CAPITULO I

De estrañas figuras de gentes

Ya ha vemos contado, haziendo mención de las naciones,1 la mayor parte de la universidada del linage humano, y aunque no es mi intento tractar en esta historia sus innumerables ritos y costumbres, tantas, casi, cuantas poblaciones hay de gentes, pero paréceme no ser algunas cosas de callar, mayormente de los que viven más apartados del mar, entre las cuales no dubdo que muchas parecerán monstruosas e increíbles, porque ¿quién creyera que havía negros2 antes que los viesen? O ¿qué no nos causa admiración luego que llega a nuestra noticia? ¿Cuántas cosas nos parece no poderse hazer antes que se hagan? Pero la fuerza y magestad de Naturaleza se haze a cada paso increíble al que por partes, y no toda en confuso, la considera, y por no aprovecharme en este propósito de los pavones, manchas de tigres y de onzas, de las pinturas de tantos animales, cosas son por cierto fáciles de referir, pero mucho de ponderar tantas pláticas3 de gentes, tantos lenguajes, tanta diversidad de hablar, que casi no tenemos por hombre al estrangero.

También, como haya en el rostro humano diez partes o pocas más,4 no se hallarán dos figuras en tantos millares dellos que no sean distinctas y diferentes;5 lo cual ni los muy grandes artífices podrían hazer en pocas aunque estuviesen muy sobre aviso. Y con todo esto, en muchas cosas de las que dixere no quiero que me crean a mí; háyanlo con los autores a quien me remitiré nombrándolos en todas las dubdosas. Conque no se tenga por pesadumbre seguir a los griegos, o por su diligencia, en que escedieron a los demás, o por la antigüedad de sus escripturas.

a. Por generalidad.


EL INTERPRETE

1(De las naciones). De tres cosas que acerca del hombre toca Plinio, que son la diversidad de las naciones, su naturaleza y sus ritos y costumbres, le agradó tractar en este séptimo lo segundo. Porque dize que lo primero se dixo en los libros pasados, y lo tercero no es su intento tractar en este volumen por no pertenecer a la natural historia. Lo cual, aunque sea ansí todavía, de pasada, cuenta algunas dellas, por ser tan estrañas y espantosas, en especial de los que viven más apartados de la mar, los cuales, por el poco comercio y contratación que tienen con las otras naciones, suelen ser en sus costumbres y modo de vivir más estraños. 2(Negros). Ansí traslado ethíopes, pues aunque haya negros en otras partes fuera de Ethiopía, lo que en ellos podía ser admirable y al propósito era ser negros. Diversas Ethiopías hay, y todas en África, mas porque hablamos en su proprio lugar dellas me plaze bolver al propósito. ¿Quién, pues, creyera que estava un tan grande mundo como éste,b distante tantos millares de leguas que por el océano se caminan al nuestro, gentes nuevas, nuevos ritos y religión y habitación debaxo de la línea equinoccial, contra el parecer de tantos y tan graves autores? ¿Quién tanta diversidad de cielo y suelo y, en él, plantas y animales tan admirables, por no dezir monstruosos, y tanta copia de muy fértiles minerales? ¿Y que se havía de caminar a él, tan osada y diestramente en confianza de tan mudables vientos y tan frágiles vasos? Y, finalmente, ¿quién tantas novedades como cada día se ven en el mundo? Pero, en fin, la naturaleza de las cosas parece a cada paso increíble al que en particular y por menudo la considera. Pues, aun las cosas ordinarias, si bien las examinamos, encierran en sí no pequeños misterios; si no, levantemos los ojos a los cielos, demos una buelta por los elementos, vengamos a las encubiertas propriedades de los mixtos y, si no nos vaga, no salgamos de nosotros mismos, donde hallaremos tanto de qué nos espantar, que Plinio por este parecer quede con nosotros muy bien acreditado. De aquí (como dize Séneca) que no se puede dar de todo razón y causa, aunque ninguna cosa se haga sin ella. Si no, díganme, que me agrada entre tantas cosas preguntar algunas, ¿por qué la piedra imán atrahe el hierro y aún lo endereza al norte, haziendo diversamente nordestear las agujas en diversas partes? ¿Cómo impide el pecezillo que llaman echenisc el curso de la pesadumbre de los navíos? ¿Qué repugnancia es ésta que todo tiene con el vazío? Y ¿de dónde nace tanta correspondencia y concordia entre algunas cosas que parecen contrarias, y tanta discordiancia y contrariedad entre otras que se juzgarían por concordes y semejantes? Yo, cierto, no creo que bastan las fuerzas del entendimiento humano por mucho que se desvele a desatar estos ñudos y, por tanto, vengamos a otras más sabidas, aunque en este propósito no menos provechosas. Y declaremos la razón del color destos negros que no se sabe ser otra que el calor y humidad natural, de tal manera los tuesta y dispone que no sólo los padres se conservan en su propio color, mas éste se deriva en su sucesión, aunque se pasen a regiones muy templadas, si alguno no dixese ser propriedad comunicada del cielo o naturaleza particular destas gentes. Esto mismo los haze tímidos, débiles y de baxo entendimiento; ansimismo, de cabellos retorcidos y merinos, a causa de la debilidad (como dize Galeno) del vapor y de los poros sinuosos y no derechos. Lo contrario acontece a los septentrionales, por las razones contrarias. Y, ansí, los que habitan entre estos extremos tienen la complexión más templada, de do nace ser para más y de mayor ánimo e ingenio y, por el consiguiente, aventajados en las otras obras convenientes a la vida. 3(Tantas pláticas). Esto se ve más claro en algunas partes de las Indias Occidentales, donde en pocas leguas de distancia se varía muchas vezes el lenguaje. Cosa por cierto admirable, pues cada uno dellos, según yo creo, podría ser muy perfecto y copioso si fuese dilatado de indios sabios que tuviesen cuenta con conocer e imponer, a su modo, nombre a las cosas. Porque no me curo de la variedad de las letras y pronunciación, pues es tan natural y blanda a los naturales cuanto estraña a los estrangeros. Y, porque en esta parte deseará alguno saber cuál fue la primera lengua que hablaron los hombres, diré mi parecer brevemente allegándome al de sancto Agustín en el capítulo XI del libro diez y seis, De la Ciudad de Dios, do quiere que la lengua hebraica fuese aquella en que primero se hablase, porque antes de la confusión de Babilonia todos usavan de un lenguaje, como parece del capítulo XII del Génesis, y éste sería el más excelente y quedaría en los buenos y que no conspiraron en el desvariado edificio de la torre, ansí como se confundió en los malos por razón de castigo. Uno de los justos fue Heber, de quien la [lengua] hebraica tomó el nombre, y ansí parece que su lengua fuese la primera y se salvase en él sin corrupción alguna. 4(O pocas más). Rostro llamo, con Aristóteles, lo que está entre el casco y el cuello. Sus partes, de quien él mismo se acordó en el primero libro De Historia Animalium, son la frente, cejas, párpados y pestañas, ojos, narizes, orejas, mexillas, boca, labios, dientes y barba. Su uso y compostura (porque sería largo referirlo en este lugar) podrá ver el lector en los libros anatómicos de Galeno. 5(Diferentes). La causa desto es el ornamento y distinción de los hombres, junto con la varia disposición de las causas universales y particulares que se concurren en su generación.

b. Refiérese a América y, en particular, a Nueva España, donde escribía.

c. Por echeneis, rémora.

TOMO IV. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 1