A la Sacra Católica y Real Magestad

de

Philippo Segundo

Rey de Hespaña y de las Indias, etc.




CONSTA de la Escriptura Sagrada, Sacra y Católica Magestad, consistir el fin y cumplimiento de la ley de Dios, Nuestro Señor, en la caridad, siendo la vía y único medio para hazerse los hombres bienaventurados y conseguir inmortal gloria, ayudar y aprovechar a los otros hombres por amor deste mismo Dios. El cual, de tal manera mezcló todas las cosas con amor, que por amor nos crió y redimió, y por amor quiere que, como con el hilo de Ariadna, tornemos a El y que no sea posible, quebrado éste, salir del laberinto deste mundo para la felicidad del cielo.

Oblíganos también la ley natural y buen concierto del mundo a tener cuenta con nuestra especie, para que nos favorezcamos como miembros de un cuerpo, cuya cabeza es Christo, con la parte en que sentimos algún caudal y entendemos que podremos ser a la república provechosos. Lo cual, como yo tenga siempre delante de los ojos desde mis años más tiernos, y conozca cuán más importante socorro es el que se da al alma, con doctrina, que el que de otra cualquier manera se administra al cuerpo, he siempre deseado emplear mi talento, tal cual es, en esta tan buena obra, consagrándole al servicio de Dios, Nuestro Señor, de Vuestra Real Magestad y al bien común de mi patria, no me contentando con sólo exercitar el arte de medicina de que muchos años ha he hecho profesión en ciudades, hospitales y monesterios insignes de aquestos reinos y, finalmente, en esta Corte, como criado de Vuestra Real Magestad, en lugar honesto entre mis consortes, pero con escrivir algo que también aprovechase a los que viven en regiones apartadas y a algunos de los que en los siglos advenideros nos tienen de suceder.

Pero rebolviendo algunas vezes en mi pecho qué materia pudiese ocupar para prosecución del intento y deseo que tenía concebido, entendí no haver otra más conveniente al género de mis estudios y profesión, al gusto de Vuestra Real Magestad y al aprovechamiento de la nación hespañola, que aquella que tractase de la historia de todas las cosas que Dios, Nuestro Señor, crió en la fábrica deste mundo, cuyo conoscimiento, atiende que es sabrosísimo y muy necesario a la vida y salud de los hombres, nos da a entender como en muy claro espejo la magestad del Hacedor y combida a que le amemos y sirvamos.

Faltara dar traza a tan alta empresa y parir prósperamente a luz lo que con tanta felicidad y favor del cielo havía concebido, pero no hallara en mi la elocuencia y aparejo que requería semejante invención o libros de donde lo tomase, hasta que se me vino a la memoria estar todo mi deseo encerrado en la divina Historia de Plinio, donde (como él dize en el Prohemio) comprehendió 20 mil cosas notables, de las cuales tocan pocas los estudiosos, con lección de dos mil libros, sacadas de 100 autores exquisitos y raros de que hoy apenas tenemos algunos y, esto, tan elegante, ordenada y diligentemente, con tanto compendio y sustancia, que no hay capítulo que no pudiese dilatarse en un cumplido volumen. De donde es que no me espanta haver algunos notado a Plinio de hombre que excede a ratos los límites de la verdad, por escrivir cosas tan raras y admirables y que tiene Naturaleza tan ocultadas a los más de los hombres, que no es maravilla parecerles a los que no las han visto mentirosas e increíbles, pues como ninguna, casi, afirma Plinio, que no señale causa o autor.

Detardávame la dificultad deste mi deseo ver que, para conseguirle, era menester que me apercibiese de estilo, disciplinas y lenguas diversas, experiencia y noticia de varias cosas, olvidándome de mi y consagrándome con grande paciencia y obstinación totalmente al bien de la república, porque no es poco, según que él mismo [Plinio] de sí testifica, "dar alas cosas antiguas novedad, autoridad a las nuevas, a las desusadas lustre, luz a las obscuras, gracia a las enfadosas, crédito a las dubdosas, a todas naturaleza y a su naturaleza todas".

No es poco desenterrar un tesoro escondido por tantos siglos en las entrañas de su dificultad y adaptar nombres tan peregrinos a cosas que traemos entre las manos, y expresar en nuestra [lengua] hespañola un estilo de quien está dicho que, si las Musas hablaran en este lenguage y no en otro lo hizieran, exprimiendo, no sólo los conceptos deste autor, mas la fuerza de su elocuencia, el movimiento de sus labios y el susurro de sus palabras.

