CAPITULO VIII


De la piedra IZTLI


Los cuchillos, navajas, espadas y puñales que usan los indios, y casi todos los instrumentos cortantes que solían emplear en otro tiempo (antes que conociesen el uso del hierro), se han fabricado siempre de la piedra que llaman IZTLI en la lengua vernácula. Son estas piedras de distintos colores, azul, blanco o negro, pero todas translúcidas. Entre los españoles se hacen de ellas, adornadas de oro y plata, aras tenidas en gran estima que reflejan con admirable claridad los objetos que se les acercan; tan tersas y brillantes quedan cuando se han tallado y repulido. Sacadas de las minas, de las cuales hay muchas en México, se parten en pedazos medianos y de suyo angulosos y se frotan con otras piedrecillas más ásperas, y después, con un palo que tiene un garfio saliente como el de la llamada píxide o el del arcabuz, sujetando la piedra con los dedos gordos de los pies y arqueando lateralmente las piernas, arrancan los artesanos láminas gruesecillas con una destreza y precisión admirables; tienen éstas una faja central prominente por uno y otro lado, dos dorsos y dos filos, y son más o menos de una cuarta de largo y poco más de un dedo de ancho, de filo tan penetrante que nada puede haber más agudo, pero frágiles, que fácilmente se embotan, y que con un golpe saltan deshechas en menudos pedazos. Con estos cuchillos fijados y soldados con la goma que los indios llaman tzinacancuítlatl a un madero de cuatro dedos de ancho y del largo de una espada común, fabrican espadas tan fieras y atroces, que dividen a veces a un hombre en dos partes de un solo tajo, con tal que sea éste el primero, pues todos los demás son casi nulos e inútiles, tales son la agudeza de esta arma y su fragilidad. Arrancando después estos cuchillos y afilándolos de nuevo, los ponen en las puntas de las flechas que, lanzadas con la tensión y fuerza de los arcos, traspasan y aun matan a los enemigos que pelean de lejos, de suerte que no las usan menos los indios en sus guerras que los nuestros las espadas, ni es menor su destreza en lanzarlas. El polvo de esta piedra, mezclado con cristal igualmente pulverizado, quita las nubes y leucomas y aclara la vista.

TOMO III. HISTORIA NATURAL DE LA NUEVA ESPAÑA 2