b) El envío de los libros


Suponemos a Hernández dedicado con sus médicos a experimentar las virtudes de las plantas recogidas, en los enfermos del Hospital Real. Mientras tanto, sueña con las mercedes que el rey deberá conferirle cuando vuelva, para compensarle de las estrecheces y penurias sufridas en México. Preparándose el camino, y para allanar dificultades, ya ha escrito a su majestad: “En lo que toca a las mercedes que v. m. me ha de hacer en remuneración de mis trabajos en España, por vía eclesiástica (para lo cual, bendito Dios, yo tengo los pertrechos que se requieren) o secular, no hablo al presente nada hasta que v. m. vea mis trabajos y haga juicio dellos.”36 Pasan sin noticias otros varios meses y, para marzo de 1575, encontramos una nueva carta al rey y otra de redacción casi similar dirigida a Ovando, sin fecha, pero que, por los datos y las noticias, tuvo que ser de la misma fecha.

En esta carta se le nota cansado y triste. Empieza disculpándose de no haber enviado los libros en la flota pasada, lo justifica diciendo: “pensé enviarlos en esta flota, mas considerando que yo he ya cumplido casi todo el tiempo que v.m. me mandó estar en estas partes... me pareció sería cosa más acertada y conveniente a la seguridad de los libros y servicio de v.m. que yo mismo los llevase con la flota que al presente se está esperando que no enviarlo agora”.37 Al rey, deseoso de conocer la obra, esta nueva demora en el envió le molesta, y tomando la pluma escribe de su propio puño y letra en la cubierta de la carta: “Vista: escríbase al virrey, con relación, que este doctor ha prometido muchas veces enviar los libros de esta obra y que nunca lo ha cumplido; que se los forme y los envíe en la primera flota a buen recaudo.”

Es el primer chispazo que surge en la buena amistad del rey y el protomédico. Hernández ha conseguido agotar la paciencia real con sus promesas incumplidas. La situación de ambos es bien clara, el rey está ansioso de conocer esa obra tan alabada y que habrá de ponerle en el campo de las ciencias a la misma altura que Alejandro el Magno. Hernández está celoso de perderla, es su labor de años, le ha costado la salud y teme dejarla sola en un barco que la llevará, quién sabe como, expuesta a todos los peligros. Teme también que llegue a la corte sin el apoyo y las aclaraciones que él mismo deberá hacerle, y se supone que él mismo quiere ver personalmente el efecto que en el rey produce la vista de los originales; quiere además dirigir la edición. En la misma carta lo expresa hablando de “la grande necesidad que hay en España de mi presencia para que este grande beneficio y merced que v. m. ha hecho a la república, quedando los libros por imprimir, no se pierda”.38

Decíamos más arriba que en la carta se le encuentra cansado y triste. Desde luego se niega a seguir la exploración por el resto de América, alegando su precaria salud y su edad avanzada: “quisiera yo tener edad y salud como tengo el brío y el deseo {escribe}, pero no tengo ni lo uno ni lo otro por haber sido tan grandes los trabajos de cuerpo y espíritu”.39 Explica que con su trabajo ha echado “tales fundamentos al negocio y dado tal orden que queda abierta la puerta para que los que me hubieren de suceder puedan con facilidad acabarlo”.40 El está recogiendo semillas, remirando lo escrito, experimentando lo nuevo que se ofrece y cuidando las versiones castellana y vernácula.

Sin embargo, aunque por un lado está pidiendo ir a España, por el otro solicita nueva prórroga. Sigue el problema económico, pues vuelve a decir que no “ha recibido ni un alfiler en recompensa de mis salidas de la Nueva España y gastos míos extraordinarios en servicio de v.m. que han sido muy grandes”.41

Por primera vez hace mención del hijo, que le ayuda de “día y de noche,” que como sabemos venía acompañándole y, le dice al rey, “sin cuya ayuda no hubiera podido acabar en tan poco tiempo una tan grande obra”.42 Naturalmente incluye las lamentaciones de su mucho trabajo y la espera de mercedes, y advierte que el geógrafo no acabará para cuando él se vuelva, por lo que deberá quedarse hasta que termine sus trabajos.

