CAPITULO L

De diversos géneros de enfermedades

Publio Cornelio Ruffo, que fue cónsul con Marco Curio, soñando que cegava1 perdió la vista. Al contrario, Phereo Jasón, desafuziado de los médicos por una vómica2 o apostema, como buscase la muerte en la guerra, herido el pecho, halló medicina en el enemigo. Quinto Fabio Máximo, peleando a par del río Ysara3 contra los piamonteses y los de Auvernia, a ocho de agosto, muertos 130 mil dellos, sanó de la cuartana, en la pelea. Y, ciertamente, este don de vida que nos dio Naturaleza es incierto y flaco de cualquier manera que se nos conceda; maligno y breve, aun en aquellos con quien muy liberalmente se dispensa, si miramos bien todo el tiempo de la vida, pues si descontamos las horas del sueño ninguno vive más de la mitad della y la otra mitad es semejante a la muerte, si dormimos, o a tormento, si no podemos dormir. Menos se deven meter en cuenta los años de la niñez que carecen de perfecto sentimiento, o los de la vejez que sólo son para sentir trabaxos, pues ¿qué diremos de tantos linages de peligros, de tantas enfermedades, tantos males, tantos cuidados? ¿Y de tanto llamar la muerte, que no hay en los hombres deseo más continuo? Y, ansí, no creo yo que dio Naturaleza al hombre cosa mejor que la brevedad de la vida. Embótanse los sentidos, los miembros se entorpecen, piérdese la vista, el oír, el andar y los dientes e instrumentos de los manjares. Y todo este tiempo se nos mete en cuenta de vida.

Un exemplo hay admirable de Xenóphilo, músico, que vivió 105 años sin enfermedad alguna. Pero al resto de los hombres ya acude a ciertas horas por todas las partes de los miembros un pestilencial calor o frío, y no sólo a ciertas horas, mas de tercero en tercero día o de cuarto en cuarto día o noche, por todo el año, lo que a ninguno de los otros animales acontece. Y aun es género de enfermedad morir por saber.1 Puso ansimismo Naturaleza ciertas leyes y tasa a las enfermedades; la cuartana jamás comienza en la bruma5 ni en los meses del himbierno. Males hay que jamás vienen a los que pasan de 60 años; otros se quitan entrando la juventud, mayormente en las mugeres. Los viejos no enferman de pestilencia, y a todas maneras de gentes acontecen sus ciertas enfermedades. Unas vezes a los siervos y otras a los señores y, ansí, en los demás grados. Lo que toca a la pestilencia consta por experiencia venir siempre de la parte de mediodía y de occidente, y casi nunca de otra manera, ni pasar de tres meses si no es en himbierno.


EL INTERPRETE

1(Soñando que cegava). Dexado aparte el sueño natural, llamado de los griegos ύπνος, y el preternatural que acerca de los mismos es carosa o coma, sopor acerca de los latinos y subeth acerca de los árabes y hebreos, porque no haze a nuestro propósito, discurriremos por los sueños o entresueños, en los que viéremos que puede ayudar algo para el entendimiento deste lugar. Estos, pues, o son divinos, y entonces se dividen en oráculos, que los griegos llaman χρηματισμός, por los cuales se le anuncia al hombre algo de lo que está por venir, y en visiones, que los mismos llaman όραματισμός, en que se ve lo mismo, y ensomnios, que llaman los griegos, por los cuales se revela algo en semejanzas que tienen necesidad de interpretación, aunque afirman algunos όvείpovς que pueden ser éstos naturales y causados de cierta fuerza prognóstica y presagatriz que dizen tener el alma en el cuerpo, y que acontecen en hombres sobrios y templados hazia la mañana y, añaden afirmar Homero por esta causa que los sueños de los reyes no se deven menospreciar, los cuales él llama por su certeza y verdad όνάρονς. Otros lo tienen por falso, creyendo ser siempre divinos y comunicados de la perfección o τελ[ήεις], en la purgación o καθαρισμός, mediante el Φωτισμός, o iluminación (como dize en el libro De Caelesti Jerarchia, san Dionisio) en el tiempo que por el sueño está más remontada el alma de los afectos corpóreos. Otros hay del demonio, falsos y engañosos y forjados para nuestro daño, por lo cual se prohíbe y deroga la fe a los sueños, siendo, entre tantas como pueden hazerlos, incierta la causa de do proceden. Otros hay naturales, causados de los afectos del cuerpo en el alma, vanos e inciertos, aunque significativos de la disposición que el hombre tiene y exceso de humores, como parece del libro De Insomnis, que Hippócrates escrivió, de los cuales, según testifica Macrobio sobre el sueño de Scipión, unos se llaman γαντάσματος o visus, y otros άνύπνος, o insomnios. Déstos fue el sueño deste romano de que Plinio haze al presente mención, porque el mismo afecto que hizo la ceguedad, ése fue causa del entresueño, y ansí acontece a muchos soñar que están oprimidos de alguna enfermedad y, recordados, hallar que de veras la padecen. 2(Vómica). Llámanla los griegos empiemab y los latinos supuratio. Significa algunas vezes cualquier apostema, interior o esterior, que tiene materia, que también es una manera de lo que los médicos llaman abceso. Otras, sólo el interior y, finalmente, materias recozidas en el pecho, lo cual entiende aquí Plinio, según puede juzgarse del caso. Y como (según enseña Galeno) antiguamente se curasen éstas cauterizado el pecho para que, dados respiraderos a las materias, se limpiase, dize Plinio que suplió el enemigo la falta del artífice y ansí, buscando la muerte, halló en él la vida. Ve a Hippócrates en la segunda partícula de sus pronósticos, desde el 52 hasta el 63. 3(Isora). Río es de Francia que se junta con el Rhódano. 4(Morir por saber). Quiere dezir morir por alcanzar el conocimiento de las cosas, o morir por entendellas, que harta muerte es a los sabios ver lo que pasa en el mundo, el cual (según el refrán vulgar) “locos sustentan, gozan los necios y lloran los cuerdos”. Mas, a la verdad, duro me parece este lenguaje y, por tanto, véase si se leería mejor atque etiam morbus est aliquis, aliquantis per sapientiam mori y que quiera dezir que es especie de enfermedad la falta del saber que los más sabios padecen algunas veces, o si por ventura cuadraría mejor per sape o semper mori, porque a la verdad la mayor enfermedad es la muerte y ésta no sólo consiste en el acabar, sino en ir acabando, lo cual comienza desde el día en que nacemos. 5(Bruma). Es a 11 días y 13 horas de diziembre, y era en tiempo de Plinio a 24 y ciertas horas del mismo, la cual diversidad (como en otros lugares tengo avisado) nace de los días que se han dado de más al año, por las seis horas que añadió César. Aunque, fuera desto, es difícil el conocimiento punctual de los equinoccios y solsticios, como también los ortus y ocasos de las estrellas, a causa de no estar llegada al cabo la verdadera cuantidad del año trópico, y de ser desigual el movimiento de los equinoccios por la irregularidad del movimiento del Sol causada de variarse su ecentricidad y auge, no obstante lo cual se pueden conocer, poco más o menos, los que nos precedieron y los que nos sucederán fácilmente.

a. κάρος, adormecimiento con pesadez.

b. εμπύημα, supuración; vómito de pus.

TOMO IV. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 1