,6 como embiando por mensagera de sus ruegos la tierra. Porque en lo que toca a ser disciplinables adoran su rey, hincando las rodillas, dan las coronas.7 Con los menores, llamados vastardos, aran los indios sus tierras.



EL INTERPRETE

1(Pasemos a los demás). Confirman lo que en este capítulo Plinio dize de los elephantes muchos autores, pero principalmente Solino, Aeliano, Diodoro en el tercero libro, Philóstrato en el segundo, Strabón en el quinze y Aristóteles en el capítulo de la Historia de los animales. 2(El lenguaje de su tierra). Lactancio, Firmiano y Galeno sintieron participar los brutos de alguna semejanza de discurso y razón, pero, principalmente, Plutarcho, escriviendo para ello un libro entero, donde disputa de propósito qué animales son más sagazes, los de la tierra o los del agua, y fúndalo en que como razón no sea sino una fuerza con que se entiende lo que está bien o mal a alguna cosa, y se da orden en la prosecución de lo que deleita y se ama y en evitar lo que, por el contrario, da pena y se aborrece y ésta tengan los brutos, no sin juizio y significación clara de templanza, justicia, magnanimidad y otras virtudes, según que el mismo Plutarcho muestra por diversos y muchos exemplos tomados de los animales del aire, agua y tierra, de que en varias partes desta historia se hará mención y a ella se ordenen y enderecen sus sentidos, que sin esto fueran impertinentes y sin algún fin o provecho, síguese que no están del todo sin este modo de discurso, y aun esto dize él mismo confesar los que castigan y corrigen los animales, pues pretenden que les pese de lo que mal hizieron y tengan memoria y cuidado de enmendarlo y hazerlo mejor en lo porvenir, y los que curan su rabia y otras enfermedades del juizio que claramente vemos padecer, haziendo desatinos no acostumbrados y olvidando totalmente su ordinaria templanza y peculiar condición y, lo que más es, que Stratón, philósopho, tiene por cierto que no sintirían los animales si no tuviesen otra fuerza más alta que él llama mente, pues divertidos con algún vehemente pensamiento no oímos ni vemos las cosas que tenemos delante de nosotros. Ni cree Plutarcho impedir que esto sea verdad, no tener la razón y discurso en los brutos el quilate y punto que tiene en los hombres, pues como no dezimos que el hombre es ciego por no ver tanto como el lince, ansí no podemos dezir que el bruto carece de razón por no tenerla tan perfecta y clara como el hombre. Ni admite que se diga que parece tener razón, y no la tienen de veras, pues del hombre que es excedido en la vista no dezimos que parece que ve y no ve, o del que en el oído que parece que oye y no oye, o de los que no tienen vida tan perfecta como el hombre que parece que viven y no viven, o que derogue a esta razón no llegar jamás a la perfección de la humana. Pues aunque la mula tiene los instrumentos de la generación, real y verdaderamente no se empreña, ni pare o haze con ellos el oficio que se pretendió. Menos les perturba no haver dado naturaleza o posición de irracional a lo racional, como dio a lo inmortal de mortal o, a lo corpóreo, de incorpóreo, pues se la dio en lo que carece de ánima, y en lo animado, o no es menester, o por la misma razón la havía de dar a lo que tiene sentidos interiores de cosa que careciese dellos en el género de los animales, y a lo sensible, de insensible, lo cual en ninguna manera puede hazerse. Y a lo que dizen los del contrario parescer que no se havían de comer las carnes de los animales, haziendo con ellos injusticia en matarlos pues tienen la razón común como nosotros, responden que los fieros y dañosos se pueden reprimir y matar, como los malos hombres y perturbadores de las repúblicas, y de los mansos nos podemos servir y ayudar, aunque tiene por crueldad matarlos, y despedazarlos, y comerlos. Yo, puesto que les atribuyese alguna manera de razón indigna deste nombre y más propiamente instinto o naturaleza, no tendría por crueldad tenerlos en el uso de los mantenimientos, pues ni sus almas son inmortales, antes materiales y corruptibles, ni ellos son de nuestra especie, antes de muy diversa naturaleza, y ansí no les dio lenguage con que se comunicasen y exprimiesen sus conceptos, como a brutos, y no políticos o aptos para bivir en compañía, aunque Oppiano afirme dezirse vulgarmente que hablen entre sí los elephantes, siendo su plática de solos sus rectoresa entendida. 3(Reconocen por deidades). Otra manera de reconocimiento les atribuye Aeliano diziendo que después que la luna nueva comienza a crecer cortan en las montañas, donde andan, ramos y, llevándolos altos y meneándolos livianamente, la miran como suplicándola les sea favorable. 4(De Mauritania). Desta provincia de África hablamos largamente en el libro quinto. 5(Si primero no les jura su rector). Esto se ha visto por experiencia algunas vezes, con otras cosas no menos admirables acerca de su entendimiento. Una cuenta Plutarcho, en el sobredicho libro, indigna de que se calle, y es que como el rector tuviese costumbre de hurtar a uno la cevada y, un día que su amo quiso verle echar de comer, le diese (por no osar hazer otra cosa) cumplida su ración, mirándole el elephante airadamente, apartó la cuantidad de que le solía defraudar con la trompa, con tanta medida, que pudo el señor entender el engaño y maldad, que era lo que el elephante pretendía, y de ahí en adelante proveer en que no huviese falta en su mantenimiento. 6(Arrojar al cielo hierbas). Tierra y hierbas, dize Aeliano, y por eso añadió Plinio “como embiando la tierra por mensajera de sus ruegos”.

7(Dan las coronas). En señal de obediencia y reconoscimiento. De las variedades de coronas de que usó en diversos casos la Antigüedad tenemos dicho en otras partes destos comentarios, porque no hazen a este propósito las demás significaciones desta palabra, como es el ornamento de las mugeres, el signo que se ve sobre el hombre del Artophílax,b la muchedumbre de la gente, y el círculo y halón que suelen, en tiempo de humidad, rodear la Luna.

a. Por cornaca.

b. Constelación boreal llamada también Bootes (gr. boyero), cuya estrella principal es Arturo.

TOMO IV. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 1