c. El cuerpo médico


Según se desprende de sus cartas y otros documentos, Hernández trató desde el primer momento de actuar como protomédico en el aspecto directivo y regulador de este nombramiento. Exigió licencias, visitó farmacias, tahonas, pastelerías y otros lugares a él supeditados, y hasta trató de obtener la celebración de reuniones periódicas del elemento médico con fines científicos de estudio y resolución de los problemas médicos. Debemos reconocer que en esta labor fracasó totalmente.

Hernández encuentra un nutrido grupo de profesionales de la medicina cuando llega a México. Cada día conocemos nuevos nombres de médicos y cirujanos que ejercían su profesión en la capital de la entonces Nueva España, y es de suponer que todavía ignoramos a otros muchos que pasaron sin dejar huella. A la primitiva lista, recogida por Icazbalceta, han sido añadidos varios nombres más, de tal forma que en la actualidad es posible conocer cómo, al llegar Hernández, actuaban en México, médicos como Francisco Bravo, de quien ya hemos tenido ocasión de ocuparnos, por la amistad con Cervantes de Salazar, y que debía gozar de gran prestigio. Acababa de publicar el primer libro de medicina que se editó en Nueva España, era andaluz, de Osuna; indudablemente, por el tratado que escribe, con altos vuelos en la profesión, con buena formación humanista y probablemente conocido de Hernández desde España, pues, según dice en su libro, estaba ejerciendo en Sevilla su profesión el año de 1553, precisamente la época en que sabemos que Hernández también ejerció en esa misma ciudad. Los datos biográficos de Bravo son casi totalmente ignorados y según el padre Steck perteneció a una familia distinguida, algunos de cuyos miembros ocuparon puestos importantes en la Nueva España, como Constantino Bravo de Lagunas que fue alcalde mayor de Tlaxcala en 1574.37

También ejercía con gran prestigio el Dr. Juan de la Fuente. Aunque tampoco se conoce mucho de su vida, se le supone mallorquín con estudios en Sigüenza y Sevilla y se sabe que era médico ya en 1540. Se desconoce la fecha de su llegada a México, pero, desde luego, es anterior a la llegada de Hernández, pues hay datos de su incorporación en 1563. De su gran prestigio tenemos noticias por varios caminos: fue médico visitador de la ciudad, en compañía de otro doctor llamado Torres, del que nada sabemos, y fue el primero de los llamados para atender, en septiembre de 1572, al grupo de jesuitas fundadores cuando todos cayeron enfermos en el momento de llegar a México.38

Es ampliamente conocida la noticia de la autopsia que, nos cuenta Dávila Padilla, efectuó en 1576, con objeto de averiguar la causa de la enfermedad epidémica que entonces azotaba todo el territorio mexicano.39 Pero de este hecho tendremos que ocuparnos más adelante y en extenso. Que Hernández y De la Fuente tuvieron relaciones es indudable pues el mismo Hernández, cuando declara ante la Inquisición en el proceso del Dr. López,40 hace referencia al Dr. De la Fuente asegurando que estaba en conocimiento de lo que él mismo está declarando. El Dr. de la Fuente vivió hasta casi final del siglo, ocupando lugares distinguidos en la medicina de la Nueva España, donde fue designado para ocupar la cátedra de prima de medicina en la naciente universidad. Con menos categoría ejercía el Dr. Francisco Toro, a quien hemos visto asistir la última enfermedad de Cervantes de Salazar y que, a la partida de Hernández en 1577, es designado junto con el ya citado Dr. De la Fuente para que ambos se ocupen de “esaminar las boticas e de lo demás {de la ciudad}, atento que es ya ydo della el doctor Francisco Hernández que hera protomédico”.41

También debemos tener presente entre los médicos de esa época al ilustre Alfonso López de Hinojosos, que en la biografía de Hernández tiene mucho interés. Por él sabemos, pues así lo consigna en su libro, que ayudó a Hernández en las famosas autopsias llevadas a cabo para encontrar la causa del cocoliztli que estaba a punto de acabar con la población de México. Hinojosos era bastante más joven que Hernández, pues se cree nació hacia 1535. En la época de Hernández en México practicaba la medicina y la cirugía en el Hospital Real de Indios y no debió de llegar a obtener grados, pues en sus obras siempre se titula Maestre, título que, aunque en la nomenclatura antigua equivale a doctor, en cambio en la práctica no lo era; además, en el manuscrito anónimo donde se relata la historia de la Compañía de Jesús en México, al tratarse de él, pues profesó de jesuita a los cincuenta años, en 1584, se dice: “antes de que se recogiera a nuestra religión {estuvo} de noche y de día haciendo oficio de médico cirujano y enfermero con maravilloso acierto; porque aunque no había estudiado estas facultades, pero su deseo de hacer bien y el ejercicio y lectura de libros en romance y la práctica de muchos años, tomada por amor de Dios, le hizo tan diestro en curar todo género de dolencia, que muchos médicos muy insignes se aconsejaban de él y aun le fiaban su salud antes que a otros graduados en esa facultad”.42 Escribió dos libros (en realidad uno, del que se publicaron dos ediciones en 1578 y en 1595).43 Son bastante distintos, pero sin embargo en los dos refiere cómo él mismo, por sus manos, hizo muchas autopsias delante del doctor Francisco Hernández, el cual con lo observado en las necropsias informó al virrey de la naturaleza de la enfermedad.44 Queda, por tanto, fuera de duda la estrecha colaboración que Hinojosos tuvo con Hernández, que si bien debió de ser fructífera, no nos permite, por los datos que hoy tenemos, afirmar tanto como la doctora Emmart pretende cuando en su libro escribe que Hinojosos ayudó a Hernández “in the complection of his work”. 45

También ejercía en aquella época el Dr. Agustín Farfán. De su vida y de sus hechos se ha ocupado recientemente el Dr. Comas con gran agudeza y conocimiento;46 para nosotros, y en relación con Hernández, la figura de Farfán tiene poco interés; no hemos podido establecer ningún contacto entre ambos médicos, aunque es de suponer que llegó a haberlo. Farfán es uno de los acusados por Ximénez de haberse aprovechado de los datos del protomédico para sus escritos cuando publicó el famoso libro Tratado breve de medicina, del que se llegaron a imprimir cuatro ediciones. Pero es de hacer notar que en ese libro, donde casi sólo se hacen referencias a Hipócrates, Galeno, Races, Avicena y Mondino, uno de los pocos modernos que se citan es Hernández y el autor le recuerda con tal respeto que parece indicar estima y aprecio por el protomedico.

Sabemos que Cervantes de Salazar seguía tratando a las hijas de Farfán cuando éste, ya viudo, profesó en el convento de Agustinos, y en su testamento a una de ellas le deja cincuenta pesos.47 Sabemos también la estrecha colaboración que las órdenes religiosas de México prestaron a Hernández durante sus exploraciones, proporcionándole alojamiento y datos, y sería muy extraño que Hernández no acudiese a los frailes agustinos de México y principalmente a los de su profesión médica, entre los que se encontraba Farfán, cuando recogía datos y conocimientos.

Muchos menos datos tenemos de otros médicos contemporáneos. Ejercía entonces en México un guipuzcoano, llamado Juan de Unza, que al parecer estudió en el monasterio de Guadalupe, quién sabe si en la misma época en que Hernández estuvo allí de médico. Alguna vez he pensado si no deberemos identificarlo con otro médico que también aparece fugazmente en la vida de esos años y al que se llama Juan de Aza; de ninguno de los dos se tienen mayores noticias. No sé si viviría todavía el famoso doctor Alcázar, en cuya actitud caritativa se vislumbra un poco de picardía. Había prometido curar gratis a los pobres e incluso pagarles los gastos de cirujano si el caso lo necesitaba; con esta promesa, en realidad cumplida, se trasluce un deseo de propaganda y notoriedad. Pedro Arias Benavides, que en la historia de la medicina mexicana del siglo xvi tiene el mérito de haber sido el primero que escribe un libro de medicina con datos obtenidos en México,48 acababa de partir antes de la llegada de Hernández. Quedaban brujuleando por la capital un tal Sánchez, del que no sabemos nada, Diego Hernández, que se licenció en la universidad en 1566, y el cirujano Amador Espinosa, aficionado a la botánica. De éste sabemos que atendió a Cervantes de Salazar en su última enfermedad y que tenía un libro, al parecer escrito por él, de “yerbas con sus colores.” Estaba también el licenciado Contreras, quien se sintió muy ofendido porque Hernández, en su perfecto derecho, le exigiera la presentación de sus títulos, y estuvo murmurando y sembrando cizaña con tal motivo. También actuaba el licenciado Gutiérrez, con el que Hernández tuvo relaciones, como consta en el proceso de Pedro López ya citado. Este licenciado Gutiérrez debió de ser hombre culto, se había graduado en Lovaina y estuvo ya en México solicitando su incorporación como licenciado en medicina en 1567.

Queda finalmente por citar al Dr. Pedro López, en cuyo proceso inquisitorial declara Hernández. De este nombre existieron varios médicos notables en México durante el siglo xvi . Uno, el viejo Pedro López, el que acompañó a Cortés en la expedición de las Hibueras, que ostentó el título de primer protomédico de la Nueva España, de origen sevillano, y cuya casa de piedra labrada con hermoso patio es alabada en los diálogos de Cervantes de Salazar.49 El segundo Pedro López no parece ser hijo del anterior y mucho menos el mismo, como ha pretendido demostrar el Dr. Carreño.50 Se había recibido de doctor con gran pompa el año 1553, acto que ha quedado reseñado con todos sus detalles,51 y para cuando llega Hernández era ya hombre maduro de 45 años, muy conocido en la ciudad por su extraordinaria caridad y devoción. Era médico del convento de Santo Domingo, y es fama que llegó a interesarse tanto por la liturgia de la orden que con frecuencia, durante las fiestas importantes, ocupaba su puesto en el coro junto con la comunidad.52

Con estos antecedentes llama la atención el proceso abierto en la Inquisición contra el Dr. Pedro López, curioso documento contenido en el Archivo General de la Nación, descubierto por el Sr. Fernández del Castillo, hace ya muchos años, y vuelto a exhumar por nosotros, en el cual se acusa al Dr. Pedro López de “desacato a varias imágenes y, según escribe el denunciante al pedir se abra información, de tener en un aposento bajo y sucio de su casa ciertas imágenes de santos, y especialmente tenía un crucifijo de nuestro señor Jesucristo crucificado echado por el suelo entre mucha basura y suciedad, teniéndolo allí como cosa de burla”.53

Por algún momento pensamos pudiera ser un tercer Pedro López, sin embargo las propias declaraciones de los testigos aclaran se trata del mismo, al cual, en su casa de la calle Tacuba, un indiscreto visitante había visto tener un cristo y otras imágenes en la inadecuada situación que le cuesta la denuncia y que para el acusador, fiscal Pedro Díaz Agüero, constituye “grave y atroz delito digno de punición y castigo. No se llega a saber, por el proceso, si Pedro López va a la cárcel o no, aunque el fiscal pide su encierro inmediato. Sin embargo después de unos testigos de cargo, como Juan Gutiérrez de Aguilar, aparecen una serie de personas que afirman lo contrario, incluso una tal Catalina Quiñones, ex criada de la casa del Dr. López, la que afirma que, cuando por negligencia descuidaban la limpieza del altar que el dicho doctor tenía en su casa, este las azotaba.

Una cosa que se desprende del proceso, interesante para la historia de la medicina mexicana de esa época, es la enemistad que existía entre este Dr. Pedro López y el Dr. Juan de la Fuente de quien ya hemos hablado, pues este De la Fuente junto con un licenciado Martel y algunos otros eran los que propagaban la especie de la herejía de López y su posible judaísmo. Tal vez por ello, al crearse la cátedra de medicina en México, López, que era de los primeros doctores, no la solicita y se la deja a De la Fuente, hecho que causaba extrañeza a García Icazbalceta y a Fernández del Castillo, y que se explica por la fama de herético y judaizante que tenía dicho doctor en algunos sectores de México. Este juicio adverso perdura largo tiempo y después de muerto Pedro López, con motivo de un sermón que pronuncia uno de sus hijos, también denunciado por herético, se recuerda que ya su padre había sido tachado de judaizante.

Es interesante tener en cuenta que el proceso se inicia en mayo de 1570, que las declaraciones de los testigos no alcanzan más allá de agosto de 1571 y que precisamente a partir de 1572 el Dr. Pedro López inicia el establecimiento de sus hospitales, el primero de los cuales, el de San Lázaro, para leprosos, comienza a funcionar en ese año y, como escribe el virrey Enríquez años después, “el Dr. Pedro López ha sido el instrumento de esta buena obra y lo es y cura a los enfermos... sin llevar ningún interés... por que es buen cristiano y acude a todas las obras pías con mucho cuidado”.54 No nos parece demasiado aventurado pensar que tal vez la extraordinaria obra hospitalaria del doctor Pedro López, en parte perpetuada hasta hoy, pueda haber sido llevada a cabo por su autor como demostración de la falsedad del proceso y tal vez por miedo a una segunda denuncia.

Respecto a Hernández, su actuación en el proceso del Dr. López es muy habilidosa: se limita a decir que conoce al Dr. Pedro López desde hace unos seis meses, el tiempo que él lleva en México, y sin acusarlo para nada de lo que se le ha denunciado, desvía el tema para hablar de otras personas, y de otros varios hechos a los que nos iremos refiriendo, pues pueden servirnos para conocer algunos aspectos de su vida en ese momento.

No hemos encontrado documentos que permitan relacionar al Dr. Hernández con el gran fundador de hospitales de su época, en México, el famoso Bernardino Álvarez; sin embargo, es de suponer que llegaron a ponerse en contacto en alguna ocasión. Hernández precisamente pasa largo tiempo en una de las fundaciones más queridas de Bernardino, en el hospital de Huaxtepec. Se sabe que Bernardino era gran amigo del doctor Pedro López, que incluso es su médico y le asiste al morir. Ya hemos visto que Cervantes de Salazar también ayudaba en la obra de Bernardino e incluso le deja una manda en su testamento. En una sociedad como la de México, tan reducida en aquel momento, es inevitable suponer que, con intereses tan próximos, ambos hombres se conocieron y trataron aunque hoy no tengamos documentos que lo acrediten.






37 Francisco Borgia Steck, El primer colegio de América. Santa Cruz de Tlaltelolco (México 1946).

38 Francisco González de Cossío, Relación breve de la venida de los de la Compañía de Jesús a la Nueva España (México, 1945).

39 Fray Agustín Dávila Padilla, Historia de la Fundación y Discurso de la Provincia de Santiago de México (Madrid, 1596).

40 El proceso contra el doctor López, de que tendre- mos ocasión de ocuparnos más en extenso, existe en el A. G. de la N., Inquisición, vol. 72, foja 95.

41 Actas de Cabildo de la ciudad de México, del 15 de abril de 1577, día en que son nombrados los doctores De la Fuente y Toro para visitadores, y del día 19 de abril, donde se relata que el doctor Toro fue al Cabildo e hizo juramento del cargo.

42 Relación Breve (ob. cit.), cap. XXI, “Muerte y elogio del hermano Alonso López de los Hinojosos”, pág. 77.

43 El libro de Hinojosos, hoy rarísimo, se titula: Summa y recopilación de Chirugía con un arte para sangrar muy útil y provechosa (México, 1578). Las personas interesadas en conocer detalles bibliográficos de las dos ediciones, pues fue nuevamente impreso en 1595, deberán acudir a la Bibliografía Mexicana del siglo XVI de Icazbalceta (México, 1954); ficha 93, pág. 289 y ficha 131, pág. 417, donde encontrarán una detenida y completa descripción de las obras. No sabemos qué relación pueda tener este Hinojosos de México, con otro de los mismos nombres y apellidos, o sea también Alfonso López de Hinojosos, que pu blica en España en 1579 un libro titulado Origen y nacimiento de los reumas. Véase Oliveros, Felipe II. Estudio médico-histórico (Madrid, 1956), pág. 108.

44 Sobre las actividades de Hernández en esa epidemia, y la participación de Hinojosos, véase: G. Somolinos d’Ardois, “Hallazgo del manuscrito sobre el coliztli, original del doctor Francisco Hernández”. La Prensa Médica Mexicana, vol. XXI, n. 7-10, págs. 115-123, septiembre-diciembre de 1956.

45 Emily Walcott Emmart, The Badianas Manuscript (Baltimore, 1940), pág. XIV.

46 Juan Comas, “Influencia indígena en la medicina hipocrática, en la Nueva España del siglo XVI”. América Indígena, vol. XIV, n. 4, págs. 327-361, octubre de 1954.

47 Véase: A. Millares Carlo. Cartas recibidas... (ob. cit.), pág. 140.

48 El libro de Benavides, no obstante ser el primero que recoge datos médicos en México, donde ejerció varios años, fue publicado en España bajo el título: Secretos de Chirugía especial de las enfermedades del morbo gálico y lamparones y Mirrarchia y asimismo la manera como se curan los indios de llagas y heridas y otras pasiones en las Indias... (Valladolid, 1567).

49 En el famoso diálogo de Cervantes de Salazar, titulado originalmente Civitas Mexicus interior, editado en 1554 con los otros seis que forman el rarísimo volumen de sus Diálogos, traducidos en su parte mexicana en 1875, por García Icazbalceta, con el título de México en 1554, se puede leer que este Pedro López tenía su casa en la calle de la Perpetua (hoy Venezuela), y el diálogo dice así: al preguntar el forastero: “Alfaro. ¿De quien son esas casas cuya fachada de piedra labrada se eleva toda a plomo, con una magestad que no he notado en otras? Hermoso es el patio y le adornan mucho las columnas, también de piedra, que forman portales a los lados. El jardín parece bastante ameno y estando abiertas las puertas, como ahora lo están, se descubre desde aquí.” Contesta Zamora el acompañante, vecino de México: “Estas casas fueron del doctor López, médico muy hábil y útil a la república. Ahora las ocupan sus hijos que dejó, que son muchos y no degeneran de la honradez de su padre.”

50 Alberto María Carreño, “La Marquesa Doña Juana de Zúñiga, esposa de Hernán Cortés, y el boticario Diego Velázquez”, Mem. de Id Academia Mexicana de la Historia, vol. XI, págs. 1-46, 1952.

51 Para las referencias a este acto así como a otros similares que tuvieron lugar por las mismas fechas, es conveniente consultar a F. Fernández del Castillo, La Facultad de Medicina, según el Archivo de la Real y Pontificia Universidad de México (México, 1953), y el trabajo de Nicolás León, Apuntes para la historia de la enseñanza y ejercicio de la medicina en México”, Gaceta Médica de México, tomo X, págs. 466-489, 1915.

52 Para conocer la personalidad de los dos doctores llamados Pedro López, aconsejamos leer el trabajo del doctor Francisco Fernández del Castillo, “Pedro López el protomédico y Pedro López el filántropo”, El médico (México), mayo, 1957, págs. 51-59, y junio, 1957, págs. 63-69.

53 En el manuscrito inédito del Sr. Fernández del Castillo titulado Historia biográfica de la medicina en el siglo XVI, se da cuenta del proceso inquisitorial contra el doctor Pedro López en el que declaró Hernández. Nadie volvió a ocuparse de este hallazgo hasta que recientemente nosotros volvimos a encontrarlo al preparar el presente estudio. Como ya indicamos, se conserva en el Archivo General de la Nación; más adelante nos ocuparemos de él con bastante detenimiento.

54 France V. Scholes y Eleanor B. Adams, Ordenanzas del Hospital de San Lázaro de México. Año de 1582 (México, 1956).

TOMO I. VIDA Y OBRA DE OBRA DE FRANCISCO HERNÁNDEZ