f. Trabajo y dificultades


Por encima de la incomprensión burocrática, de los disgustos y de la contradicción y la envidia, la misión fundamental de Hernández se iba cumpliendo. Vimos más arriba que a los dos meses de llegado, los pintores ya habían empezado a pintar las cosas naturales mientras “el geógrafo se está proveyendo de humentos y de otras cosas necesarias para con toda brevedad hacer la descripción desta tierra”.79 Recordemos que entre las misiones encomendadas a Hernández estaba la de levantar el mapa de México, para lo cual habían puesto a su servicio a un geógrafo llamado Francisco Domínguez. A los ocho meses escribe al rey: “La Historia Natural de estas Indias se va prosiguiendo con todo cuidado y diligencia, y ansí se han debujado de ocho meses a esta parte que se comenzó, con figuras grandes en papel de marca mayor, muy al natural y representadas todas las partes y medidas con mayor y más nueva curiosidad que hasta este tiempo se ha hecho, más de ochocientas plantas nuevas y jamás vistas en esas regiones, y escripto dellas grandísimas virtudes, y dellas de increíble y inmenso provecho, en latín y en romance, cosa en que otro por ventura ocupara todo el discurso de su vida.”80

El geógrafo hace mes y medio que partió a cumplir su misión y Hernández, cuyas relaciones con el virrey son todavía cordiales, escribe al rey que el número de “plantas he chas ha visto el virrey junto con lo escrito que es un buen volumen”.81 Más arriba nos había dicho que tenía ochocientas plantas nuevas descritas y dibujadas. Sabemos, porque él mismo nos lo ha referido, que ya había salido a explorar el campo. En la famosa declaración del proceso inquisitorial deja asentado “que podrá haber quince días poco más o menos yendo al campo... con un mercader que se llama Eugenio Castellanos”.82 Como la declaración se verifica a veintiséis de agosto, tenemos que admitir que en los primeros días de ese mismo mes Hernández estaba de viaje en busca de plantas. O sea que a los cuatro meses de su llegada, y tal vez antes ya, había iniciado sus trabajos recolectores de elementos naturales. Esto explica cómo puede tener a los ocho meses el elevado número de plantas descritas que nos cuenta en la carta y que enseñó al virrey.

En esta época, a los ocho meses de estancia, hacia noviembre de 1571, por primera vez habla al rey del problema de los gastos. Antes de terminar la carta, inserta un párrafo que dice: “Lo que toca a mi cómodo, los gastos son acá grandes; la merced que v.m. me hace, aunque es muy grande, no basta para sustentarme, ni yo procuro más interés que servir a v.m.; suplico sea servido de me mandar dar alguna ayuda de costa porque haya más facultad de emplearme en su servicio.”83

Ha surgido el problema económico que durante toda la gestión de Hernández le perseguirá como una pesadilla: la vida está cara, los gastos son superiores al salario estipulado, los viajes acompañados de tanta impedimenta de servidores y animales van a su costa, y Hernández durante los siete años se pasa clamando por falta de dinero y llorándole al rey en petición de mercedes, ayudas de costa y recompensas.

Quedamos sin noticias directas de Hernández durante varios meses; después de la carta escrita hacia noviembre de 1571 no volvemos a encontrar ningún documento hasta fines de 1572. La carta fechada el “postrero de abril de 1572”, resulta más desalentada que las anteriores. Nos da la noticia de que ya tiene “acabados dos libros, cada uno tamaño como el Dioscórides de Laguna, y vase acabando el tercero”. Tiene mucho interés el resto del párrafo para conocer el método de trabajo, pues añade: “va en latín para que se comunique de este modo lo que v.m. hace al mundo, a todas las naciones por esta lengua que es más común, y también se escribe en romance para otros, por que todos la gocen”.84

Notamos que la amistad con el virrey se ha entibiado, no le acusa francamente de oposición, pero sí le dice al rey que hubiera hecho mucho más si se le “hubiera dado el calor y en su tiempo”, pues “el virrey, conformándose con la cédula de v.m., no acude a la grandeza deste negocio según es menester”.85 Pide al rey encomiende al virrey le atienda “con todo calor y resuello”, pues un trabajo que debería hacerse en dos años podría durar veinte con el consiguiente gasto y dificultades.

Surgen en esta carta los problemas de toda su gestión; las vacilaciones que durante años le impedirán enviar su obra, no obstante estar prometiendo en todas las cartas que va a enviarla. Vuelve a acusar al virrey de poco interés cuando dice: “yo pensé se enviara algunas cosas en esta flota; no ha podido ser la poca ayuda y brevedad del tiempo..., yrá sin falta en la venidera”.86 Después le remuerde la conciencia de no cumplir con el envío y vuelve a explicar: “Los libros de plantas que están acabados no van por el riesgo de la mar hasta que quede traslado, y así le ha parecido al virrey.”87 Con esta explicación cree descargar un poco su responsabilidad.

Aunque al principio de la carta ha dicho que con “el calor y resuello” del virrey puede acabar el trabajo en dos años, vemos un poco más abajo que no esta tan convencido de ello, ya que le pide al rey le de una prórroga del tiempo de la comisión hasta nueve o diez años, pues los cinco que le dieron van a ser pocos, y añade: “que si yo pudiese en uno acabarlo todo, no hay cosa en la vida que más desee”.88

Ya está pensando en el Perú y le pide al rey que le deje llevar los pintores de aquí, pues allí tiene noticias de que no los hay, y le ruega dé órdenes para que en aquella provincia se le dé “el mismo recaudo que aquí se me ha dado y diere”.89 Este párrafo referente a la exploración del Perú tiene más interés de lo que a primera vista parece. Demuestra en primer lugar que Hernández está trabajando con ahínco y con buen ánimo. La descripción de Nueva España, no obstante pedir se le prolongue su comisión, le parece ya pan comido y está dispuesto a dar el salto al otro gran centro de civilización americana. Indudablemente esto indica que el trabajo marcha bien y avanza de prisa. También indica que Hernández todavía no ha salido al campo más que en viajes cortos, por las proximidades de la capital, y aún desconoce la enorme extensión que tendrá que recorrer y el inagotable caudal de plantas y otros elementos que le esperan para ser descritas en el resto del territorio.

Termina esta carta, después de relatar las dificultades con la Audiencia, a las que ya nos hemos referido anteriormente, con un párrafo que también conocemos. Es aquel en el cual le suplica al rey el título de médico de su real cámara. Ahora que hemos visto su situación comprendemos mejor esta petición. Se trata de tapar la boca a las murmuraciones y envidias; bien claro lo expresa al decir que lo pide: “por que no digan que, sirviendo yo a v.m. en él, no he merecido por mis méritos este renombre”.90 Poca imaginación hace falta para no vislumbrar detrás de esta frase los ataques de aquellos médicos que, como el Lic. Contreras, no veían con buenos ojos la venida del protomédico.

El rey no echó en saco roto las peticiones de Hernández; el 18 de mayo de 1572 escribe una cédula ordenando al virrey le dé favor y ayuda, y le favoreciese. Ofrece a Hernández tener memoria de lo que trabajase y hacerle merced ordenándole dé siempre aviso de lo que fuese haciendo y conviniese proveer. Esta cédula, cuyo original desconocemos,91 es con seguridad contestación a las primeras cartas de Hernández o tal vez a alguna otra intermedia entre las de mayo de 1571 y la de abril de 1572, que desconocemos pero que con seguridad existió, pues en esta última Hernández dice: “Por otra he suplicado a v.m. por el título de médico de su real cámara”,92 y en ninguna de las anteriores conocidas se habla de este punto. No puede ser contestación a la del 30 de abril de 1572 porque no había tiempo material de que hubiese llegado a España para esa fecha.

Junto con la cédula anterior, el rey escribe a Hernández una carta que también desconocemos pero que, por la propia contestación de Hernández, sabemos estaba fechada el 24 de mayo de 1572, y en ella el rey le ofrecía acudir con lo necesario, le prometía alguna merced y le pedía, como siempre, enviase los libros que tuviera hechos, con grande secreto y pronto.

En la contestación de Hernández, fechada el 22 de septiembre de ese mismo año, leemos: “Recibí la de v.m. fecha en Madrid a 24 de mayo de este año: yo beso los reales pies de v.m. por la {merced} que se me hace en mandar se me acuda con lo necesario para la Historia que por mandato de v.m. vine a hacer a estas partes y por la memoria que v.m. tiene con mis trabajos para me hacer merced; haré lo que v.m. me manda en enviar lo que fuere haciendo con grande secreto, dejando en esta tierra traslado.”93

Esta carta del 22 de septiembre de 1572 es muy corta y, sin embargo, resulta interesantísima para conocer lo que le ha sucedido a Hernández en los cuatro meses transcurridos desde fines de abril. En primer lugar observamos que el trabajo ha avanzado poco. Confiesa tener “hasta agora debujados y pintados como tres libros de plantas peregrinas”,94 o sea poco más de lo que ya tenía cuatro meses antes; sin embargo se habla por primera vez de otros dos libros, todavía en borrador, “de animales terrestres y aves peregrinas, ignotas a nuestro orbe”,95 y no desperdicia la ocasión para intercalar una de tantas autoalabanzas a que nos tiene acostumbrados diciéndole al rey que eso que lleva ya hecho “es cosa en que otro hobiera por ventura gastado una vida entera”.96

Una noticia interesante nos depara la última parte de la carta. Hernández ha estado enfermo, enfermo de cuidado y en peligro de muerte. Nos dice que si no ha hecho más es debido a “una prolija y grave enfermedad, de que al presente como por milagro Dios me ha librado por que mis trabajos no quedasen sin acabar y… de la cual voy al presente convaleciendo y ansí por la extremada flaqueza con que quedo no doy a v.m. más particular cuenta de todo”.97

¿Qué enfermedad fue ésta? Indudablemente quedó quebrantado para todo el resto de su vida. No vuelve a referirse especialmente a ella en ninguna carta, pero sí desde ahora en casi todos sus documentos hablará de las enfermedades que padece, de su mala salud y del tiempo que por ello pierde en el desempeño de su misión. Buceando por sus escritos, algunas veces hemos encontrado noticias de esta enfermedad. En la misma Historia de las plantas existen varias referencias que, sin servirnos para un diagnóstico, sí son bastantes para orientarnos en algo. Desde luego fue probablemente una afección urinaria, pues hablando de la planta mexixquílitl nos informa que es admirable cuando se aplica mezclada con manteca de vaca sin sal, pues mitiga “el calor de los riñones, calmando así el ardor de la orina, como lo experimenté en mí mismo con excelentes resultados cuando sufrí dicha enfermedad”.98 Debió quedar inapetente y débil, “en extrema flaqueza”, como dice en la carta, y antojadizo en el comer. Al hablarnos del tlapalhoauhquílitl nos dice “que tiene raíz gruesa, corta y fibrosa de donde nacen tallos rojos con hojas rojas también, oblongas y aserradas, las cuales se comen cocidas y son de tan buen sabor, que habiendo yo sufrido en México una grave enfermedad, nada comía con más gusto que esta verdura o sus tallitos... preparados con aceite y vinagre”.99 Y en otra ocasión, tratando del amílotl o pez cilíndrico, nos cuenta que “constituye un alimento a tal punto excelente y fácilmente digerible y agradable, que, convaleciente yo de una grave enfermedad y sintiendo aversión y gran disgusto de todas las comidas que más apetecen los sanos y los de fino paladar, sólo tomaba con mucho placer esta clase de alimento, que me ayudo notablemente a reparar mis fuerzas”.100

Resulta indudable que la enfermedad se continuó durante largo tiempo con molestias urinarias; es casi seguro que padecía ardores de orina y dolores durante la micción. En otra de sus descripciones de plantas nos cuenta que la hierba mucilaginosa llamada aalacton por los indígenas, y que en realidad se trata de una especie de malvavisco que era utilizado con “frecuencia en las perfumerías de esta Nueva España”, es también útil como medicamento, y añade: “la uso casi diariamente, cocida, para combatir la acidez de la orina, así como el cocimiento de las raíces como agua de tiempo, con muy buenos resultados”.101 Para confirmar nuevamente la afección urinaria encontramos también que, en otra ocasión, hablando de una planta arbórea cuya corteza se utiliza en medicina y a la que los indios llaman quauhxíotl, árbol muy profuso en Michoacán, Morelos y Guerrero, después de discutir el fundamento de las afirmaciones hechas sobre sus propiedades curativas por los médicos indios exclama: “Y ¿qué tiene de extraño que los médicos indios hayan descubierto por experiencia que sucede así, cuando yo mismo he comprobado que plantas muy astringentes mezcladas con vino de metl provocan admirablemente la orina, y otros hechos semejantes que de pronto parecen falsos?” 102 Finalmente y para insistir de nuevo en el mismo tema nos encontramos que al tratar de la planta coatli, después de describirla, nos dice que: “El agua en que se hayan remojado por algún tiempo algunas astillas de sus tallos toma un color azul y refresca y lava, bebida, los riñones y la vejiga; disminuye la acidez de la orina, extingue las fiebres y cura los cólicos... como lo he comprobado en mí mismo algunas veces.”103

Que esta enfermedad le dejó quebrantado para toda su vida lo podemos deducir de varios hechos y datos, en primer lugar pierde los bríos para seguir la expedición. Los proyectos del viaje al Perú que, en las primeras cartas, son con frecuencia tratados, dejan de serlo; en cambio poco después escribe “lo que toca al Perú y otras tierras nuevas sabe Dios quisiera yo tener edad y salud como tengo el brío y el deseo..., pero ni tengo lo uno ni lo otro por haber sido tan grandes los trabajos de cuerpo y espíritu que no me han dejado salud”.104 El propio virrey, al marchar Hernández, en la carta donde le comunica la partida al rey, le escribe “que ha servido muy bien y con mucho cuidado... y le cuesta parte de su salud por que la lleva bien quebrada”.105 Y finalmente, sus propios hijos, después de fallecido escriben al rey “que no tuvo un día de salud desde que vino a esta tierra hasta que falleció, en llegando se enfermó mucho con la navegación”.106

Queda fuera de dudas que en el verano de 1572 Hernández sufrió un serio quebranto en su salud que lo incapacitó en gran parte para su misión, no obstante lo cual se sobrepuso y siguió explorando las tierras de México hasta el final. No tuvo energías para proseguir la expedición por el resto de América y, aunque ignoramos la naturaleza del proceso, es casi seguro que fue el mismo que con altas y bajas se hizo crónico y le acompañó hasta el fin de sus días.






79 Epistolario, n. 2.

80 Epistolario, n. 3.

81 Ibid.

82 Proceso.

83 Epistolario, n. 3.

84 Epistolario, n. 4.

85 Ibid.

86 Ibid.

87 Ibid.

88 Ibid.

89 Ibid.

90 Ibid.

91 La presente cédula fue vista por J. Toribio Medina y se refiere a ella en su Biblioteca Hispano-Americnta (ob. cit.), pág. 271 del tomo II.

92 Epistolario, n. 4.

93 Epistolario, n. 5.

94 Ibid.

95 Ibid.

96 Ibid.

97 Ibid.

98 Matritense, tomo II, libro XII, cap. LX. pag. 535 (UNAM, 1959, tomo III, vol. II, pág. 43).

99 Matritense, tomo II, libro IX, cap. LXIV, pág. 340 (UNAM, 1959, tomo II, vol. I, pág. 389).

100 Acuátiles, cap. VI (UNAM, tomo III, vol. II, pág. 392).

101 Matritense, tomo I, libro III, cap. CLXXIX, pág. 297 (UNAM, 1959, tomo II, vol. I, pág. 148).

102 Matritense, tomo I, libro IV, cap. LVII, pág. 369 (UNAM, 1959, tomo II, vol. I, pág. 183).

103 Matritense, tomo I, libro IV, cap. XXVI, pág. 349 (UNAM, 1959, tomo II, vol. I, pág. 172).

104 Epistolario, n. 14.

105 Esta carta del virrey, cuyo original desconocemos, aparece copiada por J. Toribio Medina en su Biblioteca Hispano-Americana (ob. cit.), tomo II, pág. 272.

106 Ibid.

TOMO I. VIDA Y OBRA DE OBRA DE FRANCISCO HERNÁNDEZ