CAPITULO XVI

Del ÁRBOL DE LA NUEZ INDICA o coco

Este que los indos llaman vulgarmente maron, y Estrabón (según dicen algunos) llama palma, y que da un fruto llamado por los mexicanos coyolli, por los portugueses coco a causa de ciertos ojos que tiene parecidos a los de cercopiteco, y por los persas y árabes narel, es un árbol grande, de tamaño y figura de palma, entre cuyos géneros debe sin duda clasificarse, de madera esponjosa, liviana y ferulácea, y fruto redondo o un poco oblongo del tamaño de una cabeza humana, que tarda en madurar de uno a tres meses y carga a veces el árbol de siete u ocho racimos con un peso de ciento sesenta libras. Casi todas las partes de esta planta son muy apropiadas para usos humanos. Con la madera se alimentan las hogueras y resplandecen las chimeneas, y se fabrican en algunas naciones naves, los pisos de las mismas, los timones y los mástiles, así como los techos de las casas. Hay dos géneros principales de estas palmas, uno bueno para dar fruto, y el otro para extraer licor de él; el jugo que destila de los renuevos y racimos tiernos atados en sus puntas y cortados, se recoge en tubos de caña y otros vasos y hace las veces de vino; el primer día es dulce, en los tres o cuatro días siguientes es desagradable, y después enteramente inútil, pero siempre tiene mal olor y produce humores crasos y flatulencia; es moderadamente húmedo y caliente, más suave que nuestro vino, y trastorna menos la cabeza si en las vasijas en que se recoge no se echa alguna substancia que cause embriaguez, como es el mangle, del que hablaremos en su lugar. Dicen que esta especie de vino aprovecha admirablemente a los tísicos, y que es de tal suerte eficaz para los enfermos de la orina y de los riñones, que apenas se encuentra en las islas Filipinas, entre los indígenas o entre los nuestros, quien padezca dichas enfermedades, pues con esta bebida se limpian tales partes y se desbaratan y arrojan los cálculos. Dicen, sin embargo, que hace daño a los que padecen obstrucciones, principalmente si son del bazo, o hidropesía.

ÁRBOL DE LA NUEZ ÍNDICA

De este vino expuesto al sol o guardado en cualquier sitio durante ocho o diez días, se hace un vinagre muy fuerte, pero menos seco que el nuestro y que puesto al fuego pierde inmediatamente toda su acidez, por lo cual se mezcla a las comidas cuando ya están enfriándose. Dura mucho tiempo, pero mezclándole agua pierde muy pronto su fuerza y se corrompe. Del mismo vino puesto al fuego y condensado, se hacen miel y azúcar tan agradables que son preferidas por muchos, y principalmente por los indígenas, al azúcar y miel verdaderas que también tienen en abundancia. Es tal azúcar de temperamento caliente y húmedo, de gusto agradable, y dura mucho sin descomponerse; suaviza el pecho, alivia el catarro, fortalece el estómago y el cerebro y ayuda la digestión. La nuez está cubierta por dos cortezas; la externa es de naturaleza cerdosa y como tejida de hilos de cáñamo o de estopa, comestible al principio en el género de palmas dulces, con sabor como de hojas de la planta de alcachofa, pero más dulce y menos astringente, muy eficaz para contener las diarreas, curar la indigestión y tonificar el estómago. De esta misma corteza se fabrican muy buenas mechas para encender la pólvora de las armas guerreras, cuerdas y cables de naves muy fuertes y que no se deterioran nada con la humedad del mar, y la madera de la estopa es muy a propósito para rellenar las junturas de las tablas, pues se hincha al humedecerse tapando así mejor las aberturas e impidiendo más eficazmente la entrada del agua. La corteza interna que cubre la nuez es brillante, muy dura y de color negro; se hacen de ella vasos muy hermosos, adornados de oro y de plata, y es fama que vuelven muy saludables las bebidas y que (por no sé qué virtudes) alivian la parálisis y fortalecen los nervios. Dentro está la pulpa o meollo, blanquísimo, comestible y de sabor parecido al de las almendras dulces, del cual, machacado y exprimido, se extrae sin la acción del fuego una leche muy útil para matar las lombrices, principalmente de los niños y jóvenes, tomada por las mañanas con sal y en dosis de ocho onzas. Se mezcla a ciertas comidas al prepararlas, como al arroz, al llamado manjar blanco y a otras semejantes. Suministra, lo mismo que la pulpa, un alimento craso y de difícil digestión; multiplica los humores flemáticos en los individuos que abundan en ellos, sintiéndose el daño inmediatamente, en tanto que a los robustos y acostumbrados a tal alimentación no les causa ningún mal, excitando sólo grandemente el apetito venéreo, como lo comprueba la experiencia en los habitantes de las islas llamadas de los Ladrones, de quienes es el principal alimento. Suele la pulpa descascararse y cortarse en trozos, y llevarse así para venderse a los lugares en que no se produce, pues hace las veces de las castañas que se guardan para usarse después. De la raspadura de la misma pulpa, hervida en una cantidad suficiente de agua y agitándola mucho, se obtiene un aceite que cuando es reciente sirve para preparar la comida y es muy bueno para usos médicos; es dulce, líquido, transparente, y parecido en el sabor al aceite de almendras dulces; es de naturaleza caliente y húmeda, y tomado en cantidad de seis u ocho onzas, agregándole a veces agua en que se hayan remojado tamarindos, purga suavemente el estómago y los intestinos, y suele evacuar principalmente los humores atrabiliosos y flemáticos, no obstante que la pulpa se dice que estriñe el vientre; pero debe tomarse recién extraído. Calma los dolores, principalmente los que provienen de causa fría, y alivia admirablemente las heridas, pues detiene la sangre, limpia y evita el pus, mitiga el dolor y produce al fin la cicatrización más eficazmente que el aceite llamado de Aparicio; suaviza, untado, el pecho, lo limpia introducido, y presta otros muchos auxilios que difícilmente podrían enumerarse. De los pedazos de que antes hablamos se extrae un aceite bueno para las lámparas y para preparar el arroz, y muy eficaz para laxar los nervios contraídos, mitigar los dolores crónicos de las articulaciones y matar las lombrices. Cada nuez contiene, además, un líquido blanco semejante a suero o a leche y en cantidad como de tres libras, bueno para calmar la sed, quitar las fiebres, templar el calor, curar y lavar los ojos, y limpiar el cutis de las mujeres. Esta agua refresca y humedece, corrige la sangre, purga el estómago, limpia las vías urinarias, calma los dolores, cura los ojos inflamados y consume las excrecencias carnosas que haya en ellos, alivia el pecho, y es de un gusto muy agradable, sobre todo para los que sufren calor y sed, a los cuales nunca hace el menor daño aunque estén bañados en sudor y cualquiera que sea la cantidad en que lo tomen, o aunque lo beban de mañana y con el estómago vacío; es de mucho alimento y admirable contra las fiebres biliosas, pudiendo tomarse el mismo día en que se ingiera otro remedio, aunque produzca flatulencia y deban evitarse al paciente la soltura del estómago y las diarreas. Los cogollos o cabezas de estas palmas se comen, aunque con algún detrimento del árbol, y son muy agradables; las hojas tampoco son del todo inútiles, pues hacen las veces de coladera para filtrar el vino de las palmas, y se fabrican a veces de ellas suelas para el calzado. Nacen por dondequiera entre los indios orientales y ahora también entre los occidentales, principalmente en lugares marítimos y arenosos. Se siembran las nueces, y cuando ya han nacido se trasplantan, y de este modo crecen y dan fruto en muy poco tiempo, sobre todo si se cultivan con cuidado y se plantan en clima caliente. Conviene echarles en invierno ceniza o estiércol, y agua en el verano. Crecen más grandes junto a los edificios, pues parecen aprovecharles el polvo y el lodo. Creo que queda ya entendido, por todo lo dicho, que no es uno solo el género de estas palmas. Pero hay otro en esta Nueva España, en las costas del Mar Asutral, de fruto mucho más pequeño, no más grande que el que damos en dibujo, aunque, según creo, de las mismas propiedades. Hay también en las islas Filipinas, según testigos fidedignos, palmas enanas que apenas brotan de la tierra y ya dan fruto. Hay otras llamadas bahey, cuyo fruto nos trajeron y damos en pintura, y las que llaman sacsac, de las cuales hablaremos en seguida.

PALMA BAHEY

TOMO II. HISTORIA NATURAL DE LA NUEVA ESPAÑA 1