La carta escrita a Ovando es casi similar a la del rey. Tiene frases copiadas a la letra y los mismos conceptos. Sin embargo, esta carta no debió de llegar a su destinatario. Juan de Ovando falleció el 8 de septiembre de 1575 y aunque, por fechas, podía haberla recibido, se sabe que sucumbió después de una larga enfermedad que durante varios meses le tuvo incapacitado y sin poder asistir al Consejo ni atender a sus ocupaciones. Con la muerte de Ovando, Hernández pierde uno de sus buenos amigos en la corte. Aparte de la relación directa que hubieran podido tener, dado que Ovando había sido canónigo en Sevilla por los mismos años en que estuvo Hernández allí, estaba suficientemente preparado para poder comprender el esfuerzo del protomédico y el valor de su obra, pues había viajado por América desde 1568 hasta 1571; además, su situación como presidente del Consejo de Indias y del Consejo de Hacienda constituía un buen apoyo para el protomédico en la solución de sus problemas.43

El rey recibió las cartas en las que Hernández pedía una prórroga y, aunque no estaba muy satisfecho con la informalidad en el envío de los libros, accede a prolongar la estancia del protomédico en México, condicionándola precisamente a la salida de la obra. La orden de prórroga está fechada el 15 de mayo de 1575, lo cual hace pensar que es consecuencia de la última carta de Hernández; no debió llegar a poder del protomédico hasta bastantes meses después. La orden real en la parte que más nos interesa dice así: “por la presente prorrogamos y alargamos a vos el dicho doctor Francisco Hernández el tiempo que os está asignado para entender en la dicha Historia por un año más, el cual corre y se cuenta desde el día que se cumpliere y acabare o hubiere cumplido y acabado el dicho tiempo que os está asignado para hacer la dicha Historia, con tanto que nos hayáis enviado en la dicha flota los dichos doce libros como ofrecéis lo haríades, y mandamos que por el tiempo de esta prórroga se os acudan con vuestros salarios como se hiciese en el tiempo que con licencia u orden nuestra os habéis ocupado en la dicha Historia”.44

Decíamos más arriba que debieron de ser varios los meses transcurridos antes de que la orden real de prórroga llegara a poder del protomédico, teniendo en cuenta el contenido de la carta que con fecha 22 de octubre escribe el protomédico al rey. No ha mandado los libros pero promete, como siempre, que “irán sin falta con el armada que al presente está en el puerto”. No hace referencia ninguna a prórroga y sin embargo escribe: “suplico humildemente sea servido mandar se me dé licencia para irme con la primera flota que viniere de España, pues ya se ha hecho aquí lo posible y yo no tengo salud para ir a otra parte de las Indias”.45 Siguen las inevitables lamentaciones por el excesivo gasto y la falta de dinero, se queja de que aún no le pagan los gastos de las exploraciones, y vuelve a pedir al rey le haga merced cuando vea sus trabajos. La situación debe ser bastante angustiosa pues le pide “alguna ayuda de costa con que pueda irme y aprestar mi partida”.46

Enfermo y deseando irse ya para España estaba Hernández en estos últimos meses del año setenta y cinco, cuando perdió uno de los amigos que tenía en México; el canónigo Cervantes de Salazar enfermó gravemente hacia el mes de septiembre y, no obstante los esfuerzos del Dr. Toro, que lo asistía, falleció el 14 de noviembre. Hernández aparece en la testamentaría de su amigo y paisano firmando un recibo por un libro de su biblioteca del que ya nos hemos ocupado con anterioridad.47

