b. Viaje al Mar Austral y exploración de Oaxaca


Si no existiese el testimonio auténtico del propio Hernández y el indirecto del corregidor Cosme de Cangas, que asientan la estancia del protomédico en la costa del Pacífico a nivel de los poblados que ahora vamos a reseñar, hubiera sido casi inconcebible poder asegurar su paso por esta región que todavía hoy resulta casi inaccesible al viajero. El viaje al Mar Austral debió iniciarse después del recorrido por lo que hoy son estados de Puebla y Tlaxcala.

Lo más extraño del viaje al Mar Austral es el punto elegido para alcanzar la costa. En lugar de dirigirse a la bahía de Acapulco, entonces puerto importante por el que se establecía la comunicación con las Filipinas y China, se encamina a Tecuanapa, lugar poco conocido y de ninguna importancia marítima. Para alcanzar la costa a nivel de Tecuanapa, hemos supuesto, inició el viaje en Cholula, dirigiéndose hacia Ocopetlayuca en busca del convento franciscano que allí existía. Desde Ocopetlayuca, exploró Atataco, pueblo casi ignorado como el propio Hernández admite al decir de una planta: “nace no lejos del humilde pueblo de Atatacco53 al que sin embargo se refiere con frecuencia. Costó mucho identificarle y si no hubiera sido por las propias frases de Hernández, cuando dice: “viajando de Ocopetlayuca hacia Atatacco al pie del volcán”,54 “vi en Atatacco, pequeño pueblo que está al pie del volcán nevado”,55 hubiera resultado casi imposible localizarlo con los solos adjetivos de frío y montuoso con que a menudo lo designa.

Vuelto a Ocopetlayuca, continúa su viaje hacia el sur por jornadas bien delimitadas. Llega a Huauquechula, también sede de un convento franciscano, y, después de pasar por la residencia dominica de Coatepec, alcanza Tepepayeca nuevamente bajo la administración franciscana. De Tepepayeca se dirige a Itzocan, hoy Izúcar de Matamoros. Aquí existía una residencia dominica capaz para servirle de alojamiento, pero lo más importante de esta expedición en relación con Itzocan es que este punto sirvió de origen y cierre al gran circuito establecido en la unión de las expediciones al Mar Austral y la exploración de Oaxaca. En un sentido o en otro, Hernández sale de Itzocan para llevar a cabo la más larga expedición de todos sus viajes. Sin ningún dato que lo confirme, suponemos que se inicia directamente hacia Tecuanapa, después de haber efectuado desde Itzocan una corta expedición que llevó a Chietla; él mismo escribe en una ocasión: “vimos también en el camino que va de Chietla a Itzocan”,56 y desde aquí a Cuayuca y Teotlalco, pues también hay referencias directas de este viaje cuando, hablando de un árbol, dice: “lo encontré en el camino de Quauhyuca a Chietla”.57

Ya encaminado directamente hacia la costa se dirige a Chiautla, donde existía un convento franciscano y un hospital llamado de San Sebastián, que al igual que otros varios de los que nos venimos ocupando estaba regenteado por indios. Nos queda la duda de si Hernández alcanzaría a encontrar el hospital todavía en actividad, pues en 1573 un rayo lo incendió y redujo a cenizas. Se sabe que años después ya no quedaba ni el recuerdo de esta obra, pero de todos modos, aunque la llegada de Hernández a Chiautla nosotros la suponemos en 1574, es probable que quedara en el pueblo aún el equipo de médicos indios que servían en el hospital y probablemente informaron a Hernández.

Desde Chiautla el camino debió de continuarlo hasta Totolapa que, en este caso, le brindaba acomodo en un monasterio agustino. Caminando siempre hacia el sur recorrió Tlapa, Tototepec, Xalatlauco e Igualapa, desembocando en el mar por el ya citado pueblo de Tecuanapa, del que sus obras contienen repetidas referencias.

Es indudable que este recorrido está falto de nombres, las distancias entre los pueblos citados son muy extensas y, dado el clima y la vegetación, el camino debió de hacerse muy pesado y lento. En Igualapa, es seguro, debió de acomodarse en la casa de su amigo y paisano Bernardino del Castillo que, según declaraba en la información de unos años antes, tenía “encomienda en el pueblo de Ygualapa, que es en el Mar del Sur... y siempre ha tenido su casa poblada con sus armas y caballos”.58

No nos ha quedado noticia de la impresión que al protomédico pudo causarle la visión del dilatado Mar Pacífico. Hombre aficionado a la mar, curioso espectador del puerto sevillano y viajero atento a todo lo nuevo que su aventura le ofrecía, la visión del Mar Austral, como entonces se denominaba, tan azul y diferente del Atlántico, siempre más movido y de color más sucio, debió de producirle admiración y asombro.

La llegada a la orilla del mar queda confirmada por la propia pluma de Hernández cuando habla de las conchas “que vimos en las costas del Mar del Sur” y cuando, tratando de un árbol que no llega a clasificar, dice: “Nace junto a las costas del Mar Austral, no lejos de Tototepec de Tecuanapa; no supe su nombre ni ninguna otra propiedad suya, pues lo conocí casualmente por haberlo cortado un pescador para fabricar una canoa.”59 La cita no puede ser más completa y el anónimo árbol que la ocasiona pasa a la posteridad con el romántico nombre de “árbol cuyo corazón huele a jengibre” sin que hasta hoy ningún botánico se haya atrevido a identificarlo.

Tenemos por lo tanto a Hernández situado en la costa del Pacífico en la región que hoy se conoce con el nombre de Costa Chica y, si hemos de ser sinceros, tenemos que reconocer que aquí se nos pierde un poco la pista de sus recorridos. Afortunadamente nos quedan datos bastante copiosos para asegurar su paso por diversos lugares de esa región. Pero en cambio lo tropical y terriblemente agreste de la zona y el desconocimiento de caminos practicables nos lleva a dificultades insuperables cuando tratamos de poner sus viajes sobre el papel.

Lo más objetivo e incontrastable de este paso por la calurosa selva del sur de Guerrero y Oaxaca nos lo proporciona una noticia relativa a Hernández que aparece insertada en la relación geográfica que el corregidor del poblado de Cuauitlán, Cosme de Cangas, envía a Felipe II en 1580. En este documento, cuando se llega a la pregunta 17 del cuestionario, el corregidor se limita a citar rápidamente una serie de árboles y plantas, a los que añade una coletilla diciendo que, de las enfermedades, árboles, plantas y yerbas “a la larga hizo relación un protomédico que a esta tierra vino por mandato de su magestad”.60 Esto lo escribió en 1580, cuando ya Hernández estaba de vuelta en España y a la relación aparece unido un mapa de la región, hoy valiosísimo pues el poblado Cuauitlán ha desaparecido en la actualidad. Por la descripción citada y el mapa adjunto sabemos se encontraba a media legua de la costa del Mar Pacífico, comunicado por caminos con Pinotepa y con otro lugar denominado Santiago de Quesada. Cerca del poblado aparece situada en el mapa una cruz que indica la estancia de un don Mateo, tal vez el encomendero de la región o algún magnate, y algo más alejadas se encuentran señaladas dos lagunas, una de sal y otra de pescados.

Cuauitlán (en el mapa aparece escrito con Q) se encontraba situado a media distancia entre Tecuanapa y Tototepec, por lo que, como estos dos pueblos son citados frecuentemente por Hernández, no es aventurado suponer su estancia en los dominios de Cosme de Cangas, quien recordaba la visita años después. Por cierto que este Cosme de Cangas debió de ser hombre culto pues en la misma relación de Cuauitlán, cuando contesta la pregunta 26 del cuestionario, se refiere a “Monardes que escribió de las cosas de estas Indias”.

Volvemos a perder el rastro de Hernández por este recorrido durante más de un centenar de kilómetros, para encontrarnos que, al sur de estos pueblos de Cuauitlán y Tototepec, ya en pleno territorio oaxaqueño, otras dos autoridades, cuando tienen que reunirse a redactar la relación geográfica que por orden real se obligó a escribir en todos los pueblos dependientes de España, vuelven a recordar a Hernández. Se trata de Fray Bernardo de Santamaría, vicario del convento de dominicos de Nexapa y de Juan de Canseco, alcalde mayor de la misma villa. La Relación de Nexapa escrita por estas dos autoridades es un modelo de detalle y seriedad. Tardan en escribirla desde el 12 de septiembre de 1579, en que la empiezan, hasta el 20 de abril del año siguiente, en que la dan por terminada. Al llegar a la pregunta 17 del cuestionario, aquella donde se indaga por los remedios terapéuticos propios de cada lugar, después de decir que abundan los médicos indígenas que curan con yerbas, añaden: “y desto no se hase aquí tanta mención por que un arbolario que vino a esta tierra en nombre de su magestad llevó bastante rasón de ello”,61 a continuación dan como remedio propio de su lugar la planta colapatli, citada por Hernández en su obra aunque sin referencia de localización. El “arbolario” es Hernández sin género de duda pues, si alguna podía quedarnos pensando en algunos otros médicos que también herborizaron por Oaxaca en el siglo XVI, nos la disipa, en primer lugar, el que fuera en nombre de su magestad, y después la contestación a la pregunta 22, donde también se trata de plantas, y los informantes soslayan la respuesta diciendo: “como tengo dicho otras beses, llebó el protomédico razón de todo, y así no ay para qué decirlo aquí”.62

La estancia en Nexapa, pertenece a la exploración oaxaqueña. Si llegó a Nexapa desde Tototepec atravesando la selva o lo hizo desde Oaxaca por caminos directos, es un punto que no podemos por ahora resolver. En nuestro trabajo de 1951 pensamos que a través de un Coatlán oaxaqueño frecuentemente citado llegase a Nexapa desde Tototepec a través de la selva. Uniendo estos dos lugares, cerrábamos el circuito tantas veces citado que pensamos sirvió para llegar al Mar Austral y explorar Oaxaca. Indudablemente, si esto fue así, representa un esfuerzo inaudito y temerario para un hombre enfermo y de edad avanzada. Tal vez sea esta expedición la que le hace describir en el poema dirigido a Arias Montano aquellas frases donde habla de los calores ardientes, las selvas hostiles, los pantanos inmensos y los miles de insectos dañinos que laceran la piel de incontables picaduras sangrientas.

Por otro lado, suponer que, después de haber alcanzado Cuauitlán, se vuelve a la zona central para iniciar un nuevo viaje camino de Oaxaca es bastante inadmisible, máxime teniendo en cuenta el breve tiempo que empleó en sus viajes.

Sea como fuera el hecho es que Hernández alcanza la región de Oaxaca. No nos ha dejado datos concretos de la capital pero, en cambio, cuando escribe las Antigüedades, recuerda que “se ven ruinas de edificios fabricados con arte admirable... cerca de Mitla, no lejos de la ciudad de Oaxaca’’.63 La exploración parece haber sido efectuada en varias zonas claramente determinadas. Una, la ya citada de Nexapa; otra más cercana a la capital debió de tener como centro a Iztlán y, más al norte, recorrió explorando la región de Papalotipac. Continuamente en la obra de Hernández se encuentran referencias a estas regiones, calificadas como mixtecas en unas ocasiones y zapotecas en otras.

La estancia en Papalotipac nos es conocida también por documentos ajenos a Hernández. Otra vez las relaciones geográficas vienen en nuestra ayuda y así, cuando Pedro de Navarrete, corregidor de dicho pueblo, redacta en diciembre de 1579 la contestación al cuestionario real, evita la respuesta al punto 17 escribiendo: “cúranse con yerbas y rayces que los naturales conocen de que han ya dado noticia a los protomédicos de su magestad”.64 El plural de protomédico en la frase ha hecho cavilar a algunos historiadores, empezando por Paso y Troncoso, quien piensa que tal vez se refieran al hijo de Hernández o a otro médico que hubiera podido pasar después en análoga misión.

No creo que tenga mayor importancia, pues el corregidor puede referirse al grupo bastante numeroso que viajaba con Hernández. Tampoco sería difícil admitir que cualquiera de los médicos de México de aquellos momentos le acompañara en este viaje pasando a la vista del corregidor los dos como protomédicos. En cuanto al paso de otro médico no hay noticias sobre ello, y debemos pensar que la relación se escribe a los dos años del retorno de Hernández, cuando todavía sigue siendo protomédico y no se ha nombrado sustituto.

Recientemente, la Dra. Benson, mientras trabajaba con las relaciones geográficas que se conservan en la Universidad de Texas, tuvo ocasión de añadir algunos pueblos a la primitiva lista que nosotros hicimos en 1951. Dos de estas localidades corresponden a la exploración de Oaxaca, y nuevamente obtenemos el dato de la visita de Hernández a través de las noticias indirectas dadas por las autoridades del lugar. Se trata en este caso de la descripción de los pueblos de Teozacualco y Amoltepec, escrita por el corregidor de dichos pueblos, Hernando de Cervantes, y fechada el 9 de enero de 1580. En la contestación al cuestionario, cuando llega a la pregunta 26, elude la contestación diciendo que de las “yerbas y plantas medicinales que hay en este pueblo… hizo particular recupilación cierto protomédico que su magestad enbió a estas partes a lo cual nos remytimos”.65

El viaje a estos pueblos probablemente fue una expedición originada en la propia Oaxaca, tal vez al iniciar el retorno, y con él se cubren los campos correspondientes al sector oeste de la ciudad que, antes de conocer el dato descubierto por la Dra. Benson, aparecían sin noticias de haber sido explorados por el protomédico.

La exploración de Oaxaca fue bastante fructífera en adquisición de materiales. Las plantas referidas a esa región representan casi el diez por ciento de las recogidas en todo el viaje, cifra equivalente a las encontradas en Michoacán, en Puebla y Tlaxcala, y en México y sus alrededores. Sin embargo las localidades citadas son pocas y con más frecuencia se refiere a la región que a pueblos determinados.

La región estaba entonces bastante poblada y eran muchas las fundaciones dominicas que brindaban posible acomodo a la expedición. El retorno, suponiendo que el viaje haya sido un circuito como venimos describiendo, tuvo que hacerse a partir de Oaxaca; el primer pueblo importante donde consta que estuvo en este itinerario fue Yangüitlán, tenía acomodo amplio en un convento dominico importante y no sería difícil que hubiera llegado allí depués de recorrer los pueblos citados de Teozacualco y Amoltepec así como Tlaxiaco y Tepozcolula, ambos con residencias dominicas, los cuales con seguridad fueron visitados y explorados y se encuentran en el camino entre estas localidades. Más al norte y más cerca de la capital sabemos que visitó Tonalá. Siempre que se refiere a este pueblo lo llama Tonalla o Tunalla de la Mixteca Inferior, y relativamente cerca de aquí visita Zahuatlán. Ya otra vez en el camino real pasa por Chila y Tepeji, el primero era centro dominico y el segundo, llamado casi siempre de la Mixteca Inferior, tenía conventos dominico y franciscano. Pasando por Acatlán de la Mixteca Inferior y por algún lugar más no reseñado, teniendo en cuenta lo largo del trayecto, vuelve a Itzocan de donde vimos partía camino de Tecuanapa en la iniciación de esta extraordinaria vuelta casi inconcebible de ser realizada en las condiciones de su época.

Es muy probable que Hernández, al retorno de estos viajes en extremo fatigosos, descansara en México antes de emprender las dos expediciones hacia el norte que le llevaran a Michoacán y al Pánuco. Por las mismas noticias del epistolario parece desprenderse así; sin embargo, para darle unidad al relato hemos decidido presentar aquí a continuación estas dos expediciones con las que se cierra el capítulo de sus viajes, antes de seguir estudiando la cronología de sus hechos en México.






53 Matritense, tomo I, libro IV, cap. LXXIV, pág. 382. (UNAM, 1959, tomo II, vol. 1, pág. 191)

54 Matritense, tomo I, libro III , cap. XVIII, pág. 207. (UNAM, 1959, tomo II, vol. I, pág. 103.)

55 Matritense, tomo I, libro IV, cap. CII, pág. 396. (UNAM, 1959, tomo II, vol. 1, pág. 198.)

56 Matritense, tomo II, libro VIII, cap. XLVII, pág. 298. (UNAM, 1959, tomo II, vol. I, pág. 370.)

57 Matritense, tomo II, libro VIII, cap. XLVIII, pág. 298. (UNAM, 1959, tomo II, vol. I, pág. 370.)

58 Francisco A. de Icaza, Conquistadores y pobladores de Nueva España (Madrid, 1923), vol. I, pág. 188, ficha 366. Declaración de Bernardino del Castillo.

59 Matritense, tomo I, libro II, cap. CLXVIII, pág. 197. (UNAM, 1959, tomo II, vol. I, pág. 98-9.)

60 Paso y Troncoso, Papeles... (ob. cit.), tomo IV, pág. 155.

61 Paso y Troncoso, Papeles. .. (ob. cit.), tomo IV, pág. 29.

62 Ibid.

63 Antigüedades, libro I, cap. 24, pág. 73 (ed. Pimentel). Fol. 44 de la ed. facsimilar.

64 Paso y Troncoso, Papeles… (ob. cit.), tomo IV, pág. 88.

65 Nettie Lee Benson, ob. cit., pág. 25. La relación citada figura en la “Latin American Collection” de la Biblioteca de la Universidad de Texas, con la cifra de catalogación JGI-XXV-3.

TOMO I. VIDA Y OBRA DE OBRA DE FRANCISCO HERNÁNDEZ