Libro Séptimo

[FIGURAS ADMIRABLES DE GENTES]




[INTRODUCCION]

El mundo1 y sus tierras, gentes, mares, islas y ciudades señaladas,2 son de la manera que he contado.3 Y porque la naturaleza de los animales que en el mismo viven no es de menor4 consideración que cualquiera parte de las otras, si el ánimo humano lo pudiese alcanzar, hablaremos dellos, y primero del hombre, con muy gran razón, pues por su causa5 parece haverse criado todos los demás, aunque con tan grande y cruel contrapeso contra sus tan excelentes dones que no se puede bien averiguar si le haya sido buena madre o mala madrastra. Porque, lo primero, a él sólo entre todos los animales, siéndole estraña,6 viste de agenas riquezas; a los demás de diversas coberturas: conchas,7 cortezas, cuero, espinas, vello, cerdas, pelos, plumas, alas, escamas y vellocinos, y aún a los troncos y árboles ampara del frío y calor con corteza, algunas vezes doblada. Al hombre sólo arroja8 el día de su nacimiento, desnudo, en la tierra desnuda, para que grite, llore y derrame lágrimas y, éstas, luego, en el principio de la vida. Y la risa más apresurada y temprana a ninguno acontece antes de los 40 días. En este principio de vida nos resciben con faxas y prisiones de todos los miembros, lo que no se haze aun con las fieras que nacen entre nosotros. Ansí que este hombre de próspero nacimiento yace tendido, atado de pies y manos, llorando, siendo el que ha de mandar9 a todos los otros animales, y comienza de tormentos la vida por sólo que nació.10 ¡O[h], desatino de los que se persuaden haver procedido destos principios para ser sobervios! La primera esperanza de fuerza y el primer beneficio del tiempo le haze semejante a animal de cuatro pies.11 ¿Cuándo puede andar? ¿Cuándo hablar? ¿Cuándo le nacen los dientes? ¿Cuánto tiempo le dura el latir de la mollera,12 que es señal de ser el más flaco de todos los animales? Después, enfermedades, y tantas medicinas inventadas para ellas, y éstas no pocas vezes vencidas con novedades.13 Los demás animales tienen sus particulares naturalezas. A unos es propria la ligereza, a otros el bolar, a otros grandes fuerzas, con otros se nace el nadar, mas el hombre ninguna cosa sabe sin aprendella, no habla, no anda, no come y, en suma, no saca del vientre, sabido, sino llorar. Y, ansí, ha havido muchos que dixeron ser lo mejor, o no nacer, o morir muy presto.14 A él sólo es natural el llorar, a él sólo la demasía15 y ésta de muchas maneras y por cada miembro.16 A él sólo deseo de honrra, a él avaricia, a él sólo cobdicia inmensa de vivir, a él sólo superstición, cuidado de la sepultura17 y de lo que ha de ser después de él. Ninguno es de vida más flaca ni más cobdicioso de todas las cosas. Ninguno padece más confusos temores, ni con mayor rabia se encruelece. Finalmente, los otros animales viven quietos con los de su género;18 vérnoslos juntos y hermanarse contra los de otro linage. Los leones, aunque feroces, no pelean entre sí. Unas serpientes no muerden a otras. Y aun, todos los géneros de pescados de la mar no se encruelecen sino contra otros diferentes. Mas, en verdad, al hombre, el hombre mismo es causa de muchos males.


EL INTERPRETE

Como el intento de Plinio, en este su grande volumen, sea escrivir una historia universal de toda la naturaleza, discurriendo por los cielos y elementos, animales y plantas que en ellos se produzen, hasta las piedras y minerales que la tierra encubre en sus entrañas, entre los animales comienza del hombre. Y porque, dando dello la razón, afirme haverse por su causa criado los otros, toma, por el contrario, ocasión de acordarse de sus miserias y trabajos de que, entre los demás, Job se lamenta en su capítulo XIV, cuyo principio es el hombre nacido de muger, puesto caso que no pocas cosas de las que se le dan de algunos por baldón, hayan otros interpretado en su gloria y ventaja sobre los otros animales, como adelante más largamente se mostrará.

