CAPITULO LIX


Del TAMARINDO


Acostumbran los indios orientales y occidentales así como otras muchas naciones, contra el uso de griegos y latinos, poner nombre sólo a los frutos y a las flores, dejando sin denominación las plantas mismas. Tal acontece con el árbol de los tamarindos, que no tiene nombre indígena ni puesto por los mexicanos (pues hace poco fue traído a estas tierras), en tanto que sus frutos han recibido no sólo una, sino muchas denominaciones. Así los malabares los llaman puli, los guzaratos, ambili, y los árabes tamarindos o sea dátiles indios, no porque sea este árbol parecido a la palma o tengan sus frutos semejanza con los dátiles, sino porque así quisieron llamarlos, o tal vez porque presentan cierta forma como de dedos, aunque son más gruesos y generalmente más largos. Es un árbol de la amplitud del nogal o del fresno, con ramitas de un palmo llenas de hojas menudas parecidas a las de ruda, pero más largas, o a las del llamado mízquitl, a las del hoaxin o a las del quauhnacaztli; es de madera dura y tiene vainas con forma de dedo encorvado o de arco, cuya corteza es verde al principio y cenicienta en la madurez, y de la que fácilmente pueden despojarse; los frutos encierran huesos un poco mayores que los del altramuz, lisos, de color leonado, quitados los cuales utilizan los médicos la pulpa, que es de sabor dulce, ácido y agradable. Tienen dichas vainas la particularidad de que por la noche se defienden de los rigores del frío ocultándose entre las hojas, en tanto que durante el día se extienden y surgen de entre el follaje. Las hojas son ácidas y de sabor agradable, y así, donde estos árboles abundan, se usan para salsas sin necesidad de vinagre. Es de temperamento frío y seco, cuece la bilis, corta la pituita, mitiga el calor y purga los humores dichos, pero principalmente la bilis. Dan a comer algunos a los enfermos las vainas verdes, despojadas sólo de su corteza y con azúcar, para cocer los humores, principalmente los biliosos, y prepararlos para su evacuación, con mejor resultado que si usaran el jarabe de vinagre; otros con el agua o líquido en que las mismas han sido exprimidas después de remojarse por algún tiempo, purgan el humor bilioso y adelgazan los humores crasos, y otros, en fin, toman esta agua mezclada con el llamado aceite de nuez de Indias para evacuarlos así más suave y seguramente. Hacen también las veces de vinagre, sobre todo ya maduras, y las hojas machacadas se aplican a las erisipelas con gran provecho. Las que se llevan del Oriente a España y demás regiones del mundo no son puras, sino preparadas con sal para que no se descompongan o pudran a causa del mar y del largo viaje. Se hace de las mismas, frescas y agregándoles azúcar, una preparación con que se cuecen y evacúan sin molestias y muy eficazmente los humores dichos. Por el dibujo y verdadera imagen tomada del natural que damos de este árbol, así como por nuestra descripción, debe ser claro e indudable para todos que la oxyphoenica de los griegos no es el árbol de los tamarindos, pues no son éstos dátiles, sino, como hemos dicho, vainas semejantes a dedos encorvados, y cuánto yerran los árabes y se confunden los modernos en su descripción, por la cual puede luego juzgarse que nunca han visto con sus propios ojos, como nosotros, el árbol de los tamarindos. Nace ya en el puerto de Acapulco y en Quauhnáhuac, no lejos de la ciudad de México, donde cuidamos de pintar su imagen y procuramos que se sembrara por semilla en varios lugares y que fuera llevado a España, esperando que muy pronto habrá de derivarse gran provecho de esta excelente medicina.





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TAMARINDO

TOMO III. HISTORIA NATURAL DE LA NUEVA ESPAÑA 2