e) El retorno


Ya vimos que con fecha 25 de junio de 1576, el rey, desde El Escorial, había remitido a Hernández la ansiada prórroga y el permiso de retorno. Como la carta tardó varios meses en llegar y en ella se especificaba con toda claridad en qué flota debería regresar el protomédico, el retraso que esto ocasionó le obligó a intervenir en los problemas de la epidemia que hemos repasado más arriba. Tenemos la constancia de que en enero de 1577 estaba aún en México escribiendo el trabajo sobre el cocoliztle, y suponemos que con ello debió de dar por terminadas sus actividades protomédicas en la Nueva España aprestándose a partir

Según Oliveros de Castro,87 el primero de febrero de 1577, el rey otorgó a Hernández otra prórroga alargando un año más su comisión. Desconocemos el origen de la esta afirmación, insertada sin citar el documento original de donde pudiera haberse tomado. Nos parece extraño aunque no imposible. Pero si se tiene en cuenta que el rey autorizaba a Hernández a regresar en la flota de 1577 y le prorrogaba en junio de 1576 su empleo hasta que regresara, sabiendo que la flota saldría en los primeros meses de 1577, no tenía objeto prorrogar lo que ya estaba tácitamente acordado. Tal vez haya un error en la fecha o tal vez sea un documento cuya significación no se nos alcanza en este momento.

Hernández empaca cuidadosamente su abultado y heterogéneo equipaje. Si al partir de España llevaba lo indispensable para el trabajo que iba a ejecutar y muchas ideas en la cabeza, ahora vuelve con la materialidad de lo hecho y la visión esplendorosa de lo que ante sus ojos desfilara en esos siete años de lucha, trabajo y continua admiración de la naturaleza. Tiene cajones y arcas llenos de papeles, borradores, dibujos, libros, plantas disecadas y minerales. Ha preparado bultos con pieles de animales, plumas y algún animal disecado, y finalmente tiene dispuestos, y los cuida más que a sí mismo, unos barriles en los cuales van crecidas y logradas las plantas que por su belleza y utilidad considera han de llamar más la atención de su rey.

Con toda esta impedimenta parte para Veracruz a encontrarse con la flota que, anclada desde unos meses antes en el puerto, le está esperando. Teniendo en cuenta la lentitud de los viajes en aquella época y sabiendo ciertamente que la flota había partido a fines de marzo, es de suponer que Hernández inició su viaje de retorno a mediados de febrero de 1577. Viejo, cansado y lleno de calamidades físicas, ya no es el protomédico que años antes arribara a esas mismas playas lleno de ímpetu y de interés. Han sido siete años de trabajo agotador y de dificultades sin cuento. A todos se ha sobrepuesto y, ahora, cuando ya da por terminada su tarea, lleva como únicas y obsesivas ilusiones haber agradado a su rey, ver su obra impresa y recibir las mercedes que han de recompensarle de tanta penalidad.

El virrey, con quien tuvo relaciones cordiales, excepto en aquellos momentos de desacuerdo sobre la ayuda que debía proporcionarle y las actividades del geógrafo, comunica al rey la partida y hace inventario oficial de los trabajos y el equipaje. En carta fechada el 30 de marzo, dirigida al rey, anuncia la partida del protomédico y dice: “lleva 22 cuerpos de libros, demás de los 16 que había enviado, y lleva más en dos arcas para v.m. sesenta y ocho talegas de simientes y raíces y más ocho barriles y cuatro cubetas, y en lo uno y en lo otro van los árboles y yerbas que v.m. mandara ver; por la memoria que aquí va de todo querría que acertase a llegar como de acá parte, por que se ha tenido gran cuenta con ello”. Sigue la carta con la noticia personal sobre el protomédico y advierte al rey: “Y él merece que v.m. le haga merced en recompensa de sus trabajos, por que ha servido muy bien y con mucho cuidado, como las obras darán testimonio y le cuesta parte de su salud, por que la lleva bien quebrada.”88

Es de suponer que dada la categoría del protomédico le fue destinado alojamiento en la nao capitana de la flota, puesta a las órdenes del general don Antonio de Manrique. En esta misma nao, por casual coincidencia, viajó un joven poeta y aventurero, Juan de la Cueva, el futuro autor dramático, que retorna a España después de haber probado fortuna durante dos años en México. Vuelve a Sevilla buscando fama y celebridad. Es hijo de un viejo doctor sevillano, Martín López de la Cueva, contemporáneo y tal vez amigo de Hernández en los años de estancia en la capital andaluza, y entretiene su tiempo de navegación emborronando papeles con sonetos y composiciones alusivas al viaje.