1(El mundo). Entiende por mundo, según la doctrina de Aristóteles, el cielo y todo lo que dentro de él se contiene. 2(Señaladas). Leo insignes urbes, no sinus urbes, como algunos leen, que éstos se nos pueden entender, por este epílogo, debaxo de mares. 3(Contado), en los cinco libros que preceden a éste. 4(Menor). Leo minore y no minor est, porque con este ablativo absoluto se atan mejor, y más a la costumbre pliniana, estas dos cláusulas. 5(Por su causa). Porque aliende de lo que testifica la Sancta Escriptura en muchas partes, como las cosas menos perfectas hayan sido criadas a causa de las de mayor perfección, y la criatura racional sea la más preminente deste mundo, parece haverse por su causa y respecto produzido todas las otras y, entre ellas, los otros animales.

6(Siéndole estraña). Leo aliena alienis velat opibus. Y no me parece frase indigna de Plinio, antes propria agudeza suya, porque advierte que, siéndole estraña y enemiga, le negó los atavíos con que otros animales nacen adornados y puso en necesidad de los agenos y usurpados, con daño y perjuizio de los demás. 7(Conchas). Discurre aquí de pasada por las coberturas de los animales; porque según se entiende de diversos lugares de Aristóteles y deste mismo autor, si éstos hazen su vivienda en el aire, se visten de alas y plumas; si en la tierra, o de las mismas, como el abestruz, o de cortezas (que ansí las llaman los autores), como las salamanquesas, lagartos, tortugas y serpientes; o de espinas, como el erizo y puerco espín; o de vello, como las cabras; o de vello y espinas como el hoitztlacuatzin;a o de vellocinos, como las ovejas; o de cuero, como los elephantes; o de cerdas, como el género de los puercos; o, finalmente, de pelos como los perros. Si en el agua, o se cubren de escamas como los sábalos, o de cuero y pelos, como los lobos marinos; o de corteza, como los galápagos, o de cuero sólo y, éste, o áspero como los tollos, que frescos llaman cazones, o blando como aquellos que los griegos dizen [μύραινα], cual es la morena, llamados ansí, según afirma Galeno, porque no tienen escamas, ni cuero áspero, sino blando y semejante al humano; o de ninguno, como los pulpos, o de concha de dureza de pedernal, como las ostras, caracoles marinos y otros semejantes, que llaman los latinos testáceos y los griegos [χελώνίον], o de concha más delgada, como los cangrejos, langostas, y otros desta manera que se nombran en latín crustatos y de los griegos [όστρεον], no como piensan algunos porque sean más blandos que los estáceos y más duros que los escamosos, sino porque su cobertura es más subtil, aunque no es menor su dureza, según afirma Galeno en el mismo capítulo tercero, De Crustatis. Y, ansí, los testáceos, según quiere Arist[óteles], tienen de fuera la concha dura y que se puede cortar fácilmente, pero no quebrar, al contrario que la de los crustatos, la cual se rompe o corta con dificultad y quiebra fácilmente, según aquellas palabras de Aristóteles [ilegible] que ansí castigó este testo; o fuerte, que con dificultad se rompe y fácilmente se quiebra, según que acontece al vidro y otras cosas de semejante modo de substancia, que desto suele ser la causa; y ansí nuestro autor dize de las lagostas que se cubren de costra frágil. 8(Arroja). Hablar Plinio en este lugar del orden de naturaleza y no de la costumbre romana de poner los niños rezién nacidos sobre la tierra, está tan claro de la misma letra que no se deve dar crédito a los que agrada inquirir e inventar sentidos más curiosos que verdaderos. 9(Mandar). A este propósito haze lo que está escripto en el IV capítulo del Deuteronomio, conviene a saber, «porque levantados los ojos al cielo y viendo el Sol y la Luna y todas las estrellas del cielo, no adores y honres con error lo que tu Dios crió para servicio de todas las gentes». Ansimismo, aquello del Salmo VIII, que es: «todo le pusiste debaxo de sus pies, ovejas, bueyes y los demás ganados del campo.» Y, si es lícito traher aquí autoridades profanas, lo que dixo en su libro De las transformaciones Ovidio: «nació el hombre animal más sancto que éstos y capaz de entendimiento más alto, y tal, que pudiese enseñorearse del resto de los animales». 10(Por sólo que nació). Plinio, como gentil, no entendió en los niños más culpa que haver nacido, pero sepa el christiano lector que el pecado de la desobediencia de Adán causó el que llaman (por comunicársenos en nuestro origen) original, y éste se derivó por su medio en la sucesión y, ansí, en él todos pecamos. Fueron efectos de la culpa la rebelión y desenfrenamiento de la carne y privación de la justicia original y otras tales miserias, cuyo sentimiento significamos luego que podemos y celebramos con gritos, y los primeros 40 días (como dize Aristóteles) solamente en el sueño (en el cual también nos reímos) con lágrimas, aunque no lloramos, porque nacemos a trabajos, que entonces no lo entendemos, sino por la mudanza en que comenzamos a sentirlos y tenemos facultad para llorarlos.

