CAPITULO LIV

De los rayos en general

Cosa sabida es verse primero el relámpago que se oiga el trueno, aunque se formen juntamente (y no es de maravillar pues es más ligera la luz que el sonido) y que el sonido y el golpe concuerdan, templando ansí Naturaleza esta harmonía. Pero con esto es cierto causarse el sonido al tiempo que parte y no a la sazón que hiere, y que el aire que con él sale es aún más veloz que el rayo y, por tanto, es antes cualquiera cosa commovida o tocada del aire que herida del rayo, y ninguno es herido de rayo que le haya visto primero o haya oído su trueno. Tiénese el que viene del lado izquierdo1 por próspero, porque el oriente2 es la mano izquierda del mundo. Y esto no se mira tanto, para el pronóstico, la venida del rayo, como la buelta, ora resulta el fuego después del golpe, ora, acabada la obra o gastado el fuego, se buelva el aire.

Dividieron los ethruscos el cielo en 16 partes para que mejor se entendiese de qué parte venía el rayo. La primera contaron desde septentrión hasta el oriente equinoccial, la segunda deste mismo oriente hasta mediodía, la tercera hasta el occidente equinoccial, la cuarta ocupa lo que queda desde el poniente hasta septentrión. Déstas tornaron a dividir cada una en cuatro partes, de las cuales ocho desde el oriente llamaron siniestras, y otras tantas, puestas al contrario, diestras. Son entre éstas de más cruel significación aquellas que van de occidente a septentrión. Ansí que importa mucho de qué parte vengan los rayos y a do hayan a parar. Lo mejor de todo es que vuelvan hazia las partes de oriente y, por tanto, cuando vinieren de la primera parte del cielo y tornaren a la misma, se pronostican suma felicidad, y este prodigio leemos haver visto Sylla, dictador. Los rayos que vienen por cualquiera otra parte del cielo o son menos prósperos, o crueles. No se tiene por lícito manifestar ciertos rayos ni oírlos si no es dando noticia dellos a su huésped o padre. Pero por experiencia consta ser vanidad dar crédito a estas cosas, porque fue en Roma herido el templo de Juno, siendo cónsul Estauro, el cual fue luego príncipe. Relampaguea, sin truenos,3 más de noche que de día. Al hombre solo4 entre todos los animales no mata siempre el rayo, a los demás luego, concediéndole Naturaleza esta honra como le excedan tantos géneros de animales en fuerzas. Los cuales todos caen sobre las partes contrarias a la herida y el hombre no muere sino buelto sobre ella. Los que son tocados del rayo por la parte de arriba, se asientan. Hallan, al que mató el rayo estando velando,5 los ojos cerrados y, al que durmiendo, abiertos. No es permitido quemar los cuerpos de los que mueren desta manera, antes ha enseñado la religión que los entierren. Ningún animal es encendido con el rayo6 si no es el que está muerto y hállanse las partes heridas7 de los que desta manera perecen más frías que todo el resto del cuerpo.


EL INTERPRETE

Contiene este capítulo algunas proposiciones dignas de consideración: la primera, que se ve primero el relámpago que se oiga el trueno, aunque se formen juntamente, de lo cual es la causa ser la luz más ligera (como afirma Plinio) que no el sonido. Porque, siendo el sonido aire repercutido, camina en tiempo, mas la luz, como cualidad incorpórea, derrámase por el medio en un instante. Ayuda a esto percibir la vista a lo visible con más presteza por la subtileza de sus espíritus. Dase lo mismo a entender en otras cosas que tenemos más cercanas y familiares, como en la leña que se haze en las selvas, o en los remos que vemos desde alguna distancia mover en el agua. La segunda proposición es que el sonido y el golpe concuerdan (que ansí traslado congruunt) y esto nace de llegar en un mismo tiempo el rayo a hazer el golpe y el sonido de lo cual no se puede dar otra razón que la experiencia, pues es cierto, como se afirma en la siguiente proposición, causarse el sonido del rayo cuando sale de la nube, no del golpe que haze en lo que hiere, y con todo esto concurrir el golpe y el sonido por la presteza y velocidad del rayo; la cuarta, es que el aire es más veloz que el rayo, de donde nace ser antes cualquiera cosa commovida o aventada del aire que herida del rayo; la quinta, que ninguno es herido del rayo que le haya visto primero, u oído su trueno. Porque concurriendo (según que se afirmó en la segunda proposición) el golpe con el sonido, no puede ser oído primero que haga el golpe, ni visto por la grandísima presteza del rayo.

1(Tiénese el que viene del lado izquierdo). Ansí lo afirmaron muchos poetas e historiadores, tanto crédito se dio entre los antiguos a esta vanidad y a otras semejantes, cuales fueron las que canonizaron los ethruscos, como del texto parece. 2 (Porque el oriente). Ansí lo quiere Festo y otros muchos, aunque Tito Livio parezca haverlo entendido de otra manera. 3(Relampaguea sin truenos). Acaesce algunas vezes esto por no ser verdaderos relámpagos, sino cometas u otras exhalaciones encendidas, o porque se ven entonces desde mayor distancia a causa de la obscuridad de la noche, desde donde no puede el trueno llegar hasta nuestras orejas. 4(Al hombre solo). No entendió Plinio desto más razón que previlegio que haya concedido al hombre Naturaleza, a trueco que del exceso que le hazen en fuerzas tantos géneros de animales. Menos la entiendo yo de caer el hombre sobre las partes heridas (porque leo: nisi convertatur in percussas non expiras) y los demás animales sobre las contrarias. 5(Estando velando). Esto podría acontecer porque los que duermen tienen el calor natural en las partes interiores y éste, traído afuera, es causa que se abran los ojos. Los que velan, tiénenle en los exteriores y ansí, consumido del rayo, será causa que los ojos se cierren si por ventura no acaece porque el dormido, recordado del rayo, abre los ojos y queda en la muerte con ellos abiertos y, el despierto, ciérralos de temor y persevera, con ellos cerrados, en la muerte. 6(Es encendido con el rayo). Porque los vivos por la humidad y resistencia de naturaleza no se emprenden, mas los muertos, y sin alguna resistencia, podrán mejor inflamarse. 7(Hállanse las partes heridas). Esto acontece por la resolución que haze el fuego del rayo en el calor natural del lugar de la herida.

TOMO IV. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 1