Pasan otra vez varios meses antes de que volvamos a tener noticias de Hernández; la primera carta conocida es del 10 de febrero de 1576. Ha recibido la cédula que prorroga su estancia, pero los libros no se han mandado; culpa de ello al virrey y vuelve a prometer enviarlos “con la flota que al presente está en el puerto”; para endulzar un poco el amargor real por la desobediencia, le explica que ya no son los que antes le había dicho sino que serán diez y seis. La redacción de la prórroga ha provocado un problema, los oficiales de la Hacienda no quieren pagarle, y él explica al rey que eso ocurre porque: “La cédula de prorrogación que se me envió venía con condición que se hubiesen enviado los libros en la flota pasada.”48 Como eso no se hizo, según explica, porque el virrey pensó era mejor retenerlos aquí, resulta que los pagadores se niegan a abonarle los sueldos corridos desde septiembre. Naturalmente vuelven las lamentaciones por lo mucho que ha trabajado sin recompensa y los muchos gastos que ha tenido, los cuales los ha sufragado “poniendo de mi casa muy muchos dineros, y perdiendo de ganar más de veinte mil pesos en curar por la ciudad, a trueco de emplearme totalmente en su real servicio”.49

Esta carta además de los temas que ya hemos tratado y que se hacen casi continuos en toda su correspondencia, como son los gastos, la petición de mercedes y las protestas de obediencia y sumisión al rey, tiene otras noticias muy interesantes que nos informan de cómo ha empleado su tiempo el protomédico en estos últimos meses. Aparte de seguir dirigiendo la traducción de su obra “en indio para el provecho de los naturales y en español para el contento de los que gustaren de leerla ansí más que en latín”,50 cuida con todo esmero una serie de macetas en las que ha plantado semillas que quiere lleguen a la corte convertidas en plantas “para que comience v. m. a gozar de estos trabajos”. Pero también ha escrito cosas originales, pues le dice al rey, “{cuando} yo vaya llevaré... la historia y corografía de esta tierra, con otros cuatro libros muy necesarios a la perfección de la Historia Natural… que son: método de conoscer las plantas de ambos orbes; tabla de los males y remedios desta tierra; las plantas de ese orbe que nacen en éste y los provechos que tienen entre los naturales, y el de las experiencias y antidotario”.51 O sea que ha escrito cuatro libros más, desgraciadamente hoy perdidos, pero que sin embargo llegaron a completarse, pues se tienen referencias de autores, como Sigüenza, que los vieron en España años después.

También nos informa la carta de otro trabajo terminado, cuando dice que llevará “los treinta y siete libros de Plinio acabados de traducir y comentar”.52 Tiene mucho interés esta noticia, pues la citada traducción se conserva íntegra hasta el libro veinticinco, lo cual hace pensar que el resto se perdió posteriormente a la vuelta de Hernández y es muy presumible que quedaran en la biblioteca de Juan de Herrera, como ya hemos apuntado en otra ocasión, pues, en el inventario hecho a la muerte de Herrera de sus libros, se anota la existencia de una traducción del Plinio desde el libro veintiséis al treinta y siete.53

Termina la carta con la nueva súplica de una prorrogación menos condicionada y más amplia, el permiso de partida para España y las consiguientes ayudas de costa para aprestarse a la partida.