11(De cuatro pies). Arist[óteles], en el capítulo I del segundo libro de la Historia de los animales, dize que el hombre, antes que sea adulto, tiene la parte superior del cuerpo mayor que la baxa, y se buelve, mientras va cresciendo, más al contrario. Por lo cual, siendo niño anda con cuatro pies, y después se enhiesta en dos. 12(La mollera). Vertex o κορνΦή, es acerca de Arist[óteles] y Galeno el remolino que está entre el colodrillo y el que llama sinciput Aristóteles, el cual comprende los dos huesos del sinciput o bregma y el hueso coronal de Galeno; pero trasladamos ansí por usurpar Plinio aquí esta palabra en más estendida significación y de manera que no sólo significase el puncto que estrechamente es llamado vertex, mas todo lo que palpita y spontaneámente se mueve en las cabezas de los niños rezién nacidos, que, comúnmente, en nuestra lengua hespañola, llamamos mollera. 13(Novedades). Esto se ve bien en nuestros tiempos, en los cuales, atiende de la muchedumbre de medicinas simples y compuestas que la escuela arábiga ha añadido a la griega, nos han comunicado las Indias otras, no pocas, de que el lector se podrá informar de la historia que dellas escrivimos, por no referir tantos géneros de males nunca antes vistos como en nuestros tiempos se han a los antiguos (como que aquéllos no bastaran) allegado. 14(O morir muy presto). Desto se acordó Cicerón en sus Tusculanas, y aún es dicho de griegos que Ausonio aprueva en el dísticho que comienza: Optima graiorum sententia. 15(La demasía). Porque los otros animales, como dize Plutarcho, siguen senzillamente aquello a que su naturaleza los inclina y es necesario para la conservación suya y de su especie, mas el hombre, cuando se desenfrena, házese tanto más bestial que ellos cuanto con el entendimiento y noticia de las cosas los excede; y ansí es de él propria la demasía.

16(Y por cada miembro). Porque no hay partícula en el hombre donde no se eche de ver nuestro desenfrenado apetito, de aquí es el oro que colgamos de las orejas y cabellos; las perlas que algunas naciones engastan en los labios, mexillas y narizes; las cadenas, axorcas, anillos y otros atavíos con que comúnmente adornamos las demás partes del cuerpo hazíendo, aun de los castigos, vicio y recreación. 17(De la sepultura). Bien lo testificó el que puso en su túmulo: Hoc scilicet deerat humanae temeritati, que quiere dezir esto, por cierto, “faltava al desatino humano”, como quien dize, tener cuenta para después de la muerte con el aparato y pompa de la sepultura. 18(Sin perjuizio). Puesto caso que esto no sea siempre ansí, según parece de lo que Plinio y Aristóteles testifican de los cisnes, los cuales se comen unos a otros, pero habla al presente de lo que por la mayor parte acontece y ansí se libra de reprehensión.

a. Puerco espín de Nueva España.

TOMO IV. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 1