CAPITULO CXXIX


Del AVE DEL PARAISO


Encontró al fin la humanidad verdaderos ápodos, y lo que por tantos siglos se había ocultado a los hombres, lo descubrió la navegación a las Molucas, esto es, aves que no sólo carecen del uso de los pies, como las había conocido desde hacía mucho tiempo el mundo, sino desprovistas absolutamente de los pies mismos, y dotadas en lugar de ellos de unas plumas leonadas, híspidas, delgadas, de dos cuartas y cuatro pulgadas de largo, y que nacen cerca del medio del cuerpo a manera de crines muy gruesas; se sirven de ellas para suspenderse de los árboles (si es que alguna vez cesan en su vuelo), puesto que no pueden posarse en ellos, y para enlazarse entre sí y el macho y la hembra cuando ésta, después de poner sus huevos en el hueco del dorso del macho, los incuba, protege y abraza con su cavidad delantera. Porque hay quienes afirman que vuelan continuamente, que se mantienen siempre en las alturas, y que si por algún accidente caen en tierra, son fácilmente cogidos por los niños. Y no es difícil, dada la pequeñez de su cuerpo y la magnitud de sus plumas, que se mantengan y reposen en el aire mismo como si estuvieran posados en las ramas de los árboles o en tierra, pues apenas son mayores que el jilguero y el tarín, mientras que en la extensión de sus plumas, que son de dos cuartas y cinco pulgadas, no son inferiores a las águilas. Son dichas plumas en su mayor parte delgadas, blancas tirando a rojizo, y nacen de la espalda y lo demás del cuerpo, no de los hombros ni de los brazos, pues carecen de ellos. El pico es negro, de casi dos pulgadas de longitud y medianamente encorvado. La cabeza y el cuello son como de paloma, pero aquélla es en parte dorada y en parte azul pavo; el cuello es por debajo azul pavo y por encima dorado; el pecho y el dorso son dorados, pero con una ondulación de semicírculos leonados; el dorso hasta el extremo de la cola, que es muy corta comparada con la longitud de las demás plumas, es leonado pero tirando a pardo. Vive del rocío, de vapores, y de animales pequeñísimos, casi nulos, o sólo de los que hay acaso en la parte más alta del aire, habiendo provisto la naturaleza que el que sólo podría vivir en el aire, no necesitara ningún alimento o le bastase el que encontrara allí. Mas aunque perpetuamente está ayuno su estómago, su cuerpecillo es bastante carnoso y abundante en grasa. Adornan los indios su cabeza con esta ave disecada usándola a modo de penacho, por la belleza de sus plumas, la variedad de sus colores y la rara y hermosa forma del ave misma.


tomo_III_311.jpg

ATÓTOTL


tomo_III_312a.jpg

ATÓTOTL


tomo_III_312b.jpg

AVE DEL PARAÍSO


tomo_III_313.jpg

AVE DEL PARAÍSO


tomo_III_314.jpg

AVE DEL PARAÍSO



TOMO III. HISTORIA NATURAL DE LA NUEVA ESPAÑA 2