Un mes después encontramos que los libros ya han sido enviados. El virrey escribe a Felipe II con fecha 20 de marzo de 1576, diciéndole: “los libros que v.m. mandó que embíe el protomédico, ya fueron en la flota de que fue por general Don Diego Maldonado”.54 Hernández, ante la insistencia real, no ha tenido más remedio que desprenderse de su obra y enviarla a la ventura. Está descontento y teme que la acogida no sea como corresponde a una obra que le costó tanto trabajo y salud. Entonces escribe él también una carta, la última que conocemos de su epistolario americano, en la cual explica al rey lo que él hubiera querido decirle de palabra con los volúmenes a la vista. Empieza dando él también la noticia del envío: “entregados tengo {dice} a los oficiales reales, para que envíen a v.m…, diez y seis cuerpos de libros grandes de la Historia Natural de esta tierra”.55 Continúa disculpándose de la presentación: “no van tan limpios, ni tan limados, o tan por orden, ni ha sido posible, que no deban esperar la última mano antes que se impriman, en especial que van mezcladas muchas figuras que se pintaban como se ofrecían, las cuales pertenecen y se han de pasar a la Historia y Antigüedades desta tierra y va expresado en la pintura el tamaño del natural”. Tratando de evitar que el rey se confunda en el mar de los 16 volúmenes en folio, evidentemente, sin terminar de ordenar, le explica: “va la tabla con sus etimologías, donde hallará v.m. el número de la pintura a la mano izquierda y el de la escritura a la derecha, fuera de que en la escritura se hallará también el número de la pintura y en la pintura el de la escritura”. Siguen las explicaciones que él hubiera querido dar de viva voz y que ahora procura sean lo más detalladas, por eso le advierte que: “no se puso la escritura junto con el dibujo hasta que se impriman, por no estragar la pintura con las enmiendas que jamás se pueden excusar en la escritura, ni va aquí planta o animal que haya en ese orbe, sacados algunos que se pintaron por error, y otros por no estar los de Europa bien expresados. Algunas cosas van debujadas dos o más veces, o por no mirarse en ello, o por mejorarse la pintura o por pintarse en diversas tierras y edades; mas terná en la impresión fácil remedio”.56

Puede apreciarse, por las mismas aclaraciones, que el trabajo va un poco revuelto y sin terminar de seleccionar y pulir. A través de toda la obra de Hernández se observa este afán de mejoramiento que en la práctica puede llevar a la anulación de la obra por el deseo de perfeccionarla, y que ya en alguna ocasión hemos pensado que pudiera haber sido uno de los factores que llegaron a producir el total fracaso editorial de Hernández, autor que durante toda su vida trabaja en obras importantes sin conseguir nunca que ninguna de ellas llegue a las prensas.57

Termina este capítulo de advertencias explicándole al rey cuál ha sido el método descriptivo de los elementos encontrados y recogidos, por eso le dice: “en las descripciones se toca con la brevedad que conviene la forma de la raíz, ramas, hojas, flores y simiente o fruto, la cualidad y grado della, sabor y olor y virtud, según la relación de los indios médicos, medido con la experiencia y reglas de medicina, y la región y partes do se crían y aun algunas veces el tiempo en que se cogen, cuantidad que se aplica y la manera de cultivarlas”.58 Incluso explica que quedan tres copias de la escritura y los dibujos solamente en pequeño, y añade: “por eso deseo en extremo lleve el Señor los libros que van, salvos a las manos de v.m.”59 Es la despedida a la obra lanzada a los peligros de una travesía marítima y a la todavía más peligrosa situación de su llegada delante del rey, sin padrino que la defienda y acompañe, y probablemente con muchos interesados en criticarla y menoscabarla ante los ojos reales. Aún se permite una última recomendación cuando añade, refiriéndose a las plantas estudiadas, que ‘servirán a ese orbe y a éste ansí para la salud universal como para excusar grandes gastos y aun para poderse ir poco a poco demandando y llevando a España, acomodado el sitio a su cualidad y para que el Señor sea alabado en sus obras”.60

El resto de la carta es muy similar a la que escribiera un mes antes y casi puede decirse que repite todos los conceptos. Queda vigilando las traducciones, haciendo experiencias en dos hospitales, reuniendo simientes y cuidando las plantas crecidas. Vuelve a tratar de los libros que tiene escritos sobre otros temas y repite que ha terminado el Plinio, y está “aderezando los libros de la corografía desta tierra, antigüedades y conquista”, además de “otras cosas de física y medicina”. Repite las peticiones de cartas anteriores para una cédula de prorrogación sin condiciones, pues los oficiales de la Hacienda siguen sin pagarle, vuelve a pedir mercedes para él y su hijo, por donde nos enteramos “que él hizo esa tabla y la dedica a v. m. sin otras cosas que llevará hechas muy necesarias a este trabajo”. Repite lo de la pérdida de veinte mil pesos por no haber ejercido la medicina, en beneficio del trabajo encargado, y pide licencia para volverse, pues dice “yo no tengo salud para pasar al Perú ni aun sé si la tendré para llegar a España, según voy afligido de males viejos”.61

La constancia y la fecha de la salida de los libros nos la dan los oficiales de México, cuando escriben al rey el día 26 de marzo de 1576 una nota en la que le dicen: “También enviamos a v.m. dos cajas en que van 16 libros de la Historia y descripción de yerbas y plantas que ha hecho el protomédico Francisco Hernández y las llaves de las cajas van con este pliego.”62

Partieron los libros, Hernández quedó afligido de sus males viejos y con la tristeza por el envío; entretiene su tiempo, mientras espera la tan solicitada prórroga sin condiciones y el permiso de retorno, en revisar lo escrito, hacer pruebas en los enfermos del Hospital Real y escribir los cuatro libros complementarios de que ya nos hemos ocupado. Con el ánimo deprimido, su pensamiento debe de estar en el mar y en la corte. Si la travesía se consigue sin contratiempos, ¿cómo será el recibimiento en Madrid? Las noticias tardan mucho y no es probable pueda saber nada de lo que tan ansiosamente espera, en varios meses que le parecerán siglos. Mientras tanto deberá continuar en la rutina del trabajo que él mismo se ha forjado.






36 Epistolario, n. 12.

37 Epistolario, n. 14.

38 Ibid.

39 Ibid.

40 Ibid.

41 Ibid.

42 Ibid.

43 Datos biográficos de D. Juan de Ovando pueden encontrarse en el prólogo de la obra de Marcos Jiménez de la Espada, Relaciones geográficas de Indias (Madrid, 1881), pág. LVIII; en la pág. 8x8 del libro Cartas de Indias (Madrid, 1877), y en el libro de Ernesto Schafer, El Consejo Real y Supremo de las Indias (Sevilla, 1947), pág. 35.

44 La orden de prórroga se conserva en el Archivo de Indias de Sevilla, en la sección: México 1090.

45 Epistolario, n. 16.

46 Ibid.

47 Véase Germán Somolinos d’Ardois, ‘’Manuscrito firmado original del doctor Francisco Hernández aparecido en México”, Ciencia (México 1948), vol. IX, n. 7-10, págs. 209-210.

48 Epistolario, n. 17.

49 Ibid.

50 Ibid.

51 Ibid.

52 Ibid.

53 Véase: Germán Somolinos d’Ardois, “Bibliografía del Dr. Francisco Hernández, humanista del siglo XVI”, Revista Interamericana de Bibliografía, enero-marzo, 1957, vol. VII, n. 1, págs. 44-51, y Agustín Ruiz de Aracaute, Juan de Herrera (Madrid, 1936).

54 Cartas de Indias (Madrid, 1877). Carta del virrey Henríquez de Almansa a Felipe II, pág. 327.

55 Epistolario, n. 18.

56 Ibid.

57 Véase Germán Somolinos d’Ardois, “El fracaso editorial del Dr. Francisco Hernández”, Cuadernos Americanos, México, enero-febrero, 1951, vol. LV, págs. 163-179.

58 Epistolario, n. 18.

59 Ibid.

60 Ibid.

61 Ibid.

62 Carta encontrada y publicada por Martín Fernández de Navarrete en su libro Biblioteca Marítima (Madrid, 1851), tomo I, pág. 466.

TOMO I. VIDA Y OBRA DE OBRA DE FRANCISCO HERNÁNDEZ