Entregado a las ondas de Neptuno,

al furor bravo del mudable viento...


es el comienzo del soneto que dedica al general de la flota,89 hombre por cierto extraño, que se ve envuelto años más tarde en un proceso de sodomía con otros muchos nobles y figuras de la corte, entre ellos Antonio Pérez y el Príncipe de Ascoli.90


De en medio de las ondas alteradas

del bravo mar ¡oh caro señor mío!

doy al viento las velas desplegadas…


Así comienza otro de sus poemas, escrito durante la travesía, consistente en una carta en tercetos a su primo Andrés Zamudio de Alfaro, en aquel momento médico prominente de la cámara de Felipe II.91

Cueva, retornado a España con los ímpetus de la juventud, animoso y optimista, es la contrafigura del protomédico cansado y abatido. Quién sabe si, durante la travesía, el espíritu inquieto y alegre del sevillano sirvió para distraer de sus pensamientos tristes la mente del agotado protomédico.

El eco de la marcha de Hernández en México y la comprobación de que sus funciones fueron respetadas hasta el último día lo tenemos en un acta de Cabildo. Quince días después de que el virrey ha informado al rey de la partida, se reúne el Cabildo de la ciudad y acuerda nombrar a los doctores Toro y De la Fuente “visitadores de las boticas e de barberos e cirujanos e lo demás a ello anejo…, atento ques ya ydo della {de la ciudad} el dotor Francisco Hernández que hera protomédico, a los reynos dEspaña”.92 Esta escueta noticia es el broche a su gestión oficial. Mientras la ciudad, sin darle mayor importancia, sustituye sus oficios, sufre las molestias de la navegación que para él son camino de esperanza y recompensa.

Nada sabemos de su travesía, que suponemos debió de ser bastante larga, ni de su llegada. En una declaración de sus hijos, recogida por Medina, éstos dicen que “se enfermó mucho con la navegación”, haciéndonos pensar que el viaje le resultó más incómodo de lo que era habitual entonces. Respecto a su llegada, la única noticia de su arribo está en un libro anónimo que se conserva en la Academia de la Historia de Madrid, bajo el título de Índice general de los papeles del Consejo de Indias para la historia general de las Indias. Según se advierte allí, fue utilizado por el cronista Herrera para la redacción de sus Décadas; otros opinan que perteneció a León Pinelo. Sea como fuere, en el lugar cronológico que le corresponde, se lee: “1577.—Vino de Nueva España el doctor Francisco Hernández i truxo muchas plantas y semillas que se mandaron plantar en los jardines del Alcázar {Sevilla} i traer acá, como al dicho pareciese, 16 de septiembre.”93 Probablemente esta noticia está recogida mucho después de la llegada de Hernández. Veremos que la fecha está equivocada y es casi seguro que fue redactada teniendo en cuenta una cédula del Consejo del rey, de esa misma fecha en la que se recogen las instrucciones dadas por Felipe II sobre lo que se ha de hacer con los materiales que ha traído Hernández. La instrucción real se ocupa primero de conocer el valor y calidad de unas perlas y esmeraldas que le han enviado de las Indias, y luego dice: “También es servido de que se vea si de las plantas, yerbas y semillas que ha traído de la Nueva España el doctor Francisco Hernández será mejor que algunas de ellas se prueben en esa ciudad, y que las que paresciere al dicho doctor que ahí aprovarán mejor se pongan en la huerta del Alcázar, hablando al teniente de Alcaide para que dé lugar en los jardines donde mejor puedan estar y se tenga cuidado de la cultura de ellas y de avisar la muestra que fueren haciendo. Y que las demás yerbas, semillas y plantas que fueren apropósito para se poner acá se envíen de manera que vengan bien. Y en esta conformidad se escriba al dicho doctor la carta que será con ésta. Haréis se la dar luego y la resolución que él tomare en este caso haréis ejecutar.”94

La redacción de la carta indica que Hernández, ese día 16 de septiembre de 1577, está ya en Sevilla. De otro modo no tendría objeto la consulta y el envío de la carta anexa, que, desgraciadamente, desconocemos. Si el protomédico hubiese llegado ya a Madrid, se le hubiera consultado allí el caso, y lo que el rey enviaría serían órdenes de acuerdo con los datos proporcionados por el protomédico. Es lo más probable que la flota estuviese recién arribada y que Hernández, con sus plantas, semillas y cajones, esperara en el puerto las instrucciones del rey.

Mucha debía ser la prisa del rey por conocer lo que su enviado le traía, pues por lo visto, anticipándose a la llegada, había mandado escribir a Sevilla una orden de envío perentorio de todo lo que llegase. Suponemos esto por la continuación de la misma cédula que hemos insertado más arriba. Después del párrafo que hemos copiado viene otro que dice: “Y por que el secretario Juan de Ledesma, por orden de este Consejo, os escribió que enviaseis luego a esta corte las dichas yerbas, plantas y semillas, si lo oviéredes fecho y se acordase que será bien, conforme a lo dicho, que allá queden algunas, despacharéis luego persona que alcance al que las trajere y le haga volver con ellas a esa ciudad para el dicho efeto, y de lo que en todo hiciéredes avisaréis luego a su magestad.”95

Esta segunda parte de la cédula confirma la estancia del protomédico en Sevilla y conjeturamos que la orden que hemos copiado, posiblemente, sea consecuencia de una carta de Hernández al rey en el momento de llegar, explicándole la imposibilidad de llevar plantas tropicales a una región tan fría como Madrid.

Por una relación encontrada casualmente por el Dr. Bataillon en el Archivo de Indias de Sevilla, sabemos que Hernández había llegado algunos días antes de que el rey mandase escribir las instrucciones que hemos copiado más arriba, y sabemos también que las órdenes dadas previamente por Juan de Ledesma a los oficiales de Sevilla fueron cumplidas con toda celeridad, de tal manera que el 12 de septiembre ya había salido de Sevilla el convoy donde venían las plantas; probablemente con ellas venía también el protomédico. La relación, por cierto copiada dos veces en el mismo legajo, según nos informa el Dr. Bataillon, dice así:

“De las plantas y semillas que trahe para su magt. el prothomédico y una carta suya, digo el traslado y los originales se enviaron al sor. S. Matheo Vázquez en 12 de septe. 1577. Las plantas que llevan a su magestad son las siguientes:


& Quatro barriles de eloxóchitl. Las quales plantas se an de regar cada veynte días y no antes, y después se an de trasponer y no regarse si no fuere por el mes de octubre, porque si continúan a regarlas se pudren las rayzes y en tiempo de yelo hazedlle su cubierta de una ramada.

& Dos barriles de yoloxóchitl; nasce en cálidas y montuosas, y regarse ha a los principios.

& Dos barriles de xochinacaztli, los quales se han de regar cada veynte días hasta ser traspuestos, y llevan la propia orden adelante.

& Dos cubetas de bálsamo. Hanse de regar cada diez días, críase en tierra templada y hase de plantar por sí y no entre otros árboles.

& Una cubeta en que va plantada una piña; hase de regar cada diez días, críase en tierra templada y por la mayor parte en tierra caliente. Va plantada en esta misma cubeta otra planta que se dice atzcalxóchitl, ques una flor hermosa.

& Otra cubeta en que va el pinpiniche; hase de regar cada diez días y críase en tierra fría y en tierra caliente.

& En las demas cubetas del bálsamo van en la una el chipahoac y el totoycxitl y el cacamotil, y en la otra el coatzonte coxochitl.

 

Ýtem van para su magestad dos arcas en que van sesenta y ocho talegas de simientes y rayzes.

Lleva en su poder el prothomédico 22 cuerpos de libros de más de los 16 que ha enbiado.

Lleva más la descripción de la Nueva España.”96


La mano y la voz de Hernández se dejan sentir detrás de este documento tan cuidadosamente descrito, con datos que nadie pudiera haber dado más que él. Por otro lado se confirma que todo lo que había salido para España llegó en buen estado, no obstante las condiciones de la travesía que, en esa época, tuvo que ser bastante calurosa.

Es por tanto casi seguro que al llegar la carta del Consejo, fechada en 16 de septiembre, a Sevilla, ya hacía varios días que las plantas estaban camino de la corte. Sin embargo la orden de hacerlas regresar surtió efecto, pues por el propio Hernández sabemos que fueron sembradas en el Alcázar de Sevilla. Al escribir el Memorial pidiendo mercedes, recuerda al rey todos sus trabajos y escritos, y añade: “lo que toca a las plantas que v.m. mandó quedasen en Sevilla, de quince que vinieron plantadas en pipas están vivas seis, y entre ellas el árbol del bálsamo, que es de mucha importancia, y la tuna que cría la grana. De las simientes quedaron sembradas y encargadas al alcaide casi sesenta diversidades y una sola nascida, que son las azucenas de aquella tierra, que no ha dado lugar a más el rigor del tiempo, y quedaron otras tantas para que se tornen a sembrar por la primavera, y vienen acá de todas ellas y vanse dando por orden de v.m. para que se siembren también en esta región”.97

Sin ocuparnos por ahora del triste balance que representan sólo seis plantas vivas y una germinada entre las quince que llegaron crecidas y las sesenta semillas plantadas, lo que viene a decirnos el documento anterior es que a fines del mes de septiembre de 1577 Hernández debía de permanecer aún en la ciudad de Sevilla. Para pensar así consideramos que la carta del Consejo, escrita en Madrid el día 16, no pudo llegar a su destino antes del 21 o 22; fue entonces preciso enviar un correo que alcanzase e hiciese retornar el envío que ya estaba en camino y quién sabe si al propio protomédico. Todo esto ocupó otros varios días. Ya de nuevo en Sevilla las plantas y las semillas, suponemos que Hernández decidió dejarlas todas en los jardines del Alcázar pensando en los meses de tiempo frío que estaban próximos a venir; para ello necesitó ponerse de acuerdo con el alcaide del Alcázar a quien dejó encargado de las siembras y del cuidado de las plantas.

El alcaide en aquellos momentos era D. Enrique de Guzmán, segundo duque de Olivares y padre del futuro condeduque, privado de Felipe IV. Era hombre de carácter enérgico, endemoniadamente irascible, y con vuelos y capacidad mucho más elevadas de lo que podía proporcionarle un puesto de alcaide de una posesión real. No creemos tomara con mucho interés los encargos de Hernández, pues en aquellos momentos estaba ocupado en lograr una misión diplomática, cosa que consiguió, cerca del Vaticano, poco después.98

Dispuestas por Hernández las siembras de las semillas, de las que, como dice, guardó suficientes para intentar nuevas siembras, y dadas las instrucciones para mantener vivas las plantas que habían llegado en los barriles y cubetas, es de pensar que el protomédico, con su impedimenta de libros, dibujos, plumas, pieles y semillas, durante los primeros días de octubre emprendió el viaje a la corte para presentarse al rey. Había dado cima a la materialidad de su empresa. La expedición científica que se le había encomendado, la primera de su clase que llegaba a América, quedaba con su regreso terminada en la parte que sus fuerzas y medios podían llevarla a cabo. La realidad americana había demostrado desde el primer momento que el proyecto real de explorar toda la historia natural del Nuevo Mundo en cinco años era demasiado ambicioso y sobrepasaba las posibilidades humanas. Se habían empleado siete años en uno solo de los virreinatos y aún quedaba mucho por hacer allí mismo. Es más, incluso de una de las misiones encomendadas no había sido posible hacer más que una parte incompleta que Hernández traía para enseñarle al rey. Nos referimos a la famosa medición de la tierra que el geógrafo Domínguez tenía que haber completado bajo la dirección del protomédico. El geógrafo, cuando Hernández recibe la orden de volver a España, tiene su labor a medio hacer; entonces se decide que quede en México hasta completar la obra entregándole a Hernández una muestra de lo que lleva hecho.

Como en varias ocasiones nos hemos referido al tema del geógrafo, creemos que ahora, antes de proseguir la historia de Hernández en España, es buen momento para ocuparnos de las aventuras y desventuras del pobre Francisco Domínguez, geógrafo de la expedición hernandina.






87 M. Teresa Oliveros de Castro y Eliseo Zubiza Martín, Felipe II. Estudio médico histórico (Madrid, 1956), pág. 211.

88 Carta del virrey Enríquez al rey, recogida por José Toribio Medina en Biblioteca hispano americana (Santiago de Chile, 1900), tomo II, pág. 272.

89 El manuscrito original de este soneto que, en su dedicatoria autógrafa, dice: “A don Antonio de Manrique, general de la flota de Nueva España, viniendo navegando para Castilla, el año de 1577”, se conserva en un legajo de la biblioteca del Cabildo Eclesiástico de Sevilla, con el título general de Primera parte de las rimas de Juan de la Cueva, ocupando los folios 162 v. y 163. Ha sido publicado en varias ocasiones; nosotros lo hemos tomado del prólogo que D. Francisco A. de Icaza puso a la reedición de las obras de Juan de la Cueva en la Colección Clásicos Castellanos, vol. 60 (Madrid, 1941), donde aparece entero el soneto.

90 Sobre este proceso y los que en él intervinieron, véase: Gregorio Marañón, Antonio Pérez (Buenos Aires, 1947), tomo I, pág. 362.

91 Esta carta en tercetos, muy larga e interesante por muchos conceptos que no son de este momento, se encuentra también en la misma biblioteca de Sevilla ya citada, ocupando un legajo de Epístolas de Juan de la Cueva. También está publicada en varias ocasiones y nosotros la hemos tomado del mismo prólogo de Icaza, quien la intercala entera y comentada.

92 Libro octavo de Actas de Cabildo, acta correspondiente al 15 de abril de 1577, pág. 282 de la edición de dichas actas impresa en la Imprenta y Librería de Aguilar e Hijos (México, 1893).

93 El citado manuscrito se conserva en dicha biblioteca signado con d. 95. En la portada se dice que sirvió al cronista Herrera para sus Décadas pero, según opinión de D. Marcos Jiménez de la Espada, expresada con lápiz en la misma portada, son notas y apuntes de Antonio de León Pinelo. Fue visto y reseñado este documento por Paso y Troncoso, quien lo cita en Papeles de Nueva España (Madrid, 1905), tomo IV, pág. 38, en una nota a pie de página.

94 Instrucciones reales sobre lo que se ha de hacer con los productos, plantas y semillas traídas por el Dr. Francisco Hernández, Archivo de Indias, Sevilla, Indiferente general, legajo 1956.

95 Ibid.

96 El anterior documento se conserva en el Archivo de Indias, Sevilla, Indiferente general, legajo 1094. Fue encontrado por el Dr. Marcel Bataillon, cuando buscaba materiales para sus trabajos sobre Gomara, junto con otra relación que utilizaremos más adelante, donde reseña lo que falta a los libros de Hernández. Por estar en un legajo dedicado a otros temas y casi exclusivo de documentos peruanos, el Dr. Bataillon, al copiarlos de su puño y letra para enviárnoslos, los tituló “2 feuilles perdues”.

97 Memorial pidiendo mercedes, párrafo 2.

98 Sobre la figura de D. Enrique de Guzmán, véase lo que dice Marañón en El conde duque de Olivares (Madrid, 1936), pág. 11.

TOMO I. VIDA Y OBRA DE OBRA DE FRANCISCO HERNÁNDEZ