b) El Memorial, el poema y los “enemigos que arrojan ponzoña”


De estos meses posteriores a su retorno en los cuales se enfrenta con la terrible realidad de la corte, tenemos dos documentos autobiográficos del mayor interés y que nos pintan mejor que nada el estado del protomédico. Uno es el Memorial pidiendo mercedes, documento que podríamos llamar oficial, donde hace un balance de su labor y pide que se le recompense. Creemos que tiene interés copiarlo entero:

“Sacra, católica, real magestad.

“El doctor Francisco Hernández dice: que ha residido, por mandado de v. m., van para ocho años en la Nueva España, en los cuales ha procurado pintar y describir las cosas naturales de aquella tierra lo mejor y con más verdad que le ha sido posible, y hacerla medir en longitud y latitud por el cielo, y escribir la historia de las Regiones Occidentales con sus repúblicas y costumbres, debuxos de dioses, de sacrificios y de otras antigüedades, y porque la historia natural deste orbe se juntase con la del otro, trae acabados de traducir y comentar los treinta y siete libros de la Historia natural de Plinio, en nueve volúmenes, y fuera desto, escriptas las plantas de la isla de Sancto Domingo, Habana y Canaria, según la brevedad del tiempo en que en ellas de pasada se detuvo, y las plantas desta tierra que nascen en la Nueva España, declarando cuáles son naturales y cuáles comunicadas a ella desta tierra, y la manera que se debe tener en conocer las plantas de acá y de allá. Item otro tractado de sesenta purgas naturales de aquella región y peregrinas a ésta, que en dos hospitales experimentó curando en ellos sin interese y no a otra persona casi ninguna, por emplearse todo en el servicio de v. m. y su ministerio; también trae añadidas a las figuras que a v. m. se enviaron, flores, frutos y virtudes que después acá se han hallado e inquirido, con más otras nuevas figuras y descriptiones acrescentadas que se han de añadir a los libros que v. m. tiene; y fuera de lo que toca a las Indias trae acabados otros libros que llevó comenzados de acá que serán del gusto de v. m. y provecho de la república.

“Lo que toca a las plantas que v.m. mandó quedasen en Sevilla, de quince que vinieron plantadas en pipas, están vivas seis, y entrellas el árbol del bálsamo, que es de mucha importancia, y la tuna que cría la grana. De las simientes quedaron sembradas y encargadas al alcaide casi sesenta diversidades y una sola nascida, que son las azucenas de aquella tierra, que no ha dado lugar a más el rigor del tiempo, y quedaron otras tantas para que se tornen a sembrar por la primavera y vienen acá de todas ellas y vanse dando por orden de v. m. para que se siembren también en esta región. Vienen ansimismo drogas medicinales para que se tornen a experimentar y se vea el efecto que hacen en esta tierra.

“Lo que resta para que v.m. sea del todo servido, y la república aprovechada con esta merced que se le ha comenzado a hacer, es que v.m. mande se impriman estos libros y se comuniquen a todos (porque también vienen traducidos en lengua mexicana por el provecho de los naturales de aquella tierra, lo cual no me costó poco trabajo, y aun se van traduciendo en español), y esto sin dilación, porque según su edad y poca salud y el mucho tiempo que para la impresión es menester, conviene se comience luego, pues, si faltase quedaría de manera que nadie podría ponerla en razón para que fuese de provecho, y ansí la república perdería este beneficio. Ni sería posible poderse restaurar esta pérdida aunque fuese en muchos años, por haberse muerto en esta pestilencia última gran cantidad de médicos y pintores indios que dello han dado y pudieran dar razón.

“Suplica a v.m., pues por ocuparse siempre en su real servicio dexó de ganar mucha hacienda y en peregrinar por la tierra gastó de la suya, sin recompensa ninguna, muy mucho, y ocupó por todos estos años un hijo suyo en el servicio de v.m., y el sueldo no se le dio más de hasta que se embarcó en el puerto de San Juan de Ulhúa, viniendo siempre aliende del peligro de la navegación, sirviendo a v.m. y habiendo de servir en el resto de la vida, sea servido de le hacer merced conforme a lo que se juzgare de sus trabajos; y pues v.m. fue servido de le dar conqué honrosamente pudiese pasar en aquella tierra, no permita que a trueco de posponerlo todo a su real servicio, padezca en ésta y viva con encogimiento y necesidad, hora se le haga merced por vía eclesiástica hora por seglar, según que vuestra majestad fuere servido, pues en el uno y en el otro stado puede recibirla”.9

El documento está sin fecha. Por la redacción es fácil situarlo pocos meses después de su regreso. Es probable fuera escrito para ser enviado al rey, tal vez alejado de la corte en alguno de sus viajes. Como se puede ver se trata de una relación objetiva, escrita en estilo impersonal que algunas veces se pierde, como cuando dice: “lo cual no me costó poco trabajo”, descubriendo que es el propio Hernández el autor de la redacción. Es probable que la situación económica del protomédico fuese como siempre angustiosa; según dice, no ha cobrado desde que embarcó en San Juan de Ulúa y, por ello, al encontrar al rey alejado de Madrid, le manda este memorial con objeto de activar la justa recompensa de sus fatigas. También podría tratarse del documento oficial escrito para iniciar el expediente de mercedes que justamente solicitaba.

Como elemento biográfico, el Memorial nos sirve principalmente de inventario de trabajos. En él se reseñan la mayor parte de los libros escritos durante la expedición, explicando, aunque sea someramente, la razón de algunos, como el Plinio, compuesto para que “la Historia natural deste orbe se junte con la del otro”. Nos da el balance, bastante negativo, de las plantas traídas y sembradas en Sevilla, dato que al mismo tiempo nos hace pensar que desde el mes de septiembre en que se plantaron, hasta el momento de escribir este documento han transcurrido algunos meses, pues de otro modo no sería posible hablar de las plantas que se han perdido y de las semillas que han germinado.

Tiene mucho interés la insistencia y la prisa para que los originales se envíen a la imprenta. Tal vez Hernández había notado el desinterés real de que nos hemos ocupado más arriba, había visto el cambio de ambiente en la corte y temía lo que finalmente pasó, que los libros y los dibujos se archivaran, perdiéndose para siempre el esfuerzo y las energías gastadas. Notaba también que su estado de salud no le dejaría esperar mucho tiempo y todo ello le producía la impaciencia natural que se refleja en el documento.

El otro documento de que hemos hecho mención también está sin fecha. Nos referimos a la famosa carta poema dirigida por Hernández a su amigo de toda la vida, y probablemente protector en la corte, Benito Arias Montano.

Este poema, escrito en bellos hexámetros latinos, es un grito de angustia y desesperanza, que lanza Hernández al verse desamparado en la corte. Es el único documento donde Hernández vuelca al exterior sus propios sentimientos permitiéndonos conocer sus penalidades americanas y sondear sus preocupaciones y problemas después de su vuelta a España.

Indudablemente está escrito algunos años después de su regreso; hace referencias a hechos que no ocurrieron hasta bastante tiempo después de que él pisara tierra española. El más característico es la alusión a la reducción y arreglo de su manuscrito que, como sabemos, encargó el rey al italiano Recchi en 1580. Por tanto el poema no puede ser anterior a esa fecha. Sin embargo nos informa de cosas que estaban sucediendo precisamente en este tiempo posterior a su llegada. Hernández, cuando pide auxilio a Montano, le dice que lo necesita:


Porque hay muchos que a espaldas murmuran y arrojan ponzoña,

buscando, envidiosos, arruinar la obra que ni han conocido.


Y más adelante, después de unas consideraciones sobre las condiciones que exige una empresa de la grandeza de la suya, exclama:


Qué bajeza, qué crimen del que ante las {obras} ya realizadas

se une al coro de los detractores, canalla insolente.


Aún contiene ese mismo poema otras frases contra estos envidiosos detractores de su obra, como aquella en que desea:


Ojalá que, airada, a tales indignos se trague la tierra,

y no miren los buenos salir de sus bocas más sierpes horribles,


o en la que pide se les obligue a enmudecer para evitar que:


los cerdos inmundos enloden las límpidas fuentes.10


¿Quiénes eran los componentes de este coro de detractores envidiosos? No lo sabemos, no existe un solo documento por el cual podamos presumir los nombres de aquellos que atacaron a Hernández. Probablemente fueron otros médicos deseosos de haber conseguido el mismo encargo que, para ellos, parecía una sinecura y que, como nosotros sabemos, no tuvo nada de envidiable. Ya vimos que apenas habían encargado a Hernández la expedición cuando ya, desde el Perú, el virrey Fernández de Toledo proponía un médico para esa misma ocupación.11 Todavía estaba vivo Hernández y en propiedad de su título de protomédico cuando desde México escribe el nuevo virrey, conde de la Coruña, pidiéndole al rey nombrara a un paniaguado suyo, el Dr. Juan Vides de Ribera, para proseguir la labor de Hernández.12 Esto nos indica que el puesto era apetecido por otros médicos que movían influencias en la corte para conseguirlo. Probablemente existieron otros muchos más que hicieron tentativas que hoy desconocemos, tratando de obtenerlo. La reacción de estos enemigos ante el fracaso de sus gestiones consistió, con toda seguridad, en desprestigiar la obra ya elaborada haciéndola desmerecer a los ojos del rey y de los que le rodeaban.

No olvidemos tampoco lo que en alguna ocasión hemos apuntado: el probable matiz erasmista de Hernández que, sin alcanzar el grado de la heterodoxia, podía ser suficiente para crearle dificultades, y tampoco dejemos a un lado la posibilidad de su ascendencia judía, motivo suficiente, a su vez, para ser molestado por sus enemigos.

Tenemos una bella muestra de cómo, solapadamente, se atacaba a Hernández y se trataba de influir en el ánimo real para retardar o dificultar la publicación de sus trabajos. En el Archivo de Simancas encontró Juan Bautista Muñoz durante su revisión, a fines del siglo XVIII, un documento firmado por Juan Bautista Gesio, cosmógrafo de origen italiano, en el cual, pocos meses después de haber llegado Hernández a Madrid, el autor pide al rey que no se publiquen los trabajos geográficos y las tablas graduadas que trae de México sin que antes las examine “persona mui inteligente en esta profesión” (se refiere a la de cosmógrafo), y aduce para ello una serie de razones fundadas en las disputas de límites que, con motivo de la línea de demarcación, se venían sosteniendo entre castellanos y portugueses.

El documento es una bella página de picaresca internacional, donde se aconseja falsear la verdad cuando a nuestro interés convenga; pero, dejando a un lado este aspecto de tipo diplomático, que no nos incumbe analizar ahora, con referencia a Hernández se muestra claramente el interés dilatorio, si no de anulación, que solapadamente contiene. No cita para nada al protomédico. Se refiere a una “Geografía i descripción universal i particular de toda aquella tierra [Nueva España], con sus tablas graduadas en longitud y latitud”, que han compuesto “unos cosmógrafos de aquella tierra” y que “entiende haberse hecho por mandato de vuestra magestad”. Está fechado el 18 de febrero de 1578 y advierte que “el autor de la obra está en esta corte i pretiende hacer emprimir su obra y pide licencia para ello”. Los datos no pueden ser más concordantes con los hechos conocidos de Hernández y la referencia a su obra resulta evidente. Ahora bien, la mala fe del escrito queda de manifiesto con sólo analizar las razones que le inducen a advertir al rey y aconsejarle que no se imprima esta obra.

La línea de demarcación, que tantos quebraderos de cabeza produjo en aquellos momentos al rey por la arbitrariedad con que un papa había creído poder dividir el mundo, a su antojo y para beneficio de sus amigos, no tenía problema al tratarse de Nueva España, cuyos límites estaban perfectamente definidos dentro de la caprichosa delimitación del Nuevo Mundo. No había por tanto ese peligro, que Gesio señala y recalca, de que los enemigos pudieran utilizar los datos de las tablas en su beneficio y como argumento contra las pretensiones territoriales de los castellanos.

Resulta ingenuo pensar que el rey no habría caído ya en esa misma idea de evitar argumentos positivos y contrarios a los enemigos, cuando el mismo Gesio en el documento dice que precisamente los españoles están usando las descripciones que hicieron los portugueses con datos auténticos, en los primeros momentos del descubrimiento, para atacarlos y beneficiarse en sus pretensiones. El rey tenía a su lado hombres de confianza, muy versados en cosmografía y matemáticas, como Juan de Herrera, que habían de advertir esos peligros mucho antes que un cosmógrafo de segunda fila los señalara al rey. No se nos ocurre ver detrás de este documento más que un problema de envidia personal. Gesio, quién sabe si por propia iniciativa o movido en su actuación por alguna palanca más poderosa, que podría vislumbrarse en la sutileza y cinismo del escrito, trata de impedir que la obra se publique inclinando el ánimo real a que ordene una revisión de lo hecho. El objetivo se logra y el rey, al día siguiente de escrito el documento de Gesio, lo envía al Consejo de Indias para que decidan “lo que convendrá sobrello”.13






9 El Memorial pidiendo mercedes es un documento de los más desconocidos de Hernández; lo descubrió, en el Archivo de Indias de Sevilla, José Toribio Medina y lo incluyó en su Biblioteca Hispano-Americana (Santiago de Chile, 1900), pág. 292, junto con las cartas y otros documentos de Hernández.

En el British Museum de Londres existe un documento catalogado con la signatura Add. 28, 341, n. 119, f. 259, sobre el que me fue llamada la atención, pues en él un Dr. Francisco Hernández se dirige a Felipe II pidiendo merced por haberle servido 25 años en trabajos extraordinarios y verse viejo, pobre y con necesidad. Examinado por nosotros dicho documento resultó referirse al Dr. Francisco Hernández de Liévana, jurisconsulto de Felipe II, ajeno por completo a la gestión del protomédico.

10 La carta poema dirigida por Hernández a Benito Arias Montano aparecerá en esta colección de Obras Completas como trabajo independiente de Hernández. Quien desee conocer su historia podrá encontrarla en la Bibliografía Hernandina, junto con otros datos referentes a ella, en la ficha n. 6.

11 Carta del virrey D. Francisco de Toledo al Consejo de Indias… publicada en el libro de Roberto Levillier, Gobernantes del Perú (Madrid, 1921), tomo III, pág. 445.

12 Cartas de Indias (Madrid, 1877), carta LXI, pág. 346.

13 El contenido de la carta de Gesio nos ha llegado a través de la copia del mismo, que hizo Juan Bautista Muñoz cuando tropezó con ella en Simancas. Se conserva, entre los papeles de la Colección Muñoz, en el tomo 24, folio 32 r. y v. La copia aparece cotejada y firmada por el propio Muñoz, en Simancas, con fecha 9 de enero de 1783.

TOMO I. VIDA Y OBRA DE OBRA DE FRANCISCO HERNÁNDEZ