h. El memorial


Pasado el disgusto con el virrey, durante el cual redacta las cartas anteriores, suponemos que Hernández considera la inutilidad de escribir al rey buscando remedio a sus problemas. Hernández está ya decidido a salir al campo para seguir su trabajo y, aunque el rey con seguridad va a tomar en cuenta sus quejas y va a dar órdenes para que no suceda lo que está pasando, todo ello necesita tal cantidad de tiempo en su normal desarrollo, que le obligaría a dejar de trabajar durante varios meses, si espera a arreglarse por este camino. Indudablemente más sereno y con menos apremio, pues la flota estaba en el puerto lista a zarpar y las cartas tuvieron que despacharse rápidas, se dedica a recapacitar y a buscar una solución más práctica y que no entorpeciera su labor. Probablemente también el mismo virrey cambió algo en su actitud y, entonces, Hernández buscó un medio pacífico de arreglo. Es el momento en que le escribe el famoso Memorial, documento casi desconocido, donde con todo respeto, pero con razones de peso inconmovibles y cierta energía le hace ver al virrey la importancia de la comisión real a él encargada y las fallas que por culpa de la administración virreinal está teniendo el trabajo. Es un documento bastante largo pero no obstante hemos decidido incluirlo entero. Su lectura nos muestra magistralmente la situación de Hernández en el momento en que lo escribe. Se nos informa detalladamente de todo lo que sucede y sobre todo nos pinta el carácter del protomédico, defendiendo enérgicamente y sin desmayos su labor y su misión contra el más poderoso de todos los enemigos que le han surgido desde que llegó a la Nueva España. Dice así:

