CAPITULO III

De partos [prodigiosos]

Por lo que se ha visto en los Horacios y Curados, tenemos entendido nacer, algunas vezes, tres de un vientre. Si son más1 tiénese el parto por monstruoso, salvo en Egipto,2 donde el agua del Nilo haze más fértiles las mugeres. En los años próximos y últimos del Divino Augusto, Fausta, muger plebeya, pariendo de un parto en Ostia dos varones y dos hembras, dio certísima señal de la hambre que se siguió.3 Hállase haver parido otra en la Morea cuatro vezes,4 cinco cada parto, y vivido la mayor parte dellos. Trogo afirma nacer algunas vezes en Egipto siete de un vientre.

Salen también de dos naturas los que por ello se dizen hermaphrodites5 y Uamavan antiguamente andróginos, tenidos por monstruos, como agora por deleite.

El magno Pompeyo puso entre los ornamentos del teatro famosas tablas, pintadas con grande diligencia por manos singulares artífices y a buelta dellas, una, de Eutiche, sepultada de 20 hijos, en Trallis, después de haver parido 30. Alcipe parió un elephante, aunque esto fue monstruoso y no es de maravillar porque también una esclava parió una serpiente a los principios de la guerra mársica.



Los parthos monstruosos salen de diversas formas: Claudio César escrive haver nacido un hipocentauro6 en Thesalia y muerto en el mismo día. Yo vi uno que imperando el mismo Claudio le truxeron de Egipto en miel. Hállase, ansimismo, entre los acaescimientos haverse buelto un niño a entrar en el vientre de la madre, acabado de nacer, en la ciudad de Morvedre, en el año que fue destruida por Haníbal.


EL INTERPRETE

1(Si son más). Aunque sean menos, como excedan el número de uno, ora sea el lugar fértil, ora no lo sea, tiene Aristóteles el parto por monstruoso, como parece del libro y capítulo cuarto De la generación de los animales, y del libro séptimo capítulo IV De su naturaleza, porque no se dize solamente tal lo que se haze fuera de su curso extraordinario, sino también lo que sale fuera del ordinario y, que por la mayor parte, vemos acaecer. La causa destos partos quiere el mismo que sea la muchedumbre de la simiente con la división. Hippócrates las refiere, en el libro De Natura Pueri, a su repartimiento. Empédocles, según trahe Plutarcho en el quinto De las opiniones de los philósophos, capítulo IV, a ambas cosas. Asclepiades, a la excelencia de las simientes, conforme a lo que se ve en las espigas, que tienen dos y tres órdenes de granos. Erasístrato al concebir sobre preñado y, finalmente, los stoicos, con engaño, a los senos diversos de la madre. De manera que, según Aristóteles, estos partos de mayor número son una manera de monstruosidad que tiene en la muchedumbre y división de la simiente su causa. Y, ansí, en los animales menores en que (a causa de tener necesidad de poco mantenimiento sus pequeños cuerpos) abunda, se ve nacer ordinariamente grande número. De aquí también quiere que nazca otra manera de monstruos de miembros añadidos, ora sean en un solo hombre, ora en dos pegados en un solo cuerpo, como de ser poca la simiente acontece lo contrario. Este parecer confirma Empédocles, aunque añade hazerse también por la perturbación y movimiento de la simiente, por la división desordenada en más partes. Stratón, como dize Plutarcho, lo refiere al augmento o disminución, transposición o hinchazón, y algunos médicos al torcerse en este tiempo la madre por causa de ventosidad que la estiende. De otra manera de monstruos en que nacen diversas formas hablaremos más adelante. 2(En Egipto). Esto es de Aristóteles, en el mismo capítulo, y en otras partes de que también se acordó Hippócrates en el libro De los partos sietemesinos. 3(Que se siguió). Creyó la supersticiosa antigüedad, fundada en vanas razones, que con estos nacimientos admirables amenazava Naturaleza algunas cosas estrañas, pero téngalo el christiano lector por falso, como otros infinitos agüeros y adivinaciones de que no queremos hazer mención en este lugar. 4(Cuatro vezes). Aristóteles Salamino escrive hallarse en los Anales Euboicos haver parido Chalcídica 100 hijos. Alberto Magno cuenta de otra que parió en Alemania 60, cinco cada vez; Avicena, de otra que abortó 22 ya figurados y, otra, 70. Alberto, dize que le contó un médico haver sido llamado para una que abortó 150 de tamaño, cada uno, del dedo meñique, con forma, y muchos dellos con movimiento. Otra señora parió en Flandes 364 ya informados de ánima racional, si creemos al epitaphio que hoy se halla en la misma iglesia do están enterrados, que es no lexos de La Haya, en la provincia de Olanda, cuyo tenor, puesto en romance castellano, es el que se sigue. «La Ilustre señora Margarita Harmanuy, muger del conde de Hebenburg, hija de Henrrico, duque de Brabantia, la cual tuvo un hermano llamado Guylhelmo, rey de Alemania, parió en el Año del Señor de 1272, en el mismo día de Pascua de Resurrección, a la una, antes de mediodía, 364 niños vivos, machos y hembras, los cuales después que recibieron agua de baptismo en una bacía por el venerable Guidon, obispo sufragáneo trayectense y se llamasen los machos Juanes y las hembras Elisabetas, pasaron sus almas, juntamente con la de su madre, a Dios.» 5(Hermaphrodites). Cosa es común nacer con dos naturas de macho y hembra; con dos de macho y otras tantas de hembra, no tanto, aunque se ve en el hombre y más en las cabras lo cual, según creo, deve de acontecer, porque puesto caso que el monstruo se haga por error de naturaleza pero de dos inconvinientes eligiese el menor y, éste, es tener uno de macho y otro de hembra, porque si fueran ambos de hembra o ambos de varón, el uno fuera superfluo y demasiado. En lo demás llaman los griegos Έρμάων a Mercurio, y a Venus ΆΦροδίτη. Déstos, Hermaphrodito, hijo de ambos, tomó el nombre. Acaso por la naturaleza indiferente de Mercurio y femenina de Venus. Déste, pues (como dizen los poetas), enamorada y en cierta coyuntura que buscó, abrazada Salmacis suplicó a Júpiter que no se viese de él apartada, alcanzolo y, juntados en un cuerpo, se formó el andrógino, que a esta causa se llamó también hermaphrodito. Desta forma dixo Plinio en el capítulo pasado y allégalo Gellio en el libro cuarto, capítulo IX, reprehendiendo con este lugar a Fenestella, haver gentes y que Aristóteles añade que la teta derecha déstos era de varón y, la izquierda, de hembra y, en el capítulo presente, que nacen hombres desta manera. Esto mismo testifica Aristóteles en el capítulo allegado entre los monstruos de miembros añadidos. Porque no me curo de los que dizen que en la parte derecha de la madre se engendran machos, en la izquierda hembras y, en la de enmedio, hermaphrodites. Acordose dellas Galeno sobre aquel aphorismo mulier ambidextera non fit. Donde refiere de algunos que Hippócrates quiso dezir que sólo el hombre se engendra de dos naturas, y nunca la muger, aunque él no lo aprueva. Vemos éstos algunas vezes en efecto, y otras en esculpturas antiguas, especialmente en Roma. Pone dellos Leonides cuatro especies: tres de machos y una de hembras. Con qué estrella nazcan escrive Fírmico en el tercero de sus Mathemáticas. Dize Livio, en el tercero de la guerra macedónica, haver sido estrañamente abominados y llevados al mar, aunque después fueron tenidos por deleite. De otro linage déstos se acordó Aristóteles en el capítulo VI del tercero libro de la Generación de los animales, que él llama con nombre particular άρσενο-θηλς y Theodoro, más fiel (como dize Hermolao) que acertadamente, másculo-faéminos, los cuales se toman ansí mesmos. Y puesto caso que Aristóteles lo tenga por burla, como también que la hiena un año haga oficio de macho y otro de hembra, según se ve en este lugar, y en el VI De Animalibus, capítulo XXXII. En otra parte está hecha mención destos hermaphrodites, como es en el primero desta misma historia, capítulo XLIX y en Marcial, Ovidio y otros. Hippócrates, en el libro primero De Dieta, nombra hermaphrodites a aquellos en quien reina la parte masculina de la hembra y es vencida la fémina del macho, dando a entender que los tales son hombres feminados, y no enteros varones. Los egipcios, cuando querían dar a entender una cosa muy perfecta o ambos hemispherios, o las dos virtudes, activa y contemplativa, pintavan un andrógino, compuesto de bueitre y escaravajo, entendiendo por el bueitre a Pallas, y por el escaravajo a Vulcano. Y aun si queremos más examinar esta cosa, hallaremos que el hombre que los philósophos consideran es andrógino, pues contiene en sí ambos sexos; y de aquí es que en lo que toca al entendimiento no tienen diferencia alguna. Y aún los ángeles y demonios están llamados hombres en la Escriptura Sagrada. Ansimismo Platón en su Symposio, dando la razón del amor humano, dize que Júpiter crió un cuerpo andrógino, y como éste ensobervecido de su perfección quisiese echar a Júpiter del cielo, fue dividido en macho y hembra. Ora entienda por él a Adam, antes que fuese criada Eva de su costilla, ora a Adam y Eva, ya apartados, ora el sentido y la razón en que le pareció preceder el pecado a la división, advertido (según yo creo) de la Sancta Escriptura, en la cual, aunque se lea otra división que precedió al pecado, conviene a saber, la que se hizo sacando la muger de Adam y la inclinación que Dios le dio, propria y distincta y la del sentido, que fue asimismo distincta de la del entendimiento, sin las cuales divisiones (aunque sanctas y necesarias y dadas por bien del hombre porque de otra manera ocupado todo en contemplar, sin tener cuenta alguna con el cuerpo, totalmente pereciera) Adán no pecara, pero después se lee otra que sucedió al pecado, en que se perdió la conformidad de sentido y razón, de que Dios havía hecho gracia al hombre, y désta habló Platón en el lugar allegado.

6(Hipocentauros). Aunque como los animales de un linage engendran su semejante, ansí los de diversos produzen especie diversa, según se sabe del libro segundo De Generatione Animaliun, capítulo VI, y se ve en las mulas y estraños animales que conforme al proverbio vulgar Africa de contino lleva, de los cuales algunos son monstruosos y otros ordinarios, pero no se entienda que siempre quieren los géneros admitirse (que aún en esta parte somos de peor condición que las fieras) o que admitidos engendren. Y, ansí, se me haze duro de creer que el hombre con algún animal de otra especie sea fértil, por la diferente naturaleza que tiene de los otros animales, según que Galeno más largamente procura mostrar en el libro tercero, Del uso de los miembros, al principio. Y porque, entre tantos hombres bestiales que los tiempos han llevado, no nos queda simiente desta maldad, puesto caso que, allende de los centauros, hipocentauros, minotauros y otros semejantes, de que hallamos memoria en la Antigüedad, Aristóteles, Plinio y Augustino sienten lo contrario y aun Aeliano cuenta haver tenido los silvanos origen de un pastor y una cabra, y, Plutarcho, en sus Paralel[a]s, que un Fulvio engendró, de una yegua, una hermosa moza que llamaron Hyppo y, Aefesio Aristón, otra, de no menor beldad, de una borrica, según Aristóteles [cuenta] en el segundo De las cosas admirables. No es de callar en esta materia lo que Saxon y, después de él, Olao Magno, cuenta, conviene a saber: que un oso engendró en una hermosa doncella que acaso uvo a las manos un mozo tan feroz que, cresciendo en edad, mató al ursicida y fue de tanto valor y fortaleza que su visnieto fue rey de los danos. Ansimismo, lo que se dize de un linage de labradores en Hespaña que descienden de un hombre y una yegua, testificado por un cerro que los primeros tenían en el espalda. Pero Galeno tiene todo esto por fabuloso y cree, reprehendiendo acerca dello a Píndaro, ser antes cuentos de poetas que quieren espantar con mentiras, que parecer de philósophos acostumbrados a enseñar verdades. Dígolo porque estos hipocentauros y serpientes que aquí Plinio refiere antes creo, o ser ficticios o, si fueron verdaderos, haverse engendrado por alguna causa general o superior, o por error de naturaleza, o putrefacción, o imaginación, como lo siente Plutarcho, y aun Plinio en otra parte, que se hazen figuras desemejantes a los padres, no de ayuntamientos diversos. Porque lo que dize haverse un niño buelto a entrar en el vientre de su madre yo lo tengo por falso, si no fue embuste del demonio, dándole Dios lugar por los pecados de aquellos tiempos.

TOMO IV. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 1