No es poco acometer cosa de que han escripto hombres doctísimos de nuestra edad, ser no sólo dificultoso pero imposible hazerse, porque yo soy el primero, Sacra Magestad, que he puesto el pecho a esta cosa y tentado esta empresa. Digan los hombres malédicos y que creen hazerse famosos y sabios con infamar y escurecer los trabajos agenos y estorvan el bien común con mordedoras palabras y llenas de invidia lo que quisieren, pues ninguno, hasta estos tiempos, havía desatado sus ñudos o trasladado en otra lengua alguna, según era menester y a la dignidad deste autor pertenecía doctrina tan recóndita y alta. Hallava tanta dificultad en este negocio que muchas vezes estuve por dexarlo porque, aunque le havía acometido, no me sentía con fuerzas para poderle proseguir y llegar al cabo. Pero luego que Vuestra Real Magestad me mandó que lo acabase y con tanta benignidad y favor recibió y aprovó la muestra de mis vigilias, sentí nuevo vigor y corage para hacerlo, entendiendo que Dios tenía por bien se diese perfección a esta cosa con tan soberano medio porque deviese el mundo a Vuestra Real Magestad sola este beneficio, al cual tiene, con otro millón de mercedes espirituales y temporales, tan obligado, amparándole en justicia, paz, sosiego y religión, premiando los varones doctos y raros artífices, subjetando y rindiendo los enemigos, ahuyentando los bárbaros, enriqueciéndonos de plantas exquisitas y buscadas por gran parte de las tierras, tratándolo todo con tanto valor y prudencia, humanidad, christiandad y cuidado que bien parece tener a Dios en el pecho y haver recebido el mundo, del Señor, favor inmenso en haverle dado tan valeroso monarca.

Y, ansí, buelvo yo agora a Vuestra Católica y Real Magestad los libros de la Historia Natural, dechado y exemplar de las obras que hizo Dios, Nuestro Señor, en este mundo sensible y de cuanto se contiene entre el más alto Cielo y el centro de la Tierra, que ofreció antiguamente Cayo Plinio Segundo a Vespasiano, emperador de Roma y señor, a la sazón, de la parte mayor y más floresciente del mundo, escriptos en lengua latina por estilo muy cortesano y artificioso, aun cuando tracta de cosas menudas y no capaces de facundia y atavío, trasladados en lengua hespañola y declarados según la flaqueza de mi talento. Digo buelvo, porque no ofrezco cosa de mi caudal o dedico lo que era antes ageno, pues el trabajo de Plinio en ninguno pudo con más razón y derecho suceder, muerto aquel príncipe con cuyos auspicios y favor se compuso, que en el invencible y muy esclarecido emperador Don Carlos V, de felicísima y muy dulce recordación, que le sucedió en el Imperio y dexó muy lexos [a Vespasiano] en las hazañas de quien Vuestra Real Magestad es heredero y sucesor. Pues el [trabajo] mío a la misma con grande equidad también pertenesce, cúyo es el autor y el vigor y aliento con que se ha proseguido, y para quien creo haverlo hasta agora guardado la misma naturaleza [y] de quien se celebra la historia, como aquella que havía de ilustrarse y recobrar su ser en los entendimientos de los hombres, acerca de los cuales estava escurecida y estragada, por Vuestras Reales ruanos. ¡Qué digo la misma Naturaleza! Yo creo cierto que el autor della crió a Vuestra Magestad en estos peligrosos e inquietos tiempos tan adornado de valor y virtudes morales y teologales para que, fiándole su república, fuese basa y columna en que estrivase la machina de las cosas temporales y espirituales y amparo de las obras del christianismo y consuelo de una edad tan trabajada y en sazón, que ansí bambaleava y se iva ya a caer de su estado el mundo e hizo otro segundo Atlas en cuyos hombros permaneciere y se sustentase.

Siendo, pues, esta Historia y fatiga tan de Vuestra Real Magestad, si no es atrevimiento apropiarle tan superbo y bienaventurado nombre, justo es la reciba, favorezca y ampare porque los malédicos no se atrevan a murmurar della, a los cuales (aunque no miren la flaqueza del ingenio humano, la dificultad de la obra y ánimo del autor) será, a lo menos, forzoso tener respecto y temor a la protección de Vuestra Real Magestad y, si no hallaren la perfección que esperavan, lo sufran y toleren considerando la muchedumbre de libros que comprende, a cada uno de los cuales la vida de algunos hombres no pudieran bastantemente satisfacer la brevedad del tiempo y que, en fin, es trabajo llevado a colmo con el resuello de Vuestra Católica y Real Magestad, cuya vida y potencia guarde y dilate tanto la Divina, cuanto tiene della necesidad el mundo.

TOMO IV. HISTORIA

NATURAL DE CAYO

PLINIO SEGUNDO 1