CAPITULO XLIII

De los truenos y relámpagos

Menos dexaré de confesar que pueden caer en estas nubes fuegos1 de las estrellas, cuales los vemos muchas vezes en tiempo sereno, con cuyo golpe es cierto ser herido el aire (pues es ansí que una lanza vergueada haze sonido) y cuando han llegado a la nube, engendrarse un vapor disonante, al modo del que se haze cuando se mete algún hierro ardiendo en el agua, y rebolverse un humoso remolino, de do suelen nacer tempestades y engendrarse truenos, si en la nube luchare algún viento o vapor, el cual, si sale ardiendo, se siguen rayos, y si resplandece solamente a mucha distancia, relámpagos, y que con éstos se hiende la nube y con los otros se rompe, y ser truenos los golpes del fuego que hieren la nube, y que por tanto resplandecen las hendiduras ígneas del las y que puede también hazer trueno viento que haya subido de la Tierra rebatido de las estrellas, encerrado en la nube, ahogando naturaleza su sonido cuando anda como riñendo y manifestándose cuando de allí escapa, según que acontece en la vexiga hinchada cuando rebienta, y que puede encenderse aquel viento, cualquier que él sea, cuando cae hazia abaxo por su confricación,a y herirse con las nubes que topa, como cuando sale fuego de dos piedras tocadas entre sí, pero bien admitiré hazerse todas estas cosas acaso y nacer de aquí los rayos que llaman brutos y baños, por acontecer sin orden alguno de naturaleza, de que son heridos los montes y los mares y provienen todos los demás vanos golpes, y que los otros son fatídicos, con ciertas y determinadas causas, y se causan de sus estrellas. Por el semejante confieso poderse engendrar vientos o, por mejor dezir, flatos,2 de las exhalaciones áridas y secas que suben de la Tierra y, también, de los vapores que se levantan de las aguas,3 los cuales ni se espesan en niebla ni se engruesan en nubes, y también de la impulsión del Sol4 pues no se entiende ser otra cosa viento que cierta inundación del aire y, ésta, de muchas maneras, porque vemos levantarse de los ríos, de las nieves y del mar, aunque tranquilo y reposado, y otros que llaman altanos,5 de la tierra, los cuales, cuando buelven del mar, se dizen tropheos y, cuando van, apogeos.

a. Frotación.


EL INTERPRETE

1(Que pueden caer en estas nubes fuegos). Tomada ocasión de la descripción de las nubes enseña al presente cómo se engendran los truenos y tempestades, de parecer de Epicuro, el cual parecer no es verdadero, pues ni descienden las estrellas, ni es posible que el fuego se mueva hazia abaxo. Diremos nosotros la generación de la tempestad cuando tractaremos de la de los vientos, que no es sino un viento grande, nacido en las nubes, que mezcla y perturba todas las cosas con grande y terrible sonido. En lo que resta del capitulo refiere cómo se engendran los truenos, relámpagos y rayos. Lo cual es tan fácil que podrá cualquiera, sin ayuda, entender sus causas y por eso no diré dello más. Cuáles rayos se digan brutos y cuáles fatídicos declararemos abaxo en el capítulo LII. Tracta luego Plinio de la generación de los vientos, y primero pone el parecer de Aristóteles que afirma no ser viento otra cosa que cierta agitación del aire causada de vapores secos y unctuosos, levantados de la Tierra a él, con fuerza de los rayos del Sol y de otras estrellas, y repillidos de la frialdad de la media región del aire, por lo cual sopla oblicuamente. 2(O por mejor dezir flatos). Entiende los que se hazen de exhalaciones de la tierra o vapores del mar, porque él no tiene por proprios vientos sino sólo aquellos que se hazen del movimiento del círculo estrellado o de los planetas, o de otra alguna causa de las que dirá en el capítulo XLVII. 3(De los vapores que se levantan de las aguas). Adviértase que suben vapores de las aguas, los cuales, cuando se espesan, multiplicados en la parte inferior del aire, se hazen nieblas y obscuridades del aire y, si subidos arriba se engruesan y enfrían, se hazen nubes y lluvias, y si fueren de tal naturaleza que resoluta dellos y apartada la humidad áquea no se engruesan ni espesan pero trabaxan y procuran de subir arriba, entonces, según quiere Aristóteles, del frío de la media región del aire y, según Plinio, de las estrellas, son con grande vehemencia repelidos, y ansí descienden lateralmente hasta la tierra, y no pudiendo subir por la resistencia, ni baxar por su naturaleza, andan obliquos y atravesados y se hazen vientos. 4(Del impulso del Sol). Pone la otra opinión del engendrarse los vientos, que Séneca tuvo por cierta, y deve ser por muchas razones reprovada, y es que los rayos del Sol, con su fuerza, impelen el aire, y este aire, movido, es el viento. Otros hablan en esto de otras maneras y mayormente los astrólogos, de que no quiero hazer mención particular por no parecerme necesario para el entendimiento pliniano. 5(Altanos). Tres géneros toca aquí de vientos: altanos, tropeos y apogeos. Los altanos se levantan solamente de la tierra y llámanlos ansí por salir de las partes más altas della; otros hay que se dizen antelucanos, que corren de do hay muchas aguas o valles, los cuales, si van y vienen, se llaman tropeos, que quiere dezir versarlos, y si solamente van y no tornan, apogeos.

TOMO IV. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 1