CAPITULO CIX

Del PÍCIETL o hierba yetl

Es el YETL una hierba de raíz corta, delgada y fibrosa, de donde nacen tallos de cinco o más palmos de largo, vellosos, desordenados, estriados y lisos; hojas anchas, oblongas y hasta cierto punto parecidas a las de lampazo; flores parecidas a las del beleño que dejan, cuando caen, cápsulas semejantes también a las de beleño llenas de semillas. Llamaban los haitianos a esta planta tabaco (de los cuales se transmitió el nombre no sólo a los indios, sino también a los españoles), porque se mezclaba a los sahumerios que también llamaban tabacos. Algunos de entre nosotros lo llaman hierba sagrada y otros nicociana. Pero no es una sola especie la de esta planta, pues hay también la llamada quáuhyetl, de florecida más blanca, tallo más redondo, y hoja más lisa y más larga. Ambas son de sabor acre y de temperamento caliente y secante en cuarto grado. De donde se infiere el error de los que juzgan que estas plantas son frías y que pertenecen a las variedades del beleño. Porque aunque no son en la forma muy distintas del beleño oscuro, son, sin embargo, completamente opuestas en las propiedades, pues si bien producen sopor, no proviene éste de frío o de humedad, de que indudablemente carecen, sino del calor que excita y sube a la cabeza los vapores que producen sueño. Veamos ahora sus propiedades bien conocidas por diaria experiencia: las hojas puestas a secar, envueltas luego en forma de tubo e introducidas en cañutos o en canales de papel, encendidas por un lado, aplicadas por el otro a la boca o a la nariz, y aspirando el humo con boca y nariz cerradas para que penetre el vapor hasta el pecho, provocan admirablemente la expectoración, alivian el asma como por milagro, la respiración difícil y las molestias consiguientes. Y no sólo de las enfermedades dichas es remedio este vapor aspirado de la manera indicada, sino también de las afecciones del útero, y principalmente de las sofocaciones que suelen provenir de la subida del mismo, pues aplicado el medicamento vuelve al punto a su propio sitio, cesa el síncope, y se alejan la angustia y la muerte que ya se había apoderado en gran parte del cuerpo de la mujer enferma. Se fortalece con él la cabeza, se produce el sueño, se calma el dolor, el estómago recobra sus fuerzas, se cura la jaqueca, se embota el sentido de las penas y trabajos, e invade por completo el ánimo un reposo de todas las potencias (que podría casi llamarse embriaguez). Las mismas hojas, verdes, ablandadas y como marchitadas con las manos untadas de aceite, calentadas luego y aplicadas a la boca del estómago y a la región correspondiente de la espalda, pero de suerte que no alcancen al hígado, que irritarían e inflamarían, favorecen la digestión y curan el empacho de modo notable.

PÍCIETL

QUÁUHYETL

Reducen, aplicadas, las inflamaciones del bazo, calman los dolores que provienen del frío, limpian las heridas cancerosas y antiguas, crían carne y favorecen la cicatrización poniendo en la herida algunas gotas del jugo de las hojas un poco machacadas, espolvoreándola luego con polvo de las hojas secas, y cubriéndola al fin con las mismas hojas de que se extrajo el jugo. Sanan de igual manera las heridas de la cabeza, siempre que ni los nervios ni los huesos estén dañados o perturbados. Mitigan, calentadas, los dolores de los dientes, envolviendo con ellas la parte dolorida o introduciendo su masilla en los dientes huecos o agujereados. El polvo de las hojas aspirado y tomado por la nariz hace que no se sientan los azotes o los suplicios de cualquier género, aumenta el vigor, y fortalece el ánimo para sobrellevar los trabajos. Los que toman la corteza en cantidad de lo que cabe en una cáscara de nuez, se embriagan de tal modo que caen inmediatamente inconscientes y medio muertos. Los que recurren al auxilio de esta planta con más frecuencia de la que conviene, se ponen descoloridos, con la lengua sucia y la garganta palpitante, sufren ardor del hígado, y mueren al fin atacados de caquexia e hidropesía; mas los que la usan moderadamente suelen librarse de otras muchas molestias, pues además de aliviar extraordinariamente el mal gálico, cura de modo admirable las heridas de flechas envenenadas, llenando la herida de su polvo y dejándola así hasta que el polvo y el veneno se junten y coagulen en uno como clavo. Esta forma de remedio fue tomada de los indios antropófagos que habitan las islas vecinas a Haití, quienes, recibiendo de sus enemigos heridas envenenadas, quedaban con frecuencia incólumes proveyéndose sólo de esta hierba, testimonio confirmado por los habitantes de la isla de San Juan, que peleando con esos mismos indios y habiendo recibido muchas heridas de la especie dicha, con sólo este excelente antídoto y contraveneno escaparon de la muerte en todos los casos en que no habían sido traspasadas las entrañas. Ya había sabido yo, por los mismos españoles, que calma los dolores articulares y reduce las inflamaciones, que quita la flatulencia y disipa los dolores inveterados y rebeldes, y que evita la molestia de las pulgas rociando toda la casa con el cocimiento de las hojas. Se siembra como las lechugas, y del mismo modo se trasplanta a su tiempo y se cultiva en cualquier tierra, con tal que sea blanda y húmeda. Se prepara con las hojas secas y trituradas, en proporción de diez partes por una de cal, un medicamento de tal suerte apetecido por todos los indios, que los mercados están llenos de él; se vende envuelto en hojas de espiga de maíz, y llevado entre la boca y las mejillas produce un suave sueño o un tranquilo reposo de los sentidos y de la mente, embota el sentido de toda las penas, y vuelve a los hombres prontos y ágiles para cualesquiera ejercicios corporales y principalmente para caminar; quita también los dolores de dientes y de estómago, y presta otros servicios que, aunque no hayan sido dichos expresamente por nosotros, pueden inferirse de todo lo anterior; son dignos de mención entre ellos que el aceite en que se haya frito después de dividirlo en pequeños trozos, cura introducido los cólicos, y que su jugo mezclado con el de huesos de tliltzápotl y con vino, introducido y aplicando luego al ano las hojas en forma de calilla, aleja las cuartanas y los fríos de todas las fiebres.

TOMO II. HISTORIA NATURAL DE LA NUEVA ESPAÑA 1