“Muy excelente señor:—Yo he pensado en la merced que v.e. es servido de hacerme en darme recaudo con que yo ande la Nueva España, y hallo por averiguado ser tan necesario que, aunque corra riesgo de la vida por los diversos temples de las tierras, debo acometerlo, porque si no lo hago, no tendrá mi comisión fin, ni lo que se hiciere perfectión, lo cual es contra voluntad de su majestad y brevedad que se me encargó tanto; porque ya estoy informado y se dexa fácilmente entender que no está hecha de veinte partes una de lo que hay, y un herbolario solo no podrá agotar un mundo tan grande y tan innumerables cosas como en él se hallan, aliende que, para ratificar lo hecho y ponerle la postrera mano, es menester ver de nuevo las plantas en sus lugares naturales y en su sazón y hablar con los médicos indios de cada tierra; aún ansí no podrían transferirse muchas cosas a España. Si yo mirara mi cómmodo particular, antes escogiera estarme aquí, ganando de comer y el salario y haciendo buenamente lo que pudiera y durara lo que durara, sin ir a gastar el doble de lo que s.m. me da y aventurar mi salud y vida, más, pues yo huelgo de privarme de todo esto por sólo hacer el deber, bien se dexa entender que es éste buen celo y deseo de acabar bien y presto lo que truxe a mi cargo y ahorrar infinidad de dineros a la Real Hacienda, gastándose de una vez algunos: y pues esto es lo que conviene y mi celo bueno y sancto y provechoso y fundado en notoria razón, y no es el negocio mío sino de su magestad, a v.e. suplico cuanto puedo no mire a la limitación de la cédula sino a la voluntad y intento de s.m., el cual está ya por carta declarado, y al aprovechamiento de la Real Hacienda para adelante y a la brevedad de esta obra que s.m. tanto desea y me encargó, y que no permita gaste yo las dos tercias partes del tiempo, como las gastó, en negociarlo y una sola en hacerlo; y si v.e. me ha de hacer esta merced, no convendrá dilatarse sino hacerse luego, que es ya abril pues puede v.e. con el pie entablarlo en un solo día, porque los negocios dilatados ellos mismos se desbaratan, según lo he visto en estos propios, y los que han de hacerlos se cansan y los dexan y se pierde la coyuntura y oportunidad; y pues s.m. fio esto de mí habida primero relación de mi persona, crea v.e. que ni soy tan inhábil que no entiendo lo que en el caso conviene, ni tan mal cristiano que había de dar parecer resoluto en lo que no me constase, o pedir cosa con maliciosa y torcida voluntad, mayormente en negocio que no se pretende sino mi propio trabajo y hacer lo que debo según mis fuerzas; y si en esto soy más libre de lo que conviene o más importuno, v.e. no mire sino mi celo, cuanto más que yo creo s.m proveerá otra vez que no se tenga respecto a la limitación de su real cédula, sino a lo que fuere necesario a su real servicio, aunque sin esto lo que suplico está tan puesto en razón y bien de la Real Hacienda y execución de su real voluntad, que antes el no hacerlo parece culpable; pues acá se debe mirar y remediar aquello en que allá no se pudo caer; ansí que lo que entiendo ser necesario para el efecto deste negocio es que luego se ponga por obra, si tiene de hacerse, sin dilación ninguna, pues se pasará la coyuntura con gran brevedad, y si no, v.e. desde luego también lo mande para que yo no me desasosiegue sin efecto, y ni fuera de México ni dentro se haga nada, antes se haga acá sin perder tiempo eso que se pudiere, aunque realmente por la falta de recaudo estoy casi surto. Lo segundo, que v.e. me dé el recaudo que me da aquí para fuera de México, pues la cédula de s.m. dice se me dé este recaudo, y se ha de entender doquiera que fuere necesario y no aquí solamente; quiero decir que de los pintores que se me dan aquí me dé v.e. algunos para que vayan conmigo, queriendo hacerlo ellos de su libre voluntad, para que va[ya]mos pintando en pequeño cuanto se hallare, y los demás queden acá y vayan haciendo por estos esquizos en grande, porque ansí se va ganando todo este tiempo y no se toma del de adelante y ahórrase aquel tiempo y gasto de s.m. Item, que se me dé el intérprete que tengo, pues sabe la tierra, es solícito y tiene ya alguna noticia deste negocio por haber asistido hasta agora conmigo, y que el herbolario que v.e. me da se me dé con el mismo mandamiento que agora, con otro nuevo, y éste se pide agora más que lo que aquí en México se me daba, para que quedando yo con los pintores y intérprete con menos riesgo de la vida, en las cabeceras los herbolarios vayan a unas partes y a otras costas y regiones calientes, y ansí se barra todo y trayan plantas y relaciones, porque uno no bastaría, y aun los dos con trabajo. También será v.e. servido que, pues s.m. me mandó hiciese graduar la tierra, se despache luego el geógrapho, pues ha dado por tantas vías la cuenta que es razón de sí y se me concedió para la perfectión de mi Historia, y sin él sería defectuosa y manca, aliende que yo sería defraudado en mi honor sin culpa mía y disminuido de la merced y favor que su majestad me hizo, tanto por premio de mis servicios y trabajos, como por necesidad de la Historia; conque protesto, delante de Dios, que tiene las partes que conviene para hacerlo, y que yo se lo he visto practicar y v.e. lo puede, si es servido, ver y darme crédito, pues s.m. lo fio de mi, y cuando no sea servido de hacer esto, aunque ya lo había v.e. concertado con el mismo geógrapho, mande a ambos que lo hagan conforme a la real cédula, pues v.e. lo puede mandar y ellos no dexarlo de obedecer, pues ya se sabe que yo nunca hice fuerza en la persona sino en que se hiciese, y más vale lo hagan ambos en un año que el uno en dos, pues es igual la costa y mayor la brevedad. Será últimamente menester v.e. envíe estos ministros todos pagados por un año porque no se pierda tiempo en venir a México cada cuatro meses, y para lo de adelante podré avisar a v.e. desde allá de lo que conviniere hacerse o de v.e. orden como alia donde anduvieren sean pagados por sus tercios. Ítem, que me provean de lo que fuere menester para pagar a los indios que truxeren las yerbas o los esquizos a México y otras cosas ansí del servicio de su majestad. En lo demás yo huelgo de ir a mi costa, mientras s.m. es servido de lo proveer, aunque gaste tres o cuatro mil ducados en ellos, míos y de mis amigos, y arriesgar mi vida y la de mis esclavos por sólo deseo de servir y acabar lo que se me confío y tomé a mi cargo; y advierta, v.e. que ha casi cinco meses que no se me trae una yerba ni mas, y más de seis que no se despacha el geógrapho, y aun los demás ministros me acuden mal, viendo que v.e. desfavorece y menosprecia este trabajo, y que yo no oso acudir a v.e. a que los castigue, por lo que v.e. se lamenta de lo mucho que tiene que hacer conmigo v por la pesadumbre con que algunas veces v.e. me recibe.— El doctor Francisco Hernández”.122

En resumen, vemos en este Memorial casi todos los problemas que desde antes venimos tratando recogidos nuevamente. Pero también encontramos una viril defensa de su actuación y la posición de servidor honrado y responsable en que Hernández se encuentra, al tratar de acortar el tiempo del trabajo para gastar lo menos posible y obtener los frutos máximos. No se muerde la lengua para decirle al virrey que es culpable de muchas de las dilaciones y entorpecimientos que podría resolver “con el pie” en un solo día y demostrarle que si él lucha por seguir adelante no es en beneficio propio ni por su mayor comodidad. Que lanzarse a recorrer el país con “riesgo de la vida” y las mil incomodidades anexas no es cosa que se efectúe por gusto, y menos’ a su edad y con sus achaques. Muestra la firme resolución de proseguir adelante contra viento y marea pues, como le advierte al virrey, “no es el negocio mío sino de su magestad”, y deja bien sentado que el rey se lo encargó en premio a sus servicios y trabajos, recordándole con ello al virrey que no es un advenedizo cualquiera que ha conseguido un puesto por influencias o maquinaciones.

El resultado de este documento parece ser excelente. El virrey, en el fondo buena persona y probablemente mejorado de humor, debe de comprender al leerlo lo justo de las razones del protomédico y, al parecer, decide ayudarle. No volvemos a tener noticias de Hernández en varios meses. Pero la primera carta que nos encontramos muestra que todas las nubes pasaron pronto, que el virrey y el protomédico llegaron a un entendimiento y que todo se resolvió satisfactoriamente. El pleito del geógrafo se acabó por el momento y siguió trabajando.123 Hernández, cuando escribe esta nueva carta, ya no está en México. Firme en su decisión de salir al campo, ha debido de recibir los recaudos suficientes; nos dice: “yo ando peregrinando por esta Nueva España días ha”.124 Por otra carta podemos deducir cuántos son estos días, pues en la que escribe en marzo de 1574 dice haber estado casi un año recorriendo el país. Como el Memorial es de abril, y aún no había salido, debemos suponer que fue casi inmediata la salida al campo para que en marzo del año siguiente llevara casi un año de expedición. También se comprueba que el arreglo con el virrey fue rápido, pues en esta carta que comentamos, de fecha 10 de noviembre de 1573, dice que el geógrafo salió a seguir trabajando hace siete meses, o sea en abril. Probablemente a raíz del cambio de actitud del virrey ante la lectura del Memorial.


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Portadas del Plinio con la secuencia de los títulos de Hernández


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El Nuevo Mundo según se concebía en 1560


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La isla de Utopía imaginada por Tomás Moro


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Monstruos americanos


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Monstruo americano


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San Juan de la Penitencia {4} en el siglo xvi


El monasterio de San Juan de la Penitencia en 1936


El trabajo ha progresado: “de las cosas naturales —dice— tengo escriptos y debujados... seis libros o volúmenes, o por ventura siete”;125 vuelve a ofrecer que los enviará en la primera flota para que el rey “pueda pedir de acá las cosas que más servido sea y parezcan más necesarias.” Que la harmonía con el virrey es perfecta nos lo muestra cuando lo pone por testigo “del cuidado y vigilancia con que sirvo a v.m.”126 Hernández está en Yautepec cuando escribe esta carta y, aunque no tenemos noticias de su regreso, sabemos que todavía tardará varios meses en volver a México después de esta primera exploración larga.

Como ocurre siempre en estos negocios a larga distancia, cuando Hernández y el virrey ya están de acuerdo, cuando ya lleva muchos meses Hernandez viajando por los campos y suponemos que ha conseguido formar el grupo de colaboradores y ayudantes precisos para desarrollar sus trabajos, se recibe una cédula real en la que el rey ordena al virrey se le facilite al protomédico todo aquello que en la carta y en el Memorial hemos visto que necesita. No vale la pena copiar la cédula, que ya está publicada hace años por Nicolás León, sino únicamente recordarla como complemento y cierre del problema con el virrey, asunto que venimos tratando.127






122 El Memorial que copiamos aparece publicado por J. Toribio Medina en su obra ya citada, pág. 290, y no ha sido recogido por ningún otro autor.

123 Durante el problema se nombró otro geógrafo y Hernández propuso a su vez un tercero. A esto, de lo que trataremos cuando venga a caso, es a lo que se refiere el Memorial cuando dice que “mande a ambos” para abreviar la labor.

124 Epistolario, n. 9.

125 Ibid.

126 Epistolario, n. 9.

127 En la Recopilación de todas las cédulas… que cita D. Nicolás León en el prólogo de la reedición de Ximénez, Quatro libros de la naturaleza… (ob. cit.), aparece copiada la cédula a que nos referimos que, por su redacción, se nota íntegramente tomada de la carta de Hernández fechada el 31 de marzo de 1573 (n. 7 del Epistolario).

TOMO I. VIDA Y OBRA DE OBRA DE FRANCISCO HERNÁNDEZ