CAPITULO XXVII

De los colores del cielo

Házese también de color de sangre1 y no hay cosa más terrible ni espantosa a los hombres; cae de allí fuego2 en las tierras donde acontece, como se vido en el año tercero de la 107 Olimpiada,a haziendo el rey Philippo guerra a Grecia. Esto yo cierto creería3 acontecer en tiempos determinados de naturaleza como todo lo demás no (según que muchos han pensado), por varias causas que inventa el agudeza de los ingenios porque han sido indicios de grandísimos males. Ni acontecen estos males, según yo pienso, por preceder semejantes prodigios, antes acontecen estos prodigios para pronóstico y demostración destos males, aunque por ser raros no hay dellos tan cierta cuenta y razón como de los nacimientos, eclipses y otras cosas muchas de las estrellas.

a. 349 a. C.


EL INTERPRETE

1(Házese también de color de sangre). Todavía habla de los hiatos, de los cuales tractando en el capítulo pasado dixe por qué causa parecen algunas vezes de color sanguíneo. 2(Cae de allí fuego). O como indicio y muestra del que ha de haver o como causa que le engendra, otras razones asigna[n] los perspectives; de lo que se dize caer de los hiatos hachas encendidas, véase Vitellión. 3(Esto yo cierto creería). Todavía se inclina Plinio a casar estas impresiones con el cielo, pues le quiere dar razón y causa tan constante como a los nacimientos y eclipses de las estrellas (lo cual no puede ser un negocio que tiene por materia las exhalaciones que se adaptan de muchas maneras casuales) y ansí dize ser indicios que naturaleza da con cierta razón y firmeza, a nosotros oculta, para avisarnos de cosas que tienen que acaecer y no causa de que acaezcan.

TOMO